SELECCIÓN

El año en el que De la Fuente, la apuesta de tres desterrados, pasó de parche a bandera de la RFEF

Rubiales le nombró sustituto de Luis Enrique, Albert Luque le dio peso y Rocha le prometió un contrato que ahora, tras ganar la Eurocopa y renovar automáticamente, le firmará Louzán.

Luis de la Fuente, seleccionador español. /GETTY
Luis de la Fuente, seleccionador español. GETTY
Alfredo Matilla

Alfredo Matilla

Normalmente, cuando alguien entra por la puerta tiene la tendencia de destruir buena parte de lo que había levantado durante años el que sale por ella. La política es el mejor ejemplo de esta manida autodestrucción. Sin embargo, este vicio no se agota entre nuestros dirigentes. Miren en sus empresas. O en los banquillos que nos rodean. Hay más de lo mismo. La obsesión por tapar las huellas. El primer mandamiento del nuevo jefe o del entrenador recién nombrado es modificar a las primeras de cambio hasta el palo de la bandera.

En la Real Federación Española de Fútbol también ha existido esa tentación durante este último año que se nos va. Sobre todo porque veníamos de una crisis institucional como nunca hubo otra en la historia y urgía distanciarse de ese mal llamado Rubialismo. Una religión originada entre Motril y Salobreña a la que los actuales pesos pesados de la RFEF pertenecían como fundamentalistas, pero de la que ya nadie se acuerda. Por eso, tiene un mérito increíble lo que ha conseguido Luis de la Fuente (Haro, 63 años). Después de ser nombrado por Luis Rubiales en diciembre de 2022, elevado por Albert Luque cuando llegaron las primeras curvas y empoderado por Pedro Rocha —tres proscritos de la casa—, Rafael Louzán, los barones, los 600 trabajadores que habitan en Las Rozas y el mundo del fútbol en general siguen abrazados al seleccionador, en un caso único, hasta convertirlo en su líder.

Para el riojano no ha sido nada sencillo consolidarse entre las llamas. Desde que fue nombrado técnico de la Selección tuvo que justificarse por un currículum supuestamente precario. Una carrera que cinceló en la cantera de Sevilla, Athletic y la Selección y que aún no le había permitido dirigir en el fútbol profesional que sí mamó como jugador. De ahí que más de uno le viese —y tratase— al inicio como si fuera un parche temporal. Pese a que los primeros resultados comenzaron a hablar en su defensa, el tortazo en Escocia (2-0) casi le cuesta el puesto con buena parte de la prensa en su contra. Si no llega a ser por la insistencia del director de fútbol en mantenerlo, aquel disgusto de Glasgow hubiera traído consigo un finiquito.

De la Fuente pone nota al año de España. Europa Press

Lo peor llegó hace 16 meses, cuando el técnico quedó retratado junto a otros por aplaudir a su antiguo jefe en aquella Asamblea de la vergüenza que dio la vuelta al mundo. A su alrededor, y pese a los éxitos deportivos en la Ciudad del Fútbol, desde entonces han ido saltando por los aires desde el director deportivo, hasta el responsable de la cantera, pasando por otros profesionales que estaban alrededor del equipo a diario. Pero él no. Y eso que más de uno le buscaba en cuanto había ocasión. En Valladolid, con la lesión de Gavi de la que algunos le culparon, vivió su noche más amarga en el cargo. Aun así, su trabajo, la discreción y el cariño del vestuario le permitieron seguir con firmeza a lo suyo. Los resultados no hicieron más que respaldarle. Tras ganar la Nations League en 2023 y lograr una clasificación inmaculada para la Eurocopa, este año se presentó en Alemania para conseguir otro título inolvidable basado en dos pilares: una convivencia familiar —que dejó a los directivos bien aislados— y un juego envidiable con el que fidelizó a todo un país.

La metamorfosis

El 2024 será recordado por este éxito europeo que, junto al de los Juegos, devuelve al fútbol español de selecciones al pedestal del que se había bajado hace tiempo. Pero el seleccionador, que practica el perdón como cristiano practicante, sabe que algunos le estaban esperando y se han quedado con las ganas. Cuando a principios de año habló de su contrato, algún que otro presidente territorial torció el gesto. Con la crisis de Brahim aparecieron detractores de puertas para adentro. La lista de convocados para la gran cita del verano también le trajo dardos a su alrededor por el palo a Cubarsí y el poco tacto con Real Madrid y Atlético. Y una vez ya en la concentración de Donaueschingen pasó la primera semana defendiendo a Laporte porque los peros de algunos medios llegaban teledirigidos desde los despachos. Después, ya siendo campeón de Eurocopa, le llamaban "agrandado", le afearon que cerrara la puerta de los entrenamientos e incluso que avivara la polémica con un contrato que se había renovado automáticamente hasta 2026 pero con el que él no comulgaba por haberse quedado desfasado con esos 600.000 euros de sueldo.

Luis de la Fuente, manteado tras ganar la Eurocopa de Alemania.  GETTY
Luis de la Fuente, manteado tras ganar la Eurocopa de Alemania. GETTY

Aquello es hoy la prehistoria. El ejemplo más contundente se vivió en plenas elecciones, solventadas a favor de Louzán el pasado 16 de diciembre. Los dos candidatos que se expusieron a las urnas (el gallego y Gomar), el Plan B que al final se apartó de la carrera (Sergio Merchán) y los que se postularon pero no consiguieron avales (Juanma Moreno, Gerardo González Otero...) tenían a De la Fuente en sus oraciones. Y no sólo ellos. El cariño al seleccionador era cuestión de Estado. Pasó de no ser demasiado popular el año pasado, cuando se debatían hasta sus gustos por los toros o El Cachorro, a tener que desdoblar su agenda para poder acudir a todos los rincones donde le reclamaban. Es un santo para el pueblo. Igual daba un pregón, que encendía las 12 millones de bombillas de Madrid, que acudía a 'El Hormiguero'. Había pasado en cuestión de meses de técnico interino a una estrella de rock.

"Todos quieren invitarle", reconocen en la Federación. Sólo una intervención de rodilla el pasado 3 de diciembre le ha permitido aparcar su gira hasta el nuevo año, donde ya tiene apalabrado dar varios pistoletazos de salida en Semana Santa. En la segunda quincena de septiembre tuvo 12 eventos. Y entre octubre y noviembre más de 30 compromisos, llegando a acumular hasta tres en alguna jornada interminable: invitaciones de FIFA y UEFA por ser campeón, premios de toda clase y condición, visitas a las Territoriales y Comités de entrenadores, compromisos con patrocinadores, entrevistas con medios internacionales, anuncios, invitaciones de otras federaciones... Todo ellos, además de ver partidos. Tanta es la actividad que dejó claro, como norma, que desde una semana antes a las concentraciones, y por supuesto mientras está esos 10 días con la Selección, no quiere saber nada de nadie.

Y esto, pese a quien pese, no hubiera sido posible sin aquella tarde de perros del 7 de diciembre de 2022. Esa tarde fue cuando Rubiales, sin importarle los jirones acumulados después de cuatro años y medio convulsos de gestión, se cargó en cuestión de horas a Luis Enrique, decidió dejar de contar con José Francisco Molina en la dirección, elevó a Albert Luque y nombró nuevo seleccionador a De la Fuente. Un terremoto que comenzó a cocinarse en el avión de vuelta que trajo a la Selección del espantoso Mundial de Catar tras la eliminación el día anterior a manos de Marruecos en los penaltis. En ese vuelo, en el que sólo regresaron 14 internacionales de 23, cambió la historia de la Roja. En mitad del viaje, según varios testigos presenciales, el expresidente llamó a Luque para que se sentase a su lado en la parte delantera y departir tranquilamente, una vez que ya se habían consumido tres horas y media de viaje y quedaban 90 minutos por delante. El catalán, que hasta entonces era adjunto a la presidencia, supo de primera mano que algo esta a punto de saltar por los aires. La cara de preocupación de Rubi anunciaba cambios. Hasta ese momento no se deslizaron nombres propios ni se concretaron las medidas a adoptar. Simplemente quedó fijada una reunión en la vivienda del mandamás para unas horas después.

Se desata la tormenta

Al aterrizar, Rubiales ya no se pudo contener y le comunicó a su núcleo duro que iba a destituir a Luis Enrique y a Molina. El pesimismo de la España futbolera ya era insostenible. La decisión final se adoptaría en una reunión a tres bandas, entre el presidente, Albert Luque y el director del gabinete de presidencia Chema Timón, que luego fue reubicado en el equipo de trabajo de la candidatura del Mundial 2030. Ahí, en esa cumbre, Rubiales le traslada a Luque que quiere que él sea el nuevo director de la Selección y que, además, proponía a Luis de la Fuente como seleccionador. Mostró diferentes razones con mucha contundencia: era un buen líder, un gran gestor de grupos y un pacificador en un momento de tensión donde Luis Enrique había sobrepasado varias líneas rojas. Luque le reforzó, a sabiendas que en la casa se hablaba de otros nombres como Marcelino, Caparrós, Iraola, Míchel y hasta Paco Jémez por los continuos ofrecimientos de mil agentes. Al nuevo director de fútbol, que fue destituido la pasada primavera, le animaba el hecho de que tenía plena confianza en el equipo de trabajo que siempre acompañaba a De la Fuente y, por encima de todo, quería promocionar la cantera como centro del proyecto deportivo.

Albert Luque, Luis Rubiales y Luis de la Fuente, juntos en una foto de archivo.  GETTY
Albert Luque, Luis Rubiales y Luis de la Fuente, juntos en una foto de archivo. GETTY

Molina fue el encargado de dar la noticia a Luis Enrique. Primero paso. El segundo era llamar a De la Fuente. El técnico ya se olía algo desde un par de horas antes, cuando empezó a recibir llamadas y mensajes de varios periodistas y vio cómo algunos medios digitales le incluían entre los candidatos. Tardó una media hora en llegar y allí, cansado pero con una sonrisa, Rubiales le esperaba para comunicarle una noticia que iba a cambiar su vida. En esa reunión, le propuso que le acompañase como segundo Julen Guerrero, seleccionador en esos momentos de la Sub-17. Sin embargo, De la Fuente se negó —por eso no se hablan— y dijo que su hombre de máxima confianza para ese cargo sería Pablo Amo, que entonces era el seleccionador Sub-18.

De la Fuente estaba tan emocionado y agradecido por la confianza que sólo le preocupaba el tema deportivo. Lo que menos le importó fueron las condiciones. Rubiales le ofreció dos años de contrato, hasta junio de 2024 (hubo que ampliarlo para subsanar el error y que pudiera estar en esta Eurocopa), con la opción de que se prorrogaran de manera unilateral por parte de la RFEF dos años más si se hacía un buen papel en la Eurocopa. Como ha sucedido: sigue hasta 2026 a la espera de una revisión para la que ya ha iniciado los trámites el nuevo presidentes. Los cuatro asistentes a aquella cumbre sellaron el pacto y se abrazaron. Se iniciaba una nueva era. Tanto que, con otra Nations a la vuelta de la esquina y un Mundial ilusionante por delante en año y medio, nadie se atreve ya a ponerle fecha de caducidad.