DANA EN VALENCIA

Reviviendo cuatro días terribles por la DANA: "Nos frieron a alarmas hasta las doce de la noche, pero cuando sonó la primera ya estábamos atrapados"

"Es una locura, Cris. Lo que contamos en la radio y sale en la televisión no se corresponde ni con el 10% de la realidad".

Efectos de la DANA en Valencia./EFE
Efectos de la DANA en Valencia. EFE
Cristina Bea

Cristina Bea

Sí. Los valencianos somos los 'tetes', los 'nanos', los de la Ruta del Bakalao. Somos los de la pólvora, las Fallas y la 'terreta'. Somos los de la hochata y los 'fartons', los de la paella los domingos. Somos los de Sorolla, Berlanga y 'La Mare de Déu', seas creyente o no. Y también somos ese pueblo que lleva cuatro días siendo un ejemplo de solidaridad y empatía tras una DANA que está cerca de convertirse en la catástrofe "natural" más importante en las últimas décadas en Europa.

"En España lo mejor es el pueblo. El patriotismo, por ejemplo, es siempre popular, no es del 'señorito'. El 'señorito' vende a la patria y el pueblo la salva con su esfuerzo y con su sangre", le respondió Antonio Machado al periodista y escritor valenciano José Orozco Muñoz en una entrevista publicada el 1 de mayo de 1937 en el diario madrileño 'Ahora'. La charla tuvo lugar en la etapa en la que el poeta de la generación del 98 residió en Rocafort, desde noviembre de 1936 hasta enero de 1938, tras ser evacuado de Madrid en los primeros meses de la Guerra Civil e instalarse en el chalet Villa Amparo. Antes, habían sido acogidos provisionalmente en la Casa de la Cultura de Valencia.

Somos un pueblo acogedor, altruista, colaborador. Hemos crecido escuchando a nuestros mayores hablar de la riada de Valencia del 57, viendo placas en numerosas calles y edificios -en el túnel de vestuario de Mestalla, por ejemplo-, de 'hasta aquí llegó la riada', o hablar de la Pantanada de Tous del 82. Amamos el Mediterráneo pero dudamos de cualquier agua brava que nos encontramos aquí y allá. Desde ahora dudaremos también de cualquier alerta roja por lluvias.

Dirección de las distintas riadas.  RELEVO
Dirección de las distintas riadas. RELEVO

"En la vida había visto tanta agua. En cuanto vi que el agua tocaba el puente le dije a mi mujer: 'Vámonos de aquí'", me contaba ayer Jose, 'Cheíto', vecino del Xenillet, uno de los barrios afectados en Torrent que recorrí para ver cómo estaba la zona y cómo podía ayudar. Ese puente que unía el barrio con el colegio Juan XXIII ya no existe, está a los pies del barranco. Un poco más adelante, también está destrozado el que une Alaquàs y Torrent. "El problema es que aquí se junta el barranco del Poio con el de Torrent (Barranco de l'Horteta). El agua chocó aquí delante y por eso subió con tanta fuerza", refería Isidro, escoba en mano, mientras pedía ayuda. "Mira esa ventana rota. Por ahí los vecinos sacaban a la gente de la finca. El agua llegó hasta la máquina del aire acondicionado", señalaba a metros de altura Adrián Domínguez, un conocido del fútbol torrentino que me enseñó las calles del barrio, de mayoría gitana, en medio de lamentos y reflexiones: "Dicen qué es más peligroso, si el agua o el fuego. ¿Con qué se apaga el fuego?". En esas nos cruzamos con Javi Noguera, presidente del Evangélico CF, que llevaba un cajón con platos de paella que repartía en la zona, en la que se está encargando de alimentar a los vecinos, que lidian con los cortes de suministros y que recogen ropa en la iglesia evangélica Filadelfia.

"En la vida había visto tanta agua. En cuanto vi que el agua tocaba el puente le dije a mi mujer: 'Vámonos de aquí'"

Jose Vecino del Xenillet (Torrent)

En Torrent hay ocho muertos confirmados hasta la fecha y la sensación general de haber tenido suerte en comparación con los destrozos físicos y humanos de, por ejemplo, Picanya o Paiporta, los municipios más cercanos donde el agua ha devastado calles y vidas. "Es una locura, Cris. Lo que contamos en la radio y sale en la televisión no se corresponde ni con el 10% de la realidad", me decía esta mañana Sergi López, compañero periodista de Onda Cero en Valencia con quien hablaba por WhatsApp. Su ayuda hoy va a ser cuidar a los hijos de unos amigos de Paiporta para que ellos puedan ir a limpiar su casa, a la espera de que se vacíe el garaje: "Ayer por la mañana en Paiporta la furgoneta de los servicios funerarios de la consejería de justicia iba recogiendo cuerpos, ha habido gente que se ha despedido con llamadas o audios de sus familiares y que ha muerto ahogada, incluso hay cuerpos flotando en los garajes. Es lo más heavy que he visto en mi vida. Todo el mundo tiene que ayudar en la medida que le sea posible, faltan manos, y van a seguir faltando manos durante mucho tiempo".

Manos y maquinaria. La falta de ayuda suficiente y profesional está llevando a muchas personas a sentir "impotencia", a sentirse "inútiles" y "desesperados". Se lo estoy oyendo a tantos amigos y conocidos que piensas en el grado de responsabilidad tan extrema que hemos adoptado los ciudadanos. Y la ayuda vecinal está siendo maravillosa. Los ríos de gente caminando para llegar a las zonas más afectadas, ese 'el pueblo salva al pueblo' que claman voces y pancartas nos acompañará siempre, la maratón solidaria en la Ciudad de las Artes y las Ciencias esta mañana ha vuelto a ser un orgullo, pero no podemos echarnos a la espalda carga de más. La emocional va a pesar mucho y nos va a acompañar siempre. "Hay lugares donde ya no llegamos. Máquinas, hacen falta máquinas. Acabo de estar allí ayudando y estamos quitando barro y están apareciendo cadáveres. Un horror", me decía el jueves Pepe Plá, exjugador del Levante y el Valencia, entre otros, ahora técnico del equipo femenino en categoría nacional del Discóbolo, que lleva desde el miércoles embarrado en las instalaciones del club, instalado en el barrio de La Torre. "Soy duro de cabeza, pero ver a tantas familias que conozco sufrir así es muy complicado…" Los puntos suspensivos de Pepe son con los que pronunciamos muchas de nuestras frases, pensamientos y suspiros. Lo visto y sentido desde el martes 29 de octubre de 2024 nos va a costar digerirlo.

"Hay lugares donde ya no llegamos. Máquinas, hacen falta máquinas. Acabo de estar allí ayudando y estamos quitando barro y están apareciendo cadáveres. Un horror"

Pepe Plá Exfutbolista y entrenador del Discóbolo

Y eso que yo hablo en un plural que hasta me parece ridículo. Soy una privilegiada. Mi familia, mis amigos y mi entorno están vivos, más allá de sustos y daños materiales varios que en medio de la tragedia parecen insignificantes, aunque no lo son. Perder un coche o un negocio es muchísimo para quienes lidian con los finales de mes. Yo estuve siempre a salvo. La DANA me pilló el martes en un tren que salió de Chamartín a las 17:15 horas. Había llegado el sábado anterior desde Valencia para cubrir para DAZN el Rayo Vallecano-Alavés y ver El Clásico en el Bernabéu, y me quedaba hasta el martes en la ciudad. En principio. Todo mi no drama fue tener que quedarme dos días más de lo previsto en Madrid, donde me acogió mi compañera de Relevo Natalia Torrente, y comprarme ropa interior para salir del paso rápido.

A las 18.45 horas nos habían parado en Cuenca con un mensaje por megafonía que decía que se había inundado el túnel de Requena. A las 20:30 horas retomamos la marcha en dirección a Madrid. Estábamos de vuelta porque se había cortado la circulación definitivamente. En el tiempo en que estuvimos parados y volvimos a Madrid, mi madre me contó que le había sonado la alarma de alerta en el móvil, sobre las 20:00 horas, y mi amigo Fran escribía a las 21:35 horas en nuestro grupo de WhatsApp 'Friends desde los 3 años': 'Mi hermano y unos cuantos conductores están atrapados en un puente entre Massanassa y Benetússer, con el agua subiendo y sin responder el 112. No hay casas alrededor para subir en alto. Está en las afueras. Encima no le queda pila en el móvil".

Así empezó una angustia que en ese caso terminó a las 5 de la mañana, cuando José Luis consiguió llegar de vuelta a casa en Torrent. Preguntar por él fue lo primero que hice al amanecer el miércoles. "Ya está en casa. Gracias", escribió Fran. Lo que vivió y cómo consiguió salir del embudo su hermano me lo acaba de contar él al otro lado del teléfono: "Mi zona de trabajo es la de Albal, Massanassa, Alfafar, Benetússer. Sobre las seis y media mi jefe nos mandó a casa, porque veíamos vídeos de gente que tenemos familiares río más arriba, que venía desbordado. Yo tenía avisos de alerta roja de la AEMET y todo esto por mi interés siempre por la meteorología, pero sin hacerle mucho caso porque aquí no había llovido y no pensábamos nada, nada, como mucho una 'barrancà', típica, nada extraordinario. Yo venía por La Torre hacia Catarroja y cuando llego a la rotonda de Massanassa, que es justo antes del barranco, yo lo veía muy lleno, muy lleno, cuando llego a la rotonda veo que el agua está entrando en Massanassa. Eran las 18.59 horas", relata este técnico en construcción.

"Yo tenía avisos de alerta roja de la AEMET por mi interés por la meteorología, pero sin hacerle mucho caso porque aquí no había llovido. Pensábamos que como mucho sería una 'barrancà', lo típico, nada extraordinario"

José Luis Vecino de Torrent atrapado por la DANA

Fue la subida del agua la que marcó su frenazo, no en seco. "Paro ahí. Veo que los coches empiezan a amontonarse para entrar a Massanassa y empiezan a chocar coches contra las primeras fincas del pueblo. Cuando voy a cruzar el puente me doy cuenta de que al otro lado, dirección Catarroja, en el siguiente tramo, el agua del barranco se ha salido y ya está cruzando la autovía. Decido dar la vuelta para salir por donde venía, y ahí me doy cuenta de que en el Polígono de la Mina ya también se había salido. Total, que nos quedamos en ese tramo unos 35-40 coches, con gente. Dirección Valencia salía gente ya con el agua por las ventanillas y se acercaron y se quedaron mojados allí con nosotros", cuenta este torrentino de 41 años que me pide que no cite su apellido porque prefiere ser "un conductor más".

Con los otros conductores con los que compartió experiencia se convirtieron "en una piña". "Había gente muy nerviosa, atacada, pero luego había gente que pensamos más en soluciones. Veíamos subir el nivel del agua y algunos nos dedicamos a ver cómo venía el barrando, por si iba a ir a más; otros nos fuimos a un lado y otro para tener unas marcas y ver si el nivel tardaba en subir y, efectivamente, el nivel estuvo subiendo hasta prácticamente las once y pico. Subía, subía, subía, calculamos unos veinte centímetros cada hora", recuerda José Luis, que se quedó clavado en aquella rotonda sobre las 19 horas.

Todos los vídeos que grabó fueron en apenas dos minutos, entre las 18.58 y las 19h. "Nos frieron a alarmas. Pero cuando nos frió la primera alarma del servicio de Protección Civil, debían ser las siete y media, ya estábamos atrapados allí.Luego nos frieron, 17, 18, 20 veces, hasta las doce o así", asegura José Luis, que para entonces ya había subido su coche "a la punta de la montaña que hace la rotonda" -lo mismo hicieron varios conductores más-, y compartía vivencias con sus compañeros de suceso.

"Había gente que tenía empresas, con gente dentro, cerca de la Pista de Silla, otros con empresas y gente subida a las cubiertas en el polígono del Oliveral, en Ribarroja. Estábamos allí hablando y viendo hasta dónde nos subía el agua. Nos charlábamos más que nada para quitarnos los nervios y esperar. No quedaba otra que esperar. Hasta las once el agua nos subió sin parar. Pensábamos que de allí no nos iban a sacar, porque no había forma de conectar con el 112 ni Policía, y mientras subía el agua estábamos mirando y sorteando a qué árbol nos íbamos a subir, porque es una zona que en la mediana y en la rotonda hay varios árboles. También teníamos claro que, como estábamos casi en el mismo cauce, sabíamos que si se nos iba a llevar, lo que íbamos a tratar es que se nos llevara a través de Massanassa. Nos 'tiraríamos' hacia la izquierda por si teníamos la posibilidad de, a través del municipio, aunque nos fuera arrastrando el agua, poder engancharnos a algo mientras flotábamos por dentro del pueblo, porque si se nos llevaba hacia la zona del cauce, acabábamos en la Albufera", reconoce el hermano mediano de mi amigo Fran, marido de Ana María, una de mis mejores amigas del colegio.

"Mirábamos y sorteábamos a qué árbol nos íbamos a subir. Teníamos claro que, si nos tenía que llevar el agua, nos tiraríamos hacia Massanassa para poder engancharnos a algo. Si nos llevaba hacia el cauce, acabábamos en la Albufera"

José Luis Vecino de Torrent atrapado por la DANA

José Luis y yo nos conocemos desde hace veinticinco años. Se me pone la piel de gallina mientras le escucho y trato de ponerme en su lugar cuando dice que había que mantener la cabeza "tibia", que no fría. "Lo impactante era que el caudal del río era una barbaridad", dice alargando mucho la erre, "iba totalmente por fuera del lecho, la lengua creo que podría decir que hasta la urbanización de Villa Carmen desde Catarroja y hasta pasado el Polígono de la Mina en Benetússer era todo un agua, horizontal, a gran velocidad, muy plana, muy ancha, toda hacia abajo. Tampoco era plan de ponerse excesivamente nervioso. Estábamos allí, no dependía de nosotros. Era esperar. También, mirar si iba a subir mucho, en qué parte íbamos a estar más altos; si iba a subir mucho más, subirnos, al coche, y si iba a subir mucho, mucho más: 'Pues a este árbol llegamos, aquí podemos subir…' Se nos acercó mucho el agua, hasta prácticamente la glorieta, pero tuvimos suerte de pillar un tramo de la autovía que, por lo que sé ahora, es el más alto desde Catarroja hasta prácticamente La Torre", recalca, al tiempo que me pasa un mapa para que vea su ubicación exacta.

Desde allí vivió un escenario "dantesco". "Vimos vehículos pasando por el puente a toda pastilla, estrellándose contra los primeros edificios de Massanassa. Y luego hay una imagen que siempre se me quedará grabada. No llegó a despejarse pero pudimos ver con la claridad de la noche que estábamos en el centro de una isla y el resto era agua. Como si estuviéramos en medio del mar, bajando a gran velocidad, y allí viendo que no iba a subir más, esperando". Una espera que le llevó incluso a "dormir" un rato. "Estábamos cansados, nos cayeron unas pocas gotas y antes de que bajara el nivel nos fuimos varios al coche a descansar. Yo me adormisqué y me despertaron de repente dos helicópteros grandes, que se nos acercaron bastante a nosotros, con focos. Yo creo que estaban revisando las orillas del barranco por si había alguien subido en las masías o en árboles, por si tenían que hacer algún rescate. Nos acercamos más a la rambla y nos dimos cuenta de que había bajado bastante el nivel y el agua en las carreteras se había retraído. Y lo que me di cuenta y me sorprendió fue la cantidad de gente, aquello parecía 'Walking dead', que venía andando desde las dos orillas. No sabían ni dónde estaban ni hacia dónde iban ni de dónde venían. Gente que nos contaba que habían estado subidos a árboles, que al bajar el nivel se habían bajado, unos buscaban Alfafar, otros Catarroja… Perdidos, perdidos", revive José Luis, que decidió aguardar para mover su vehículo.

"Me sorprendió la cantidad de gente, aquello parecía 'Walking dead', que venía andando desde las dos orillas. No sabían ni dónde estaban ni hacia dónde iban ni de dónde venían"

José Luis Vecino de Torrent atrapado por la DANA

"Yo llegué a casa a las cinco de la mañana. A partir de las 3 hubo gente que estaba conmigo que se atrevió a cruzar las balsas de agua. Yo pensé que total, si había estado ocho horas por qué no dos más y esperar a que se despejara más", cuenta. Es lo que hizo, hasta que empezó la aventura de volver a Torrent. "A mí me interesaba ir hacia Catarroja para enlazar con la autovía de Torrent por el pirulillo del repetidor de telefonía. Le pregunté a esa gente que venía andando que de dónde venían. Me dieron información de que la carretera se estaba despejando, pero era en contradicción. Dos o tres nos atrevimos a bajar los coches de la rotonda y en dirección contraria, con las luces largas e intermitentes, arrimados a la parte más seca, íbamos avanzando hacia Catarroja. En ese tramo yo me di cuenta de que tuve suerte, porque si llego a estar entre esa rotonda de Massanassa y la siguiente, que hay una gasolinera, o la siguiente que está la Florida, ahí estaban como nosotros pero con los coches estrellados: los había volcado, los había arrimado contra el cementerio", confiesa.

"La verdad es que sigo con la sensación de que no fue para tanto lo que viví, de que lo que pasó tuvo más importancia de la que le di yo -yo soy bastante optimista y echado para adelante-, salvo cuando veo imágenes o cuando ayer fui a Paiporta y veo la destrucción que hay. Fue al día siguiente al ver los desastres en Torrent, en Paiporta, cuando empecé a pensar seriamente que ha sido un milagro quedarme en esa isla. Que había tenido muchísima suerte, en mayúsculas, de haberme quedado en el único lugar de toda la lengua de agua en la que el nivel y la torrencialidad del agua no nos alcanzó", afirma José Luis.

Se siente fuerte. Su familia aún tiene el susto metido en el cuerpo: "Con mi mujer me hice relativamente rápido, vía telefónica. Le conté que estaba allí atrapado, que había que esperar, que ya le iría contando. Luego fue complicado hacerse con mi padre, con mi hermano pequeño, con mi hermano mayor Fran. Me decía: '¿Está nervioso?' Tampoco había que ponerse nervioso. Había que esperar, esperar, esperar y decidir qué hacer según se fuera dando la circunstancia, si subía o no subía ya veríamos qué íbamos haciendo. Mi padre vino a ver a mi mujer, hicieron piña acompañándose porque estaban esperando lo que yo dijera desde allí, muy nerviosos ellos. Quizá yo parece que estuve menos porque veía la situación y tenía que tomar decisiones, cuando hiciera falta, sin alterarse. Aquí en casa la gente lo pasó mal hasta que sobre las doce o así llamé y dije que se había mantenido el nivel y que pasaba la noche y quizá algo más de otro día, porque no esperaba que bajara después tanto, y volvía".

"Fue al día siguiente, al ver los desastres en Torrent, en Paiporta, cuando empecé a pensar seriamente que ha sido un milagro quedarme en esa isla"

José Luis Vecino atrapado por la DANA

Y volvió. Así terminó su agonía y, a la mañana siguiente, la de mi grupo de amigos del colegio por ese caso concreto, pero continuó la nuestra y la generalizada por el resto de afectados. Por las imágenes que empezábamos a ver en televisión y, sobre todo, en redes sociales. Por la dimensión del drama. Por los mensajes y el cariño que empezó a llegar de conocidos y amigos de todas partes de España y del mundo para los que sólo tenemos gracias. No sé las horas de móvil que hemos consumido desde el martes. No sé cuántas veces hemos negado con la cabeza. No sabemos cuántas víctimas se ha cobrado esta atrocidad. La cifra oficial habla de 211 a 2 de noviembre, pero serán muchas más. Sabíamos, suponíamos, que nos íbamos a ir a centenares de fallecidos, pero el dato de 1.900 desaparecidos que publicó ayer eldiario.es terminó de quebrarnos. Fue y es descorazonador. Creo que aún no llegamos a hacernos una idea real de la magnitud de la tragedia. Pienso que en el incendio de Campanar murieron diez personas. En el accidente del Metro de 2006, 43, y fueron absolutos dramas, y aquí nos vamos a ir a más de 2.000 muertos por una DANA que, lo peor de todo, es que se podía haber evitado.

Porque aquí estamos acostumbrados a las tormentas en agosto y a las gotas frías en octubre. A inundarnos y que los bajos se llenen de agua y a que el agua de las calles rebase las aceras. A sacar los coches del garaje cuando empieza a llover porque sabemos que el agua puede colarse en nuestros sótanos. Pero no a estos tsunamis. "No llovía, es que aquí no llovía. Si en Torrent apenas han caído 13 litros. El problema es todo el agua que ha venido de arriba", me decía mi padre, Policía Local jubilado que durante trece años fue jefe de Protección Civil Torrent. Nos confiamos. Eso hizo que todo el mundo calculara sus tiempos para sacar el coche, para volver a casa, para recogerse. Pero, desgraciadamente, cuántos no pudieron hacerlo… La alerta ese fatídico martes de octubre no eran los relámpagos, los truenos ni las gotas de agua tamaño moneda de dos euros. La alerta ese trágico día la debieron dar las instituciones. La Generalitat Valenciana y el gobierno central están señalados. Que cada palo aguante su vela. No seré yo quien los juzgue. No aquí, no ahora. Pero antes debían haber alertado. Antes, pronto, de manera anticipada y audaz, como tampoco está siéndolo la respuesta después del horror. Pagamos el antes y estamos pagando también el después.

Decía después del horror pero, en verdad, en mitad del horror que siguen viviendo los ciudadanos de hasta 69 municipios valencianos con una población total de 850.371 habitantes, como ha publicado un informe de la Cámara de Comercio, de las comarcas de L'Horta Sud, La Plana de Utiel-Requena, La Hoya de Buñol, La Ribera Alta, El Camp del Túria, la Ribera Baja y Los Serranos, además de tres barrios de Valencia.

Todos ellos, afectados por una DANA natural cuyos efectos debieron alertarse. Por eso entrecomillé "natural" al principio de este texto al hablar de catástrofe, porque sí, hay una parte que evidentemente fue provocada por las fuerzas de la naturaleza, pero hay otra parte que, evidentemente también, no. Y no lo digo yo. No lo dice el pueblo enfadado e indignado con barro hasta las cejas. Lo dicen los especialistas. Victòria Rosselló, jefa de Meteorología de À Punt, recuerda estos días cómo el martes a las 19 horas el Barranco del Poio ya albergaba 2.000 metros cúbicos por segundo, "cuatro veces el caudal del Ebro". Ella había hecho su trabajo y en el informativo de mediodía ya avisó de los riesgos que había.

Sabían el agua que bajaba. Sabían lo que podía pasar. No nos "frieron" a alarmas a tiempo. Es un drama. Somos un pueblo acostumbrado a renacer tras las cenizas, y esta vez lo haremos tras el agua, aunque va a costar mucho tiempo y, lo peor, demasiadas vidas humanas que no volverán por una tragedia que "se podía haber evitado". Es una de las frases más repetidas estos días y es terrible.

Mi pensamiento está con las víctimas, con sus familias y amigos, y con todos los damnificados de una manera u otra. Y con el pueblo. Sigamos unidos. Somos y seremos.