OPINIÓN

¿A qué hora dimiten Vilda y De la Fuente?

Jorge Vilda y Luis de la Fuente, a la derecha, aplaudiendo a Rubiales tras su discurso./

Dos seleccionadores reforzados recientemente, tras un Mundial femenino glorioso y una Nations League reparadora, deben dejar sus puestos en la Selección de inmediato. No me he vuelto loco. A estas horas, nada más llegar de Las Rozas, no encuentro nada más sensato que teclear.

Que lo haga Jorge con su estrella en el pecho y con el aumento de sueldo desproporcionado. Y que lo ejecute cuanto antes Luis con la lista de la Absoluta ya en el horno para los partidos de septiembre. Qué más da cuando se hiere la sensibilidad y cuando el egoísmo se impone a la solidaridad. Si continúan, después de haber quedado retratados a ojos de todo el mundo con unos aplausos indignos y serviles a Rubiales, los silbidos de Piqué en algunos campos de España van a quedar en una simple broma del pasado al lado de este inolvidable e histórico caso que nos abochorna.

El menosprecio a la mujer y a un movimiento imparable como el feminismo, que a todos nos está enseñando afortunadamente tanto, va mucho más allá de una salida de tono puntual, de un error humano o de una nefasta racha de resultados. A Vilda y a De la Fuente estamos dispuestos a perdonarles casi todo. Incluso que sienten a Misa por desobedecer o que convoquen a Eric García o Rodrigo Moreno. Todo, salvo que sostengan a un tirano.

En esta Asamblea de la vergüenza que la Federación ha perpetrado este viernes no se trataba de apoyar la gestión institucional de un hombre, con sus aciertos (que los ha tenido) y sus fallos (que le han enterrado). El orden del día, repleto de enfoques económicos y temas secundarios, era una pantomina indigesta. La cita, la real, la esperada, consistía más que nada en validar un comportamiento vejatorio y denunciable o condenarlo. Sin necesidad de alzar la mano. Los gestos, las miradas, las presencias, las ausencias, los escaqueos y hasta la valentía de atender -o no- a la prensa a la salida de la verbena tenían más significado y lecturas entre líneas que nunca. Y ellos dos, técnicos de nivel contrastado, dilapidaron de golpe y porrazo toda su credibilidad ganada con esfuerzo.

Jorge Vilda y Luis de la Fuente, aplaudiendo el discurso de Rubiales.
Jorge Vilda y Luis de la Fuente, aplaudiendo el discurso de Rubiales.

No es lo mismo querer a una persona que defender cada uno de sus actos. Y conviene no mezclarlo. Por poner un simple ejemplo: se puede querer hasta la saciedad a un familiar que esté en la cárcel, y de hecho lo suyo es incluso visitarle y pedir el comodín del bis a bis, pero lo que no tiene cabida es no censurar que haya robado, reírle la gracia sin pensar en la víctima y, además, promocionar la nefasta ocurrencia. Si hay besos envenenados, también existen aplausos que son dardos. Ambos tendrán derecho a justificarse, faltaría más, otra cosa es que -visto lo visto- ya queramos escucharlos.

Vilda y De la Fuente le deben la vida a Rubiales. Lo sé. Me consta. Y han trabajado a destajo para agradecerle con hechos y objetivos cumplidos que estaban a la altura del encargo. No se les pedía en estas horas que lleven la contraria alguna vez al amo y lo aireen, aunque se pueda. Ni que debatan alguna de sus minuciosas estrategias, que es un ejercicio bastante democrático. Simplemente se les exigía mesura y decoro. Y no era algo nada complicado. Hay miembros del cuerpo técnico de sus equipos que, pensando en su mujer e hijas, observaron las patrañas de Rubiales en directo sin pestañear y, cuando acabó, no se menearon. Bastaba con estar. Eso, hasta cierto punto se entiende. Pero le permitieron al presidente usar sus nombres en vano y, lo más doloroso, se atrevieron a arropar un discurso zafio en sus ansias de no perder la cabeza en un pelotón repleto de pelotas.

Ni Vilda ni De la Fuente pueden defender ni un minuto más el escudo que representa a todo un país.Siga o no Rubiales, aunque llegue Pedro Rocha como hombre de paja y heredero de la secta y, puestos a soñar, sin importar que pueda entrar ahora mismo el Gobierno con los tanques en Las Rozas para liberar a un montón de buenos profesionales que, pese a algunos silencios injustificados, viven abochornados desde hace años y hasta con miedo a las represalias. Hay discursos públicos tan lamentables, como el de Rubiales en su inmolación televisada, que dan una seria pista de lo que puede llegar a hacer a solas o en la clandestinidad. Y eso no sólo no hay que aplaudirlo, sino que hay que condenarlo.

El CSD, el TAD, la FIFA o la Santísima Trinidad seguramente que no puedan hacer nada en este deseo que lanzo al viento, ni suspender temporalmente o inhabilitar. Bastante tienen con frenar a Rubiales e impedir que se suba con una bandera de España y el bombo de Manolo a Torre Europa para gritarle al mundo que es la hostia. Pero no hay tribunal más justo que el futbolero. Sin togas, corbatas ni trapos. Las futbolistas ya han hablado. Y ellos, siempre por detrás, no deberían tardar ni dudarlo de una manera mucho más contundente, de forma individual y sin refugiarse en un sindicato. Mientras Vilda y De la Fuente sigan, no dejaré de pensar inconscientemente en uno echándose la mano al paquete y en el otro, dando picos sin preguntar antes.