El Celta aprovecha la desconexión del Barça para revivir en un partido que ya no tenía pulso

Raphinha mandó al palo el balón que prometía convertirse en el 0-3. Marc Casadó se vio obligado a detener a Ilaix y vio la segunda amarilla. Y unos segundos después, cuando el partido ya agonizaba, el Celta lo empató. Entre el tiro al poste y el 2-2 apenas pasaron nueve minutos. Toda la faena del Barça, hasta el momento una trabajadísima ventaja, se desmoronó y acabó sufriendo por sumar puntos.

Se volvió a dejar Flick a Lamine Yamal reposando en Barcelona. A diferencia de Anoeta, esta vez situó a Gavi como titular. Aquella primera acción tras su lesión, la falta contra el Bayern, fue el prólogo de una historia contada por pequeños fascículos, minutos partido a partido, hasta el desembarco en Vigo. Aterrizaba en Galicia no menos que un león enjaulado. El andaluz formó un centro del campo íntegramente cultivado en casa, con Pedri, Marc Casadó y Dani Olmo. Fueron los cuatro cerebros encargados de paliar el ingenio del genio ausente.

Al otro lado estaban otros dos jugadores formados en La Masia, Ilaix Moriba y Mingueza, que partió desde la izquierda. También Marcos Alonso. Claudio Giráldez apostó por Douvikas para amenazar la profundidad y ya en los primeros minutos quiso mandar el mensaje de que el Celta, como el Barça, disfruta y se siente cómodo en el frenesí. A los culers les costó asentarse en el partido.

Pero tiene tanto colmillo el equipo de Flick que ni siquiera necesitó sentirse dominador para abrir el marcador. En un balón largo de Koundé, Mingueza no calculó bien el bote de la pelota y Raphinha pudo conducir hasta delante de Guaita. Antes de rematar, recortó a Óscar, congeló la jugada y batió al portero celeste. A pesar del 0-1, el guion no cambió y el Celta siguió empujando. Mientras tanto, Gavi se divertía como un niño en un parque de atracciones. Con la intensidad de siempre y unos gestos técnicos que a veces parecen quedar camuflados por el ritmo que imprime. Como si solamente fuera eso.

El partido pasó a disputarse en muy pocos metros. El Barça lograba estirar posesiones, pero el Celta se mantenía muy estrecho, obligándose a no hundirse hacia Guaita. La posesión -más de un 60% al descanso- no se tradujo en un control absoluto. Los blaugrana, como de costumbre, lanzaban el anzuelo del fuera de jugo a pesar de que los de Giráldez no siempre picaron. Con Aspas como lanzador, Bamba e Ilaix como motores y Douvikas con las ideas muy claras. Iñigo Martínez, como cortafuegos, les secaba en el área.

Al descanso se llegó con el ambiente caldeado en Balaídos. Si bien el Celta ya había pedido minutos antes penalti en una carga de Gerard Martín sobre Iago Aspas, el duelo tuvo un segundo capítulo. El lateral blaugrana hizo una entrada dura al delantero que bien podría haber sido la segunda amarilla, pero Soto Grado lo dejó en falta. De tanto protestar, fue Aspas el que se llevó la amonestación. No quiso Flick arriesgar de más y dejó a Gerard en el vestuario para dar entrada a Héctor Fort.

El cambio le dio al Barça seguridad en defensa y algo más de amenaza en ataque, permitiéndole a Olmo despegarse de la banda para aparecer por dentro, donde se sintió más cómodo. El Celta no torció el gesto y se agarró a Aspas para mantener la misma personalidad. Pasan los años pero no se le acaban los trucos al de Moaña. En campo contrario, Raphinha era la respuesta que ofrecían los culers. Excelso en el toque, un simplificador de los ataques.

De las botas del brasileño se gestó el 0-2. Robó y asistió a Lewandowski. Robert apenas había intervenido en el partido, bloqueado por los centrales celestes. Su control fue majestuoso, después se llevó el duelo con Starfelt y batió a Guaita. El polaco define siempre con tranquilidad, como si el portero no fuera un obstáculo. Aun siendo un partido parejo en cuanto a propuestas, el Barça se hizo con una ventaja considerable. En área propia, Iñaki Peña también sumó. Hizo varias paradas de mérito.

A veinte minutos del final, el Celta empezó a notar la carga en las piernas y el Barça aprovechó para alargar las posesiones. La única vez que el guionista del partido le dio la espalda a Raphinha fue en un golpeo con la diestra que empezaba a dibujar el 0-3 y la pelota acabó pegando en el palo. En el 80, Marc Casadó vio la segunda amarilla. Tuvo que detener a Ilaix cuando el canterano culer amenazaba con plantarse solo delante de Peña. La salida de Pedri y Gavi desordenó a los blaugrana.

Primero quiso reengancharse el Celta con un gol que acabó anulado porque previamente el balón había salido por línea de fondo. Koundé, convencido de que la jugada no valdría, se había quedado detenido. Con la misma relajación, en la siguiente acción Alfon le robó la pelota dentro del área para hacer el 1-2. Desconectó Koundé y el Celta revivió. De la misma inercia, Hugo Álvarez recortó a Fort e hizo el empate. Cuando unos minutos atrás al partido se le acababa el pulso, el Barça se plantó en el último tramo de partido sufriendo por irse sin puntos de Balaídos. Al final, un merecido punto para cada bando.