Ancelotti no lo dirá, pero se merece mucho más de sus jugadores... y también del club
En momentos de crisis aparecen los dedos acusadores. En el Real Madrid saben bien cómo funciona este juego. Futbolistas, entrenadores o incluso elementos externos, a los que quieren situar siempre en contra de los principios y objetivos madridistas -véase árbitros o instituciones-, tienen la culpa de que la pelota no entre. A veces esa responsabilidad acaba en sacrificio y otras, en anécdota. Ancelotti conoce bien esta forma de operar y que normalmente su figura sale mal parada. Que en la Castellana el tiempo es más corto que en cualquier sitio. Que no puede luchar contra los elementos. Y que la opinión pública y, sobre todo, la presión que llega desde la última planta de Valdebebas se puede volver insoportable.
Pero lo que no va a aguantar el italiano es que que se perpetúe la desgana en su vestuario mientras unos cuantos tratan de sacar el mal momento adelante. Por ello, con toda la razón del mundo y siempre con un talante indiscutible, hoy ha decidido que era momento apuntar a los jugadores. A esos a los que siempre ha defendido ante todo y ante todos. A los que con su mano izquierda ha cuidado con mimo, salvándolos semana tras semana ante la prensa por muchas tormentas que llegasen y otorgándoles una confianza que parecía inagotable mientras lo que empieza a acabarse es su paciencia.
Ancelotti merece muchos más de estos futbolistas. Él nunca lo dirá, pero detesta que Mbappé se ahorre una carrera, que Vinicius no presione tras una pérdida o que el centro del campo haga lo que le da la gana, como Tchouameni creyendo que puede filtrar pases como Toni Kroos, al que el italiano, por cierto, echa muchísimo de menos. Hay futbolistas a los que les estará eternamente agradecido, y si no señala a los verdaderos responsables, menos lo hará con aquellos que siempre le han dado todo.
Igual que él desahoga la presión cuando más pesa, poniendo la cara más de 100 veces al año ante los medios de comunicación en representación de él mismo, del vestuario y del propio club, ha entendido que a veces que toca pedir. Ni más ni menos que compromiso. Que sacrificio. Que amor propio de unos jugadores que le han demostrado con sus últimos actos estar más pendientes de salvarse a ellos mismos que de sacar al equipo de la crisis más profunda del último lustro. Menos caritas y más trabajo. Menos palabras y más hechos.
Con quien no se atreverá nunca -con motivo- es con el club. No porque no merezca más de la entidad. En su despacho existen pocas dudas de la escasez de nombres y él siempre ha demostrado dar la cara sobre el campo, con fichajes galácticos o con los de andar por casa. No hubiese estado mal reforzar el centro de la zaga o el lateral derecho. Pero siempre mostrará un respeto supino por Florentino Pérez, un hombre que le ha dado todo. Su mensaje de cara al público respecto a los fichajes dependerá de lo que le digan desde arriba.
Eso no quiere decir que no vendría mal que en este momento de debilidad, con Carlo más alterado de lo normal, el club le reforzase. No sólo con palabras o típicas filtraciones que atraviesan las paredes de Valdebebas, más aún cuando las aguas se enturbian, sino con hechos. Los mismos que el entrenador le pide a sus jugadores y que el club podría secundar. Cualquier tipo de ayuda como fichajes en invierno o más nombres para el cuerpo técnico que sirvan para respaldar al técnico y mejorar el rendimiento. Lo que cualquier empresa haría con un trabajador en el que confía.
Que nadie se olvide: hablamos de una leyenda del Real Madrid. Un hombre que pase lo que pase de aquí al final de sus días en el club tendrá un hueco en los libros de su historia. Con total derecho a exigir a unos futbolistas crecidos por los éxitos recientes y que, en algunos casos, se han desviado del camino hacia éxito. Si todavía le guardan un mínimo respeto y cariño, correrán más de lo que lo están haciendo.