Nadie mejor que Flick para hacer olvidar al culer su realidad
![Hansi Flick, en Barbastro. /EFE](http://s2.sportstatics.com/relevo/www/multimedia/202501/04/media/cortadas/flik-RPX1g5gpDIVLNMi8ZrhN7ZO-1200x648@Relevo.jpg?w=569&h=320)
No hay mayor secreto que el que es evidente a ojos de todo el mundo: el balón lo cura todo. Basta un buen partido para aliviar el peor de los males y volver a la juventud, tierra de promesas eternas y felicidad sostenida, porque el fútbol tiene ese poder redentor, de cortafuegos. Y a veces tendemos a olvidar una verdad que vehicula todas las otras, y es que si el FC Barcelona juega bien y en consecuencia gana, cualquier otra cosa será menor. El culer permitió, en su mayoría, el desguace del club por parte de Bartomeu porque el Barça ganaba. En la muerte uno puede encontrar también belleza.
Al Barça le ha tocado una época en la que a su aficionado se le exige saber más de leyes y números que de fútbol, estar más pendiente de comunicados y despachos, terreno árido y desagradable, que del césped, otrora el punto cardinal, el único que el culer conocía. Está haciendo más el Barça para culturizar a la gente que el sistema educativo; imposible que ya nadie no sepa nada de economía y leyes con el pitoste que tiene montado el club. Y nadie hace tanto para que olvidemos toda esta terminología que el Barça de Flick, luchando por mantener la normalidad y la cordura en un club que vive permanentemente en el alambre, en una situación delicadísima de salud.
Flick es el que en medio de una fiesta elige siempre la hora correcta a la que irse; ni tan pronto como para levantar sospechas y caer ni lo tan tarde como para arrepentirse al día siguiente. El que te dice las verdades cuando duelen y finge normalidad cuando la vida te da un vuelco. Lo mejor que se puede decir de este FC Barcelona es que es capaz de seguir en la misma senda aunque todo esté patas abajo, con unos jugadores que han mostrado una versión solidaria y atenta, concentrada y meticulosa en el típico escenario que admite deslices. No los ha habido. La única forma de seguir ganando será precisamente esta.
No supimos cómo para Szczęsny, pero sí que se tomó muy en serio un partido que invitaba a sestear. Araujo volvió como si nunca se hubiese ido, marcando territorio con su poderío, un físico que te obliga a evitarlo y que imposibilita que no te arrolle una vez pisa área rival. Pablo Torre mostró su mejor juego, sedoso y agresivo, marcando y asistiendo (dos veces), contrastando su brío y hambre con un De Jong que parece haberse extraviado en algún lugar lejano, porque apenas queda nada de aquel neerlandés potente y mandón, desde su lesión juega a un ritmo pastoso, de resaca. Ni en Barbastro dejó huella.
Y si el culer vive obsesionado con inscripciones y fichajes, el de Copa sirvió para que se diese cuenta de que donde tiene el tesoro más grande sigue siendo en La Masia. El debut de Toni Fernández (2008) es otra alegría cuántica y una nueva invitación a pensar que las mejores celebraciones siempre serán en el césped.