BETIS 2 - BARCELONA 4

Lamine fue el último Messi en el Villamarín

El canterano jugó su partido más completo con el primer equipo.

Lamine Yamal regatea a Sokratis./AFP
Lamine Yamal regatea a Sokratis. AFP
Jordi Cardero

Jordi Cardero

Decía Xavi hace unos días que lo importante de esta temporada era ganar títulos. Y parecía que el relato cambiaba, que el juego no sería el medio, el vehículo hacia los trofeos. El Barça se plantó en el difícil campo del Betis con dos niños de 16 años y la voluntad de imponer su fútbol. Por dentro, Gündogan y De Jong para iniciar los ataques. Ferran y Pedri para enlazar y amenazando al espacio. El valenciano intercambiaba su posición con Balde, los centrocampistas se mezclaban, Lewandowski bajaba a ofrecerse…

Lo único que no cambiaba era la posición de Lamine. Todos saben dónde encontrarle. El cuándo es algo secundario. Porque siempre encuentra una solución. Sea a campo abierto, en conducción. O en espacios reducidos, donde las fintas corporales son capaces de tumbar a rivales. No tiene fuerza explosiva porque aún tiene que crecer, pero el respeto que le tienen los rivales por lo que puede llegar a hacer lo palia. Regatea con su presencia.

Lamine es un genio atrapado en un cuerpo de niño. Es el único 'pero'. Sólo la gestión paulatina de Xavi con su evolución frena que sea titular indiscutible con el Barça. Ya ha sido convocado y ha marcado con la Selección. Los canteranos siempre nacen de la ruina y Lamine es lo que necesitaba el barcelonismo. Es ilusión. El pico de felicidad siempre llega antes de aquello que esperamos. Mientras esperamos al Lamine del futuro y nos regocijamos pensando en lo que será, el del presente ya se rebela como uno de los grandes talentos del planeta.

El Barça ofreció una de las mejores puestas en escena de la temporada. En el segundo tiempo se deshinchó, bloqueados por el ingenio de Isco. Nada representa mejor las dudas defensivas de los blaugrana que los puños de Iñaki Peña. Antes las embolsaba. Ahora, sólo piensa en despejar, en alejar miedos. En ese filo vive el Barcelona. Pero lo que en otro partido, por momento anímico, habría significado perder puntos, en Sevilla fue un arrebato de orgullo. Fútbol y resultados volvieron a darse la mano.

El partido iba cambiando de narrativas. Lamine, ajeno a todo, jugaba el suyo. Con el marcador arriba o con el estrés del empate, al canterano no le temblaban los pies cuando recibía el balón. Dos disparos al palo, varios rotos a su par, pases filtrados al corazón del área, las diagonales...

En el club quieren evitar cualquier tipo de comparación con Messi. Yamal no es como el primer Leo, menudo y potentísimo cuando recibía la pelota. Lamine se foguea en el mismo molde que el último Messi. El creativo, el pasador, el que en lugar de jugar daba lecciones. Replica esta versión del argentino porque nació y creció viéndola cada tres días.

Comparten cita en primera gran noche. Ambos en el Gamper. Uno ante la Juventus, otro ante el Tottenham. Sus zurdas transmiten lo mismo. De aquel partido ante los Spurs no nació simplemente un amor de verano. Lamine es para toda la vida.