OPINIÓN

En el día de Kylian, apabulla Jude

Mbappé y Bellingham se abrazan tras el gol. /AFP
Mbappé y Bellingham se abrazan tras el gol. AFP

Después de soportar durante 45 minutos el acoso al hombre por todo el campo del Atalanta, el Real Madrid se llevó la Supercopa con una facilidad pasmosa. Como si la victoria tuviera que ser obligatoria y caer por su peso. Fue el primer día de la 'era Mbappé' y sus compañeros de viaje quisieron sumarse a la fiesta y no desentonar. Se lo tomaron tan en serio que, a pesar del golazo del francés, ¡vaya formar de golpear el balón!, el trofeo al mejor jugador se lo llevó Bellingham y Vinicius dejó muestras de su extraordinaria calidad individual que, por momentos, le convierte en un jugador imparable en velocidad.

Si Ancelotti pretende jugar muchos partidos con tres delanteros y Bellingham por detrás, tendrá que buscarle una solución a la salida del balón. Tchouameni necesita ayudas. Valverde y Bellingham van tan deprisa que se saltan la zona de creación y se plantan al lado de los delanteros antes de que el balón llegue pueda llegar a esa zona de finalización. De hecho, en esos 15-20 minutos de inspiración blanca, el equipo se partía en dos mitades con cinco defensas y cinco delanteros. Situación nada recomendable para partidos más académicos.

Pendiente en la primera parte de Zappacosta y de echar una mano a sus defensas, Bellingham se liberó en la segunda parte y se convirtió en el alma de su equipo. Se escalonó por delante de sus compañeros de línea, amplió su zona de influencia y se soltó un recital tanto físico como técnico. Parecía que había dos 'Jude' sobre el campo. Omnipresente en el esfuerzo, con el balón en los pies tiró de malabares: recortes, fintas, regates... Todo acompañado de una elegancia que aún da más brillantez a lo que se inventa.

Un partido no puede servir de ciencia exacta de laboratorio, pero este Madrid dejó en evidencia que tiene tanto arriba que puede sentenciar los partidos en dos brochazos y a partir de entonces poder elegir si le conviene sestear o, por el contrario, se lanza a por goleadas que irían cayendo de manera natural. Lo que desde el primer día es una evidencia es que entre Mbappé y Vinicius no va a existir ningún problema dentro del campo. No solo pueden jugar juntos, sino que se pueden convertir en cómplices inseparables. Y si, además, entra Bellingham en la ecuación, los contrarios lo van a pasar mal, pero que muy mal.