OPINIÓN

Si Flick alinea a cualquier persona del público, seguramente el Barça seguiría ganando

Hansi Flick felicita a Pedri tras la victoria ante el Getafe. /EFE
Hansi Flick felicita a Pedri tras la victoria ante el Getafe. EFE

Hacía mucho tiempo que el culer no acudía a los partidos con la seguridad de una diversión genuina, y eso en el fútbol lo es todo, sobre todo después de una época que ha durado años, alargándose en el tiempo, en la que los partidos eran un parto incesante porque uno no sabía qué identidad tenía el Barça, y cuando la tenía muchas veces la olvidaba demasiado rápido. El Barça de Flick lo tiene tan claro que incluso hubo espacio para la fortuna en el fallo de Borja Mayoral, que otrora hubiese entrado para condenar al Barça a un empate que no había merecido. Los nombres cambian, pero la idea prevalece.

Viendo a este equipo la sensación que da es que los jugadores necesitaban agarrarse a algo, un mensaje renovado que cambiase la cara a los futbolistas, como señal para poner el talento al servicio de una idea mayor. Incluso el día en el que falta Pedri, la mente preclara del equipo, el Barça logró tener ritmo con un centro del campo compuesto por Eric, Casadó y Torre, tres nombres que no habían coincidido nunca juntos y lo hacían precisamente ante el Getafe de Bordalás, que es como ir al dentista sin anestesia. Y salvo los primeros minutos de tanteo, el Barça desarboló la aguerrida defensa rival desde la convicción y la fe en una idea, porque cada jugador entendía y procesaba la información antes que el rival, permitiendo así que el Getafe, durante 80 minutos, persiguiese sombras.

Habrá tiempo para ponderarlo, pero el equipo ha logrado sumar 21/21 puntos con cinco titulares fuera y una rotación mermada, repleta de canteranos debutantes. El entrenador, que chapurrea el castellano y a veces da la sensación de actuar como un padre entre tanto crío, ha convencido a un grupo en tiempo récord, porque como en 'Origen', lo importante no son los pensamientos que le metes al jugador en la cabeza, sino que los sienta como suyos. Esto se aprecia en Eric Garcia, condecorado ante el Getafe con un partido fantástico, atento en cada situación de repliegue, achicando espacios y moviéndose con una fluidez anómala en un central que ha vivido toda su vida de cara. A ratos olvidamos que un central de La Masia podría ser un mediapunta en muchos equipos, y sino que se lo pregunten a Mingueza.

Entre tanto halago hay quienes se olvidan del titánico Jules Koundé, jugador tallado en acero que llegó al Barça como un central prometedor y ha terminado siendo el mejor lateral desde Dani Alves. El francés es paciente, contundente y listo, con una armadura a prueba de los mejores delanteros, su mejor virtud es que entiende al mejor futbolista del equipo, Lamine. Le da espacio y le aclara situaciones de juego y, cuando le necesita, acude a su ayuda para generar una ventaja, así nació el 1-0. De tanto pedir a un lateral ofensivo se han olvidado los fundamentos a los que Koundé rinde homenaje: sobriedad, inteligencia y sentido táctico.

De tanto repetir a Casadó que se parece a Kimmich, el canterano está empezando a coger cosas del alemán. Cada partido se libera más, fluye dentro de un engranaje que agradece su generosidad, su velocidad en el pase y su esfuerzo para llegar a cada ayuda. Con la ausencia de Gavi, Casadó recoge el testigo emocional y competitivo del canterano con un fútbol bien perfilado, sin adornos pero conciso, un centrocampista para todos. En un Barça arrasado por las lesiones, sobre todo sin tres de sus mejores centrocampistas, la irrupción de Casadó viene a reafirmar todavía con más fuerza el fútbol total de Hansi Flick. Si el técnico sacase a cualquier persona del público seguramente el Barça seguiría sumando de tres en tres.