Correa araña un empate al Madrid en un derbi para el olvido

Hubo dos partidos. El primero arrancó así:

El derbi madrileño se presentaba con un ambiente tan hostil, en un tono tan amenazante, que la primera parte acabó siendo un completo bluf. La fuerza se les escapó justo antes de empezar, como una Coca Cola sin gas, o un verano sin sol. Y las mascarillas, como proponían algunos iluminados atléticos, hubieran servido para tapar los bostezos de la primera mitad. Ni Atleti ni Real Madrid dieron juego en los cuarenta y cinco minutos iniciales. Ni Vinicius, en una versión inédita hasta el momento: modosito y silencioso, menos en la acción que ganó el partido y prendió la mecha del siguiente. Se quitó de encima a De Paul con un regate eléctrico y sirvió un centro al área para que Militao reventase a gol en el 64'.

Tras ello, un nuevo encuentro. Courtois celebró el tanto de los suyos y la grada ultra del Atlético de Madrid optó por lanzarle todo tipo de objetos, entre los que se repitieron los mecheros y una bolsa llena de aún nadie sabe qué. Busquets Ferrer, correctísimo en la dirección del choque, ordenó que el partido se parase. La escena recordó al fútbol de otra época, de otro continente, que algunos se niegan a que desaparezca mientras el resto del mundo avanza.

Este nuevo partido también pareció ganarlo Vinicius, liderando cada ataque del Madrid con sus giros y más giros en velocidad. Pero el Atleti no había dicho su última palabra tras la reanudación. En un duelo embarrado por todos los frentes posibles, con la grada, las faltas y las interrupciones, el equipo local logró el tanto del empate cuando los de Ancelotti se creyeron con todo el botín, y sólo se limitaban a conservarlo. Una culpa del italiano, que salió a la luz con el gol de Correa en el minuto 95.

[Así está la clasificación]

Entre el clima de máxima tensión y todas esas nubes, también hubo varias imágenes que elevaron al fútbol. La primera la protagonizaron Griezmann y Vinicius, cuando enfilaron el túnel de vestuarios al descanso juntos y abrazados, hablando de sus cosas, con la naturalidad de los cracks, ajenos al ruido del resto de los mortales.

Después, un detalle de Julián Álvarez con Luka Modric. El futbolista argentino del Atlético de Madrid llegó tarde en una acción ante el croata y le hizo falta, y salió disparado a pedirle disculpas. Antes, incluso, que reordenarse en su posición. Luka las aceptó encantado.

Otro gesto lo dejó Fede Valverde, y también recordó al fútbol de antes, pero con otro signo. El uruguayo del Real Madrid se hizo daño en la pierna y pensó que la mejor manera de curarse era pegarse golpes en la zona dolorida. Un jugador de pasado, presente y futuro, clave, una vez más, en cada buena noticia merengue.

Simeone y Ancelotti se mostraron en el derbi tal y como son. El argentino, con su vehemencia tan particular, introdujo novedades en su once, con la aparición de Nahuel Molina, y no paró de dar instrucciones en cada minuto de choque. Modificó la alineación al descanso, con la entrada de Koke, y rápido metió a Lino por Sorloth.

Con Ancelotti, la película de siempre. Modric al verde cuando se presenta la mínima posibilidad (esta vez fue muy grande, con el vacío de Mbappé), y avistamiento del encuentro con el único nervio del masticado de sus chicles. Como si ellos mismos marcasen el orden de sus cambios. Todos, al final. Todos, mal.

El técnico italiano terminó el derbi doblando laterales y con su equipo únicamente preocupado por defender, ante un Atleti que tampoco intimidó en exceso. El Madrid, con su arsenal defensivo, se intimidó a sí mismo, y Correa aprovechó la indecisión de Militao para arañarles un empate doloroso.