LA MIRADA

Cristiano en el mundo árabe: la imagen de lo que nunca debería ser

Cristiano Ronaldo, en su presentación en Arabia./GETTY
Cristiano Ronaldo, en su presentación en Arabia. GETTY

Mi sobrino sigue pidiendo la camiseta de Cristiano Ronaldo que no le trajeron en Navidad. Le dije que Papá Noel estaba muy ocupado bordando la nueva estrella en las de Messi. Es lo único que se me ocurrió, por no poder contarle cuál es la nueva imagen del portugués, convertido en icono y en la gran apuesta de la supuesta 'nueva' Arabia Saudí. Una dictadura encubierta, al fin y al cabo, aunque formalmente debamos referirnos como monarquía absoluta.

Cuestiones etimológicas aparte, no se trata de ninguna democracia. De hecho, sigue siendo el único país árabe donde nunca se han celebrado unas elecciones, por supuesto con la inexistencia de partidos políticos, teniendo la familia real bajo su control el poder legislativo, ejecutivo y judicial. Y éste, a su vez, está regido y limitado por la ley islámica, la cual siguen de forma estricta. Es uno de los países que más aplica la pena de muerte en el mundo, incluso en menores, y la mayoría siendo ejecutados públicamente. Los casos más frecuentes se dan por homosexualidad o adulterio. Así que no, querido Xavi, no podemos compararnos con ellos ni por un nanosegundo del metaverso. 

Con el plan Saudí Visión 2030, pretenden mostrarse ante el mundo como un país cada vez más abierto, donde se respeten las libertades y hacer un lavado de cara con presuntas reformas. Para ello, han fichado a Cristiano como imagen de un cambio que difícilmente podrá consumarse. Los 200 millones que recibirá no son, ni mucho menos, destinados por su aportación futbolística. Su contrato trasciende cualquier tipo de connotación deportiva, de ahí que haya sido el mayor desembolso de la historia del fútbol.

Es el referente además para la candidatura de Arabia a albergar el Mundial de 2033 y el gran embajador del mundo árabe. Entre esas buenas intenciones, también se encuentra la de abrir las puertas de los estadios de fútbol a las mujeres. Pero la realidad es tan sólo un espejismo de lo que sucede esta semana con la Supercopa de España. Ya en 2020 se les permitió el acceso en esta competición. Al terminar, se les volvió a prohibir.

Mientras tanto, Amnistía Internacional sigue denunciando la violación de los derechos humanos que se cometen en el país Saudí. Se mantienen las restricciones del derecho a la libertad de expresión, de asociación y de reunión. En los últimos meses, el Tribunal Penal Especializado impuso duras penas de prisión a personas por su trabajo en la defensa de tales derechos, y por expresar opiniones disidentes. Se sigue aplicando el patrocinio laboral (kafala), por lo que trabajadores migrantes no pueden cambiar de empleo sin el permiso de la entidad empleadora, además de privarles de una libre circulación.

Las mujeres no tienen permiso para salir de sus casas, ni pueden utilizar el transporte público o viajar sin la autorización de su marido o familiar. Tampoco divorciarse ni optar a la custodia de los hijos. Y aunque en 2005 se prohibieron los matrimonios forzados, la práctica sigue vigente en todo el país, y no se tiene una edad mínima para que se lleven a cabo. Ni siquiera pueden elegir su propia ropa y deben usar la abaya, la túnica negra hasta los pies. on pocas las que trabajan fuera del hogar. La mayoría de las carreras universitarias están vetadas para las mujeres y no se les permite hacer deporte. Les está prohibido el ingreso a los lugares sagrados y sólo tienen algunos espacios reservados para ellos. Tampoco pueden entrar en cementerios para despedirse de sus seres queridos ni abrirse una cuenta bancaria.

Georgina Rodríguez es, quiera o no, imagen también de la mujer en Arabia. Aunque auguro que seguirá representando a un porcentaje minúsculo de mujeres, no sólo saudíes, sino del resto del mundo, donde ella, desde su burbuja blindada de oro, apenas se acerca a palpar.

Con todas estas atrocidades, Cristiano ha aceptado el trato. Porque como casi siempre, el dinero corrompe todos los valores posibles. Y todo eso, sin dejar de ser el ídolo de tantos niños, como lo es de mi sobrino, al que algún día le explicaré que CR7 eligió un final de carrera muy alejado de aquella grandeza que, como futbolista, siempre tuvo.