Leo Dos Reis, el goleador de la generación de Xavi Simons, Balde y Fermín, busca nuevo reto: "Son una inspiración para mí"
El delantero charla con Relevo sobre su carrera: ser hijo de un campeón del mundo, cómo es vivir en La Masia y la vida que hay fuera del Barça. Ahora busca un proyecto que le ilusione.

Apenas tenía un año cuando su padre, Marcelo, se convirtió en campeón del mundo de futsal con España. Leo Dos Reis (2003) siguió sus pasos pero fue precisamente su padre quien le empujó a cambiar los pabellones por la hierba. Primero le llamó el Barça de futsal. Luego, el de fútbol once. Fue el goleador de la generación del 2003: la de Xavi Simons, Fermín, Alejandro Balde o Marc Casadó. Tras pasar por Inglaterra e Italia, ha terminado contrato con el Girona B y ahora busca un nuevo reto.
"En mi casa todo era Brasil: la música, la comida, el fútbol…", recuerda. Su padre era del Vasco. Su madre, de Flamengo. A Leo le empezó tirando más el equipo del padre, pero cuando descubrió el estilo de juego del Mengao, se pasó al bando de la madre. En casa, sin embargo, se respiraba futsal. Creció viendo jugar a su padre en Cartagena y fue entonces cuando descubrió la fama. "Mi colegio estaba cerca del pabellón y siempre que venía a recogerme le pedían fotos, incluso los padres de los niños", explica.
Cuando vino a vivir a Barcelona, compaginó el Cornellà, una de las mejores academias del país, con la escuela de futsal Jordi Sánchez, liderada por su tío. Dice Leo que de no haber jugado a futsal, hubiera sido más torpe con el balón. En alevines ya tuvo que elegir un camino: seguir en Cornellà o fichar por el Barça de futsal. "Mi padre me dijo: vete al fútbol once que es donde está la pasta", bromea. Siguió en el Cornellà hasta que dos años después el Barça volvió a llamar.
El mejor regalo de cumpleaños
"Era el día de mi cumple y fuimos a comer con mi familia. Yo sabía que me quería el Espanyol. Vino mi tía y me dijo: Leo, tengo una mala noticia para ti, no vas a ir al Espanyol. Me puse muy triste", recuerda. "Luego me estaban dando los regalos y mi madre me trajo una carta. Ponía que nos había llamado el Barça para ir a probar. Fue increíble", explica feliz. No hizo falta que probara, lo ficharon directamente. Viviría en La Masia hasta ser juvenil de segundo año.
"En el primer entrenamiento veía la gente y me preguntaba qué hacía yo allí, si era el más torpe", comenta. Los que más le impresionaron fueron Xavi Simons y Pau Servat, ahora en la Serie D italiana. "Hacían lo que querían", dice. Vivir en La Masia, asegura, es una forma de adaptarse rápidamente. Es el camino, por ejemplo, que eligió Noah Darvich. "Ahí respiras Barça, te pasas el día con tus compañeros", cuenta Leo, aunque también hay "egos, jerarquías". A día de hoy, comparten el mismo techo Lamine Yamal, Cubarsí y chavales de categorías inferiores. "Es una forma de tenernos controlados. Cuanto más tiempo allí, mejor", asegura Dos Reis.

Según su experiencia, "La Masia es una burbuja sana". Recuerda que venía mucha gente de fuera a dar charlas, muchos coaches… Y en particular una que dio Àlex Roca. También acudían al psicólogo. Había un par de visitas obligatorias por temporada, pero cada uno podía ir cuando quisiera. "Cuando íbamos salíamos llorando, nos hacían echar de menos a la familia, nos sacaban temas personales… No nos gustaba sentirnos así, aunque luego nos dimos cuenta que era bueno", revela.
A pesar de la última aparición de Marc Guiu, es poco habitual que salgan delanteros centro de La Masia. Leo es uno de ellos. Según su opinión, "es una posición que se deja un poco olvidada". "Te dan pinceladitas: a mí lo que me pedían era meter goles", cuenta. Y con los Fermín, Simons, Casadó o Balde, lo tenía un poco más fácil que el resto: "Me movía bien y sabía que me iba a llegar el balón. Era muy fácil".
Se enteró de que fue convocado con la Selección estando en clase
Los sacos de goles le sirvieron para ir convocado con la Selección. Se enteró en clase. "Estaba con Jorge Alastuey -ahora en el Teruel- refrescando la página con el iPad, escondido, porque había rumores de que podía ir. Como era el goleador de la temporada, sabía que había opciones", explica. Había dos listas para dos torneos distintos. En la primera, su nombre no apareció. "Seguimos bajando y me vi. Alastuey se levantó y gritó que me habían convocado. Toda la clase empezó a aplaudir", recuerda.
Debutó contra Francia y el segundo partido, curiosamente, fue contra Brasil. "Salí de titular y en el túnel me dijeron que por qué no jugaba con ellos. Ya me conocían porque jugaba con el Barça, se había hablado. Durante los partidos los centrales me dijeron cosas", cuenta entre risas. Cuando estaba cerca de cerrar su etapa formativa, regresó a Cornellà para tener más minutos. Y de ahí dio el salto al Birmingham, que tenía un convenio con el club catalán.

Dejó atrás los años en La Masia y pasó a vivir con una familia, en una house family. "Te ayuda adaptarte al país, hasta me llevaban a comidas familiares", cuenta. A los 18 años, jugaba en el Sub-23. Cuando subía a entrenar en el primer equipo, ahí estaban Mikel San José o Alen Halilovic. Tuvo como compañero a Jobe Bellingham, un año después de que el internacional inglés se fuera al Borussia Dortmund. "Jude nos venía a ver cuando podía", reconoce. Fueron campeones de la segunda categoría Sub-23 y entonces apareció el Monza.
Leo vivió el frenesí de lo que es completar un traspaso el último día del mercado. "Yo siempre les digo a mis representantes que no me quemen mucho la cabeza. Que me avisen cuando haya algo de verdad, porque sino te despistas. Yo lo que quiero es jugar a fútbol y ya está", expone. Y así fue cuando a horas del cierre, tuvo que ir corriendo a las oficinas del Birmingham para cerrar el fichaje por los italianos: "Un chico me imprimió el contrato, lo escaneó y firmé. Me fue por minutos. Al día siguiente ya estaba en Monza".
Fichado por el Girona... y primera lesión de su carrera
El verano pasado, un nuevo movimiento. Apareció Girona en el decorado. "Los directivos estaban decidiendo a quién fichar, Arnau me recomendó y me ayudó a llegar. Para mí fue ideal", explica. En el filial gironí coincidió con Òscar Hernández, que ya le entrenó en Barcelona. Todo se quebró demasiado rápido, en octubre. En un entrenamiento se rompió el tobillo. Intentó hacer un tratamiento conservador para llegar hasta final de curso pero rápidamente sintió que no era opción. Pasó por el quirófano y se recuperó hace un mes. No seguirá en Girona la próxima temporada.
Ahora está sin equipo, aunque tiene algunas propuestas sobre la mesa. "Siempre hay un punto de preocupación. Vas de un equipo a otro, es complicado decidir", reconoce. Ha crecido rodeado de compañeros que desde pequeños 'sufrieron' la presión de la expectativas, como su amigo Simons o De la Víbora, que se sinceró tiempo atrás en Relevo. "Eran muy mediáticos. Yo no lo viví a sus niveles, que tenían que taparse para salir a la calle. Viví la parte buena del fútbol", dice aliviado.
Recientemente vio a Marc Casadó luchar por el ascenso a Segunda y ha seguido a Simons y Fermín en la Eurocopa. "Ver a tus colegas llegar arriba es un orgullo. También es duro porque éramos un grupo muy unido. Para mí son una inspiración, me motiva para seguir luchando", cierra Leo.