A mí me entrenó Quique Setién: "Si no crees en su mensaje se hace complicado"
Jugadores de diferentes clubes recuerdan como el técnico siempre se mantuvo fiel a su idea de fútbol pese a las últimas polémicas.
Enrique Setién Solar (Santander, 1958) no suele dejar indiferente. Con una fiel legión de seguidores de esa idea futbolística que se inspiró en Johan Cruyff, pero también con detractores que aparecieron sobre todo en sus etapas más recientes en el Betis, el Villarreal o el Barcelona. Dejando a un lado la polémica con el Villarreal o a esos rifirrafes en Las Palmas, jugadores de diferentes etapas sí reconocen ese método del cántabro para construir equipos en torno a la pelota. Disfrutar y divertir, dos palabras que se repiten cuando se recuerda a Setién. Desde Lugo, donde dejó huella, a Las Palmas o Sevilla, el cántabro cambió el estilo y generó un orgullo colectivo, quizá aspectos más difíciles de conseguir en clubes como el Barcelona o el Villarreal, sus dos últimas experiencias en LaLiga.
Rebelde como futbolista -los más jóvenes que acudan a la hemeroteca-, la pelota siempre ha sido el motor vital de Setién. "Lo único que quiero es que mi equipo juegue bien al fútbol", ha repetido el cántabro en más de una ocasión y esa filosofía la ha intentado trasladar siempre a los equipos que ha dirigido. Tras unos primeros escarceos en el Racing, el equipo de su corazón, o Logroñés, sería en el Lugo cuando el fútbol del técnico empezó a tener resonancia. "Siempre ha dicho que fue su época más feliz", señala David de Coz, uno de esos soldados del cántabro durante tres temporadas en el equipo gallego.
De Coz, canterano del Betis y con un amplio recorrido en el fútbol modesto, encontró en el Lugo una experiencia inolvidable de la mano del entrenador cántabro. "Fueron quizá los tres mejores años de mi carrera y seguro que en los que más me divertí. Disfruté muchísimo", recuerda el defensa, que tuvo que adaptarse a esa filosofía de juego que impuso Setién. "Su idea siempre ha sido la misma, salir con la pelota desde atrás y que el portero fuera un defensa más para iniciar el juego. Luego siempre le he visto eso en otros equipos. Había que arriesgar pero sin poner en riesgo al equipo, que tuviéramos una alta probabilidad de hacerlo bien", añade De Coz.
La figura del portero que juega con los pies se convierte en esencial en el esquema del entrenador. "Nunca había visto algo igual. Incluso teníamos un portero muy bueno como Yoel y jugaba otro sólo por desenvolverse mejor con la pelota", añade Fran Sol, ahora en el fútbol griego y que vivió en aquel Lugo de Setién su primera experiencia fuera de la cantera madridista. "En el vestuario llegamos a tener un cachondeo con Joel (Robles). En Eibar, un defensa se la cedió, no tenía pase y decidió meterse entre los dos delanteros que le presionaban con un cambio de ritmo. Nosotros le decíamos que en qué estaba pensando. Pero era cosa de Quique, que nos decía que hiciéramos lo que pensábamos que era mejor, eso es culpa suya", cuenta Loren, a quien Setién hizo debutar en el Betis. "A los porteros los hacía partícipes en los rondos y en los ejercicios de posesión. No he visto una cosa tan heavy como con él en ese sentido. Luego se veía reflejado en el campo", añade el marbellí. "Era difícil ver algo así en esa categoría. Pero era fiel a su idea y en el Lugo cumplimos cada año con los objetivos", agrega De Coz, que recuerda con nostalgia aquella etapa. "Nos metía su filosofía, quería que nos divirtiéramos y que lo que hacíamos en los entrenamientos se realizara luego en los partidos", expone.
De Lugo, tras seis temporadas en las que rechazó otras ofertas para continuar donde era feliz, Setién puso rumbo a Las Palmas. La destitución de Paco Herrera le hizo coger un club en problemas y al que acabaría convirtiendo en uno de los equipos de moda del fútbol español, aunque sin librarse de las polémicas. "Con todos tuvo algún rifirrafe. Su segundo, Eder Sarabia, hizo un trabajo muy bueno, un gran trabajo. Siempre estaba atento a todo, gestionó muy bien los fuegos que se iban encendiendo por ahí", admitió Aythami Artiles en una entrevista con Relevo apuntando a esas dificultades que el defensa o el propio Jonathan Viera atravesaron en algún momento con el cántabro. "El fútbol que nos dio era el mismo con el que habíamos crecido muchos de nosotros de pequeños, cuando jugábamos sin ninguna presión externa, cuando prácticamente daba igual el ganar o perder siempre que jugásemos bien y nos divirtiésemos", dijo Roque Mesa sobre ese Setién que le cambió la fisonomía al equipo amarillo. "La relación mía con Quique fue espectacular, yo era un jugador que venía por diferentes motivos de aparecer y desaparecer de las alineaciones, y él es el que me sitúa en el mapa. Siempre que eso ha sido muy claro, yo gracias a él pude convertirme de verdad en jugador de primera", recuerda Vicente Gómez, que valoraba esa sinceridad del cántabro: "En las distancias cortas era muy claro, muy directo, te decía las cosas de una manera a lo mejor un poco chocante, pero para mí por lo menos que venía de situaciones con otros entrenadores que no terminaban de hacer todo claro, creo que era lo correcto. Creo que era un punto a favor de él, o así lo veía yo".
Esas dos buenas temporadas en tierras canarias, pese a sus diferencias finales con la presidencia, le abrieron las puertas de un Betis que también buscaba un revulsivo. "Estaba obsesionado con salir con la pelota jugada, se entrenaba mucho y también los porteros hacían ejercicos de salida de balón. Nos costó al principio, pero no paró de implementarlo y el equipo lo cogió. El final de la temporada 17-18 fue espectacular, hicimos grandes partidos contra los grandes", apunta un entonces joven Junior Firpo, ahora en el Leeds, que coloca a Setién como uno de los mejores técnicos de su carrera: "Es de las épocas que más he disfrutado de los entrenamientos, que es algo difícil en el fútbol. También en esa época yo acababa de llegar en la élite, no es lo mismo que los que llevan más años. Eran entrenamientos divertidos, al futbolista le gusta la pelota".
"Lo más importante es que nos hizo creer en él. Es un gran entrenador, nos decía muchas cosas con razón. Consiguió que si una pared negra nos decía que era blanca, le creíamos. Estábamos con él. Ibas a entrenar sabiendo que ibas a disfrutar, que iba a ser ameno el entrenamiento", cuenta desde Salónica Loren Morón, que relata cómo gestionaba internamente el vestuario para lograr ese compromiso colectivo. "Después de un partido que has metido una cagada, en otros vestuarios llegas con miedo, a ver si el entrenador te va a echar una bronca o te va a fumar para el siguiente. Él formaba un debate en el vestuario sobre las cosas que se habían hecho bien o mal. No salías sentenciado y de esa manera divertida te ibas con el aprendizaje. Otras veces él y Eder se metían en una conversación delante de todos, uno con una idea y otro con otra. Algunos se ponían de una parte, otros de otra y tan normal", dice el delantero, que también agrega que eso provocaba otras situaciones con más guasa: "Algunas veces alguno decía: 'hoy voy a crear un debate'. Era sólo por molestar en plan broma. Esa forma de dirigir daba pie a eso, a tener libertad de expresión, que eso gusta a los jugadores".
La apuesta por los talentos jóvenes también ha sido una constante para Setién y el propio Junior desvela cómo acabó siendo jugador del primer equipo. "Tengo una historia con él. Yo hice la pretemporada y me dijo que no iba a firmar a otro futbolista -sólo estaba Durmisi como lateral izquierdo-, que sería del primer equipo. En agosto me lesioné en Alemania y lo que iba a ser una recuperación de dos semanas se fue retrasando. Como pasaba el tiempo, me cogió un día y me dio un golpe de realidad. Me dijo que tenía que volver al filial, que iba a subir a otro compañero (Redru) y que ya veríamos en enero qué sucedería. Fue un momento duro", dice el zurdo, que luego adelantaría de manera inesperada su salto: "Cuando me recuperé de la lesión, volví a jugar con el filial y fue un partido con el Córdoba B. Yo no sabía que su hijo jugaba en ese equipo, ni que lo tenía. Al día siguiente me llamaron para entrenarme con el primer equipo. Yo llevaba varios meses sin jugar y estaba reventado y con agujetas. Mi entrenador entonces, José Juan, me decía que tenía que ir, que no podía perder esa oportunidad. Cuando estaba entrenándome, se me acercó Quique y me dijo: ése que está ahí en la grada es mi hijo, ayer jugó contra ti. Le pregunté por el partido y me dijo que no entendía cómo el lateral izquierdo no estaba en el primer equipo". Las cosas de Setién.
También Loren subió a la primera plantilla de la mano de Setién, aunque en su caso con el handicap que ya no era Sub-23 siendo jugador del filial. "A mí me dio la oportunidad de debutar en una situación complicada. Además, el primer día me puso de titular, en un equipo con Rubén Castro, Sanabria, Sergio León… Más de uno pensó que estaba loco, sólo llevaba una semana entrenándome con ellos. Ese primer día me dio mucha confianza", señala el marbellí, que destaca también ese liderazgo que ejercía anteponiendo su persona como foco de las críticas: "Recuerdo cuando los pitos a Francis, que él salió a proteger al jugador. No me meto en las formas, pero él siempre quería proteger al equipo. No es fácil jugar en un campo con la presión social del Betis, si sale mal es jodido, y él lo asumía".
"Hubo un tiempo que se rumoreaba que yo podía ir a la Selección, me llegaba de gente del fútbol, de nuestro director deportivo y el mismo Quique me lo dejaba caer. Íbamos a un Copa y yo en principio no iba a jugar, pero le pido al míster que me ponga para que me vean. Me dijo: 'vale, pero al descanso te quito, no me pidas más minutos'. A los diez de partido recibo una entrada por detrás y me hago una subluxación de clavícula, me rompo músculos y tendones", relata Vicente Gómez sobre esa relación directa que mantenía con Quique y que provocó la reacción posterior del entrenador: "A la llegada al hotel, que era un fuera de casa, el míster me quería matar. De broma me dijo: '¿y ahora qué hacemos?' Son cosas del fútbol, detalles que uno guarda. Sólo que saliera mi nombre ya era una pasada y se lo debía a Quique, por cómo plasmó una idea de juego que me venía muy bien. Ese juego más lento, más pausado, de ir avanzando un poco todos juntos, pues era lo que mejor me venía".
"Es un entrenador llano y cercano", añade Junior, que también vivió esa pasión por la pelota del cántabro que lo llevaba a participar en los rondos. "La primera vez que lo vi meterse pensé: 'ese señor dónde va, se va reventar la cadera'. Pero se notó que había sido un gran jugador, hacía cositas", dice el exbético. "En ese aspecto quería dar más de lo que podía dar ya. En algunos rondos o partidos de fútbol-tenis salió mal parado", apunta De Coz entre risas, sobre ese aspecto con el que Setién quería mostrar esa cercanía con sus jugadores. "Tanto él como Eder (Sarabia) o Fran (Soto) se metían y no desentonaban… Aunque tenía buen abogado, que nunca se metía dentro", cuenta entre risas Loren.
"Muchas veces el poli malo era Eder también y el míster entendía mucho más a lo mejor al futbolista ya que había estado ahí. Eder sí que era mucho más exigente, sobre todo al ser un juego de posición muy marcado que teníamos en esa época. Era mucho más exigente con el posicionamiento del jugador, con atreverse, con tener la capacidad de hacer las cosas porque se habían entrenado durante la semana, pues hacerlas en cualquier escenario. Quique era una persona que entendía mucho al jugador y hay anécdotas miles de esas en el vídeo, incluso llegan a discutir por situaciones en las que Eder recriminaba algo a algún futbolista y el míster decía que era difícil", relata Vicente Gómez sobre esa pareja de los banquillos. "Él hacía un tándem con Eder Sarabia. Uno era el poli bueno y el otro el poli malo. Eder me chilló mucho, pero es su manera de ser, Quique es más calmado, aunque luego te dijera también las cosas en privado. Eran muy buena pareja, por eso funcionaron", agrega Junior sobre esa pareja que se acabó separando tras la etapa en el Barcelona.
"Era el mismo Quique, la diferencia era de lugar, de equipo, de personalidades, egos y estructura del club. Es un club donde no sólo vale jugar, sino que hay que ganar y jugar bien", cuenta Junior, que del Betis pasó al club azulgrana y donde se acabaría reencontrando con un Setién que no consiguió los resultados esperados. "Llegó tras una salida difícil como la de Ernesto, que dejó en schock al vestuario, nadie de la plantilla se lo esperaba. Cogió el peor Barcelona posible. El club no estaba en un buen momento por muchas circunstancias y eso le influyó en que no pudo hacer lo que él quería", añade Junior, sobre esa etapa que dejó un sabor agridulce en el cántabro. "Cuando llega un entrenador nuevo, entre tanta leyenda, qué le vas a enseñar a gente así. Es más fácil si llega alguien con más nombre. No podía controlar las cosas como quería, pero por habilidades y cualidades me ha parecido un gran entrenador. Había jugadores que llevaban mucho tiempo, que lo habían ganado todo tantas veces", añade el lateral. "Si no crees en su mensaje se hace complicado. Ellos metían al grupo en sus conversaciones-discusiones del partido, pero si no te han convencido...", añade Loren, quizá apuntando a esa problemática que el técnico se encontró en el Barcelona y que con el tiempo se reprodujo en el Villarreal.