El pasado de Setién está marcado por madridistas: Mendoza lo quiso, Muñoz lo sentó y Miera lo echó
El actual entrenador del Villarreal regresa al Bernabéu, donde marcó con el Racing y ganó como jugador (Atleti) y técnico (Betis).

Más allá del ajedrez, una de las cosas que más le gustan a Quique Setién, actual entrenador del Villarreal, es charlar de fútbol, jugarlo en la playa o en el campito que tiene por patio en su casa de Liencres y escribir. Sus columnas en El Mundo eran una delicia. Y en ellas solía referirse al Real Madrid. Lo hacía con conocimiento de causa porque, casi sin pretenderlo, su vida futbolística la han marcado varios referentes madridistas y el equipo blanco en sí. Ramón Mendoza lo quiso fichar en su día, Miguel Muñoz llegó a hacerle aborrecer el Mundial 86, Vicente Miera le obligó a salir del Racing con una bronca de las buenas y el Bernabéu le catapultó tras verle marcar, ganar de corto y silenciar el estadio desde el banquillo.
Este sábado regresa a Chamartín para disputar una final en toda regla. Los roces con un sector del vestuario, la eliminación en los octavos de la Copa a manos del Madrid, cuando todo estaba a favor, y la decepción en la Conference League con la derrota ante el Anderlecht le han empujado a jugarse su continuidad (firmó hasta 2024) a una carta, la de LaLiga. Y, de momento, no le va nada mal. Cogió al equipo séptimo en la 12ª jornada, puesto del que por cierto nunca pasó Emery en sus tres temporadas en La Cerámica, y lo tiene sexto a cuatro puntos de la Champions. Aun así, ya sabe por Relevo que el club, por si acaso, ha mantenido conversaciones con el técnico del Rayo Vallecano, Andoni Iraola (el Sevilla también le quiere), y con Míchel, del Girona.
Cualquier otro temblaría por lo que se juega este sábado. Pero para él ir al Bernabéu tiene más semejanza con acudir a un spa que a visitar al dentista. Allí llegó a marcar un gol con el Racing. Y en Concha Espina también vivió una de sus mejores y más sonadas noches como futbolista. Fue en la temporada 1987-88 cuando, en las filas del Atlético de Menotti, dio un repaso a la Quinta del Buitre con un 0-4 que fue un trueno en la capital. Aquella jerarquía en medio campo que ya había demostrado durante las dos temporadas anteriores, a las órdenes de Luis Aragonés, le valió para que el Madrid se fijara en él. Ramón Mendoza, presidente entonces, le tenía en su lista de prioridades, abducido por esa clase y por esa personalidad que le llevó a enfrentarse al mismísimo Gil y Gil. Si no llegó a vestirse de blanco fue, como Mendoza le reconoció con el paso de los años al propio Quique, por las malditas lesiones.

En el momento de dar un paso al frente y presentarle una oferta, el 'diez' estaba atravesando por diversos problemas físicos. En la temporada en la que venció en el Bernabéu llegó a perderse 27 encuentros al estar de baja. Y a la siguiente, ya en el Logroñés, otros 31. En 1987 fue intervenido de la rotura del ligamento lateral interno de su rodilla derecha, una lesión que ya sufrió seis años antes en el Racing. El cántabro pasó seis veces por el quirófano ya que, aparte de las dos roturas del ligamento, sufrió tres operaciones en Santander, bien para sanar una fractura de tibia y peroné, bien para someterse a una artroscopia de rodilla que le tuvo apartado 40 días de la competición en su primer año en el Atlético. "La primera vez entré en el quirófano silbando, pero cada vez le tengo más respeto", dijo entonces.
De Mendoza a Muñoz
Esa no fue la única relación frustrada de Quique con el Real Madrid. Tras pasar por la Sub-21 de Luis Suárez, y compañero entre otros de su paisano Marcos Alonso y del actual seleccionador Luis de la Fuente, fue internacional absoluto de la mano de una leyenda blanca, Miguel Muñoz. Setién disputó tres amistosos con él antes del Mundial del 86 y entró en la lista de 22 convocados para ir a México. Le favoreció que el entrenador hizo una gran limpia respecto al frustrante Mundial 82 (sólo repitieron cinco jugadores y la gran novedad fue la inclusión de Chendo). Sin embargo, allí vivió una de sus peores experiencias: vio todos los partidos desde el banquillo, no jugó ni un solo minuto y, junto al Lobo Carrasco, llegó a lamentarse públicamente de su suerte y de haber perdido el tiempo. No vistió nunca más de rojo.
Tras su brillante paso por el Logroñés, donde ganó al Madrid en dos ocasiones y le marcó otro gol, regresó a El Sardinero. Aunque se retiró en el Levante, fue allí, en su casa, donde puso realmente punto y final a su etapa como jugador en la temporada 1995-96. Lo hizo después de tres temporadas y media mágicas en esa segunda etapa. El 5-0 al Barça de Cruyff sigue siendo inolvidable. Su adiós se precipitó porque se enfrentó a Vicente Miera, al que había tenido como entrenador en el Atlético y que fue también jugador del Real Madrid (ganó una Copa de Europa y 7 Ligas).
Una pelea en un entrenamiento entre Setién y Tomás, antes de viajar a Santiago de Compostela, acabó por agotar la paciencia del que luego fuera seleccionador en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992. Miera le veía ya fuera de su mejor estado de forma, llegó a apartarle y, según algunas fuentes, fue tajante con el ídolo: "Igual es mejor que vayas dedicándote a otra cosa". Por eso, era común ver a Quique jugar pachangas en la arena junto al mar durante este tiempo.
Miera le dijo al presidente que sólo podía quedar uno. El club reforzó en un principio al entrenador, hasta que unas declaraciones suyas a la defensiva, por las continuas críticas de la grada, terminaron por ponerle en la calle: "Estamos en un pueblo difícil, complicado, al que le gustan los líos y, como es un pueblo que trabaja poco, está pendiente de todos estos problemillas", se atrevió a decir. Las radios lanzaron encuestas para que la afición eligiera si, con él fuera, aprobaba la vuelta del capitán. Ganó por mayoría, pero no jugó de verdiblanco nunca más. Su último partido con el Racing fue en el Camp Nou, donde luego regresó como entrenador.

No quiso entrenar en el Bernabéu con 44 años
Tras aquel triste incidente con Miera, Setién empezó a centrarse en el futuro y se interesó en la dirección deportiva. Siempre dice que en el fútbol se ha profesionalizado todo menos las directivas. Fue en la temporada 2000-01 cuando el Racing le nombró director general. No pensaba para nada en el banquillo. Hasta que Gustavo Benítez fue destituido por estar lejos del objetivo en Segunda y él se hizo cargo del equipo, más como un favor que como un deseo.

Ascendió a Primera y agrandó su leyenda de ídolo en la tierruca. Su debut como técnico en Primera, con la deseada visita por cualquier profesional al Bernabéu incluida, estaba al caer. Pero con sólo 44 años prefirió echarse a un lado. Nombró a Manolo Preciado entrenador y él regresó a la oficina. No le importó esperar y dirigir su primer partido en Chamartín 13 años después, con 57, siendo el patrón de Las Palmas. Ahora suma cinco visitas al Bernabéu, donde llegó a rascar un 3-3 con el equipo canario y dos victorias con el Betis (0-2 y 0-1). La paciencia y el optimismo son los grandes fuertes de Setién. Y no sólo porque ya ganó al Madrid en la primera vuelta (2-1). Sobre todo, porque donde los demás ven ruido en torno al Villarreal, él atisba 11 jornadas por delante para alcanzar una Champions que nadie esperaba.