OPINIÓN

Dani Olmo para enterrar el silencio de Flick... y a sus defensores

Dani Olmo, con la camiseta del Barça. /FC BARCELONA
Dani Olmo, con la camiseta del Barça. FC BARCELONA

Hay quienes tienen prisa por etiquetar al jugador a su llegada, como si poner nombre a las cosas, aunque no subraye la profundidad de la realidad, ayudase a entender lo que aterriza. Es algo común en el fútbol, donde los debates a veces terminan desembocando en una estrechez abrumadora que no hace sino condenar las expectativas, ahogarlas en una palabrería que no lleva (la mayoría de las ocasiones) a ningún sitio. Dani Olmo llega al Barça y hay muchos que dudan futbolísticamente del jugador precisamente porque abogan a sus cifras para desnudar el argumento de quienes dicen que no le quitará minutos a Fermín (centrocampista), sino a Raphinha (delantero). Este argumento, lejos de reforzar a Olmo, lo debilita.

El futbolista de Terrassa es un jugador curtido en el fútbol cinético del Leipzig, que hace honor a su propietario: Red Bull te da alas. Y a Olmo se las ha dado. Un juego vertical, dinámico, en el que sus futbolistas tienen que hacer de todo para ser bestias aposicionales, intérpretes de una misma filosofía. Olmo ha sido extremo, interior, mediapunta, delantero centro, un híbrido fantástico que ha integrado el diccionario del Leipzig en su mente. Procesa y ejecuta a toda velocidad, dinamiza y da sentido al juego y todo añadiéndole picante, con un último pase fabuloso y un golpeo notable desde la media distancia. Para apoyar su fichaje bastaría con hablar sobre lo citado en este párrafo, pero hay quienes se entestan en clolcarle una etiqueta que tiene más de losa que de justificación: Dani Olmo es un delantero.

Uno, entonces, acude a sus estadísticas más básicas como prueba: 17 goles en las últimas tres temporadas con el Leipzig, solo siete más que Fermín López en su primera temporada en el máximo nivel. ¿Y el andaluz es el centrocampista? ¿Por qué decimos que Olmo es un delantero sin tener en cuenta su rol ni funciones en el equipo? Con estos números, el argumento flaquea: el Barça ha invertido cerca de 300 millones en Lewandowski, Raphinha, Ferran y ahora Olmo, sin que ningún jugador (salvo Dani) haya subido el techo del equipo a los niveles que esta inversión requiere. ¿Sumar a un atacante de menos de 10 goles por curso ayuda o justamente lo que hace es generar un horizonte de expectativas fácil de que termine por explotar?

Reduciendo a Olmo a una posición se limita su impacto, porque su rendimiento va a estar supeditado a unas cifras que, probablemente, no va a conseguir. Y en cambio, su llegada es fácil de entender viendo las cualidades de Olmo y la propuesta de Flick. En vez de leer al jugador en un enjambre de posiciones y nombres propios, hacerlo en un amalgama de virtudes que vienen a encajar al futbolista en el equipo al que cae. El de Terrassa no supone un salto sideral en el once titular, pero sí en la plantilla, pues multiplica las opciones del técnico sin reducir la calidad en ninguno de los espacios que pisa, un punto absolutamente imprescindible en una plantilla que aspira a estar viva en todas las competiciones cuando regrese la primavera.

Flick no da pistas y se olvida de nombres propios. Su discurso es austero y en el Barça se habían malacostumbrado a un exceso informativo, una polución discursiva que llenaba páginas de sainete y especulaciones. Flick apenas genera titulares y eso no ayuda a que el entorno procese los fichajes. ¿Para qué Olmo? ¿Dónde jugará? ¿Por quién? ¿Y qué pasa con el extremo? Preguntas que se suceden sin atender a lo que se ve en el campo, que hasta la fecha el mensaje de Hansi Flick parece un traje a medida para lo que Olmo pueda ofrecer. A veces solo el fútbol habla con más fuerza que cualquier otra fuente y desde fuera nos damos prisa por buscar encajes tan estrechos que terminan por apagar al jugador.

Todavía no nos hemos dado cuenta que son los jugadores los que dan forma al sistema y no al revés, de tal modo que si ahora Nico fuese anunciado gran parte de la afición se preguntaría cómo encaja en el esquema de Flick que usa a sus extremos como mediapuntas, cuestionando aquello que llevan deseando todo el verano. Los buenos jugadores, y Olmo lo es, están por encima de aquello fijo e inamovible, de una posición que enjaula y no ayuda a expresarse. Solo así el futbolista puede ser.