Lamine Yamal contra el insoportable peso del 10: "Tiene un significado simbólico, pero sabe llevar la presión"

El Barcelona cerró contra el Villarreal una fiesta que se alargó durante varios días. Fue el último partido del curso en casa, en un Estadi Olímpic que también podría haber albergado un encuentro del Barça por última vez. En el segundo tiempo, Hansi Flick mandó a calentar a Ansu Fati y a otros cuatro futbolistas. Unos minutos después, Ansu regresó al banquillo para que pudiera ejercitarse otro compañero, pues no puede haber más de cinco jugadores, además del preparador físico.

Ansu se marchó contrariado, asumiendo que podría haber perdido la posibilidad de jugar sus últimos minutos delante de su afición. Para encontrar un precedente había que viajar al buen encuentro que disputó contra el Mallorca, en abril. Este verano, Ansu podría abandonar Barcelona. Quiso continuar en invierno y Hansi Flick lo aceptó. En caso de adiós, quedaría vacante un dorsal 10 que desde hace meses parece tener ya un sucesor: Lamine Yamal.

Tras la marcha de Leo Messi, el Barça le puso el 10 a Ansu para tratar de taponar rápidamente la herida. En aquellos momentos, el canterano condensaba todo lo que unos años más tarde representó Lamine: la esperanza del barcelonismo. El verano pasado, como ya contamos en Relevo, el Barça le ofreció a Lamine, pero este lo rechazó. Pensó que todavía llegado su hora. Y, evidentemente, también en su amigo Ansu, con quien comparte agencia de representación.

"Efectivamente, el número 10 tiene un peso y significado simbólico", explica Marcela Herrera, psicóloga y profesora de la UVIC. Dentro de los vestuarios hay jerarquías y los recién llegados tienen que ganar o demostrar lo que valen. Es el funcionamiento del grupo. Los códigos se van entendiendo con el tiempo", cuenta. En el proceso de elegir o no el 10, Raphinha, que se ha convertido en un buen amigo, le recomendó no hacerlo. "El hecho de que le haya escuchado señala que tiene esta lectura que pocos la tienen al llegar a un vestuario de élite", expone Herrera.

"Lamine sabe llevar la presión, su identidad no se basa en la comparación 'soy quién soy'. No actúa para agradar a los demás, sino que para sí mismo", continúa la psicóloga. Además, desde muy joven se ha acostumbrado a tener encima los focos. Ya antes de debutar con el primer equipo, varios clubes europeos le seguían la pista. Jugó la Eurocopa con 16 años y la ganó con 17, edad con la que se postula a candidato al Balón de Oro. "Todos saben que Lamine es el único que puede ganar el Balón de Oro. La diferencia con los demás es muy grande. No soy quien lo dice sino todo el mundo y el Barça también lo sabe", comentó Jorge Mendes el jueves en Barcelona, después de asegurar que no habría ningún problema con su renovación.

El impacto de Lamine trascendió los terrenos de juego hace mucho tiempo. Y aunque se le intentó rebajar la agenda de compromisos extradeportivos, ya se ha habituado a un nivel de vida que, además, ahora cuenta también con un equipo en la Kings League que en el día a día manejan sus compañeros de piso y amigos, Souhaib y Moha. Recientemente, corrió por las redes sociales un vídeo de Lamine firmando decenas de camisetas. Es habitual entre los grandes jugadores, lo hizo para uno de sus patrocinadores. Otra pequeña muestra del punto al que ha llegado antes de alcanzar los 18.