OPINIÓN

El truco del Barça pierde su efecto

De Jong y Lamine, después del primer gol del Betis. /EFE
De Jong y Lamine, después del primer gol del Betis. EFE

Lamine Yamal ya sabe lo que es ser un crack. Lo sabe porque una de las pruebas que necesitas superar es la de liderar sin que tu genio permita sumar los tres puntos, como si el destino negase las victorias que seguro que sumará por sí mismo en un futuro, enseñándole que puede ser muy bueno, sí, pero que esto va de 11 contra 11. Y el FC Barcelona, durante 45 minutos, se ha empeñado en demeritar lo logrado anteriormente en un ejercicio de fútbol cansado, incontinente en la pérdida y muy poco consciente de sí mismo. Los peores minutos de la era Flick, que terminó expulsado, señal de que lo que estaba viendo era inconcebible. Lamine aprendió que ni aún convirtiendo el barro en oro va a ganar. La vida es así.

Por confección de la plantilla, el Barça empezará bien las temporadas. Es un equipo muy joven, enérgico, con el estómago vacío. Mientras el resto se levanta de la siesta ellos, como el niño hiperactivo, ya han hecho los deberes. Esto les ha regalado un inicio de curso imponente en lo físico, dominando con una presión altísima y maniatando a los rivales a jugar casi siempre frontalmente, algo que desde hace ya un mes ha dejado de ser así. Los partidos se descontrolan, todo se abre más, hay más espacios y segundos, como si el tiempo, que antes controlaba el Barça, ahora se escapase por libre. El truco empieza a perder su efecto.

Prueba de ello es que en un partido igualado, Flick optase por quitar del verde a cuatro de sus cinco jugadores más decisivos: Raphinha, Olmo, Lewandowski y pedri. El bajón del equipo en la segunda mitad coincidió con el de los jugadores que dan estructura al equipo y que barnizan las ideas de Flick. Los sacó porque el encuentro, demasiado abierto, amenazaba con terminar la energia de unos futbolistas que Flick necesita sanos para ir a Dortmund esta misma semana. El calendario apremia y el Barça está descubriendo lo desajustada que es su plantilla, la enorme distancia que hay entre los titulares y los que no lo son.

Las ideas ya no molan tanto, como si en una pelea de gallos de repente las rimas dejasen de tener sentido. El Barça está agotado de responder rápido, apático por momentos, y lo que marca la diferencia entre los buenos equipos y aquellos que pueden optar a todo es la capacidad discursiva para sostener debates incluso cuando no tienen ideas. Al Barça, por confección de plantilla, le falta profudidad en sus ideas, de ahí que el rival huela que si la puerta se abre y va con el machete, probablemente encuentre sangre, porque al equipo le cuesta reaccionar y moverse cuando la presión se desgasta y el fuera de juego enemigo no llega.

Si esto fuese una peli sería el momento en el que el espectador empieza a desconfiar. El protagonista ya no te parece tan guapo. Ni tan bueno. El guion, previsible. Incluso te animas con un "yo lo haría mejor" para mostrar tu rechazo a la última media hora. Pero es ahí, cuando la peli pierde fuelle, justo cuando tienes que confiar. El Barça está entrando en la realidad que siempre tuvo reservada, aquella en la que para ganar tendrá que hace las cosas muy bien, y en la que perder siempre estará cerca. Lo de antes fue bonito, pero irreal, por constancia y por plantilla. Como en Casablanca, siempre nos quedará Lamine. Y con estos jugadores uno puede soñar con todo.