OPINIÓN

El "vamos a por más" de Raphinha es el lema del Barça de Flick

Raphinha celebra su gol ante el Estrella Roja. /Andrej ISAKOVIC / AFP
Raphinha celebra su gol ante el Estrella Roja. Andrej ISAKOVIC / AFP

Raphinha luce el carácter de quien por fin se ha dado cuenta de su papel en el mundo. No todos tienen la habilidad, porque lo es, de hacer "clic" y mutar en un auténtico psicópata de la victoria. Ya no hay marcha atrás. Raphinha, quien se iba siempre cabreado del campo, frustrado por no saber qué voz tenía en el mundo, se ha convertido en un adicto a la victoria. Su discurso ya marca el camino de la psicopatía que padece el Barça de Flick, aquella que el club anheló durante años sin saber cómo llegar hasta ella. "A por más".

Del "Salid y disfrutad" de Johan Cruyff en Wembley al "A por más" de Raphinha con un 1-4 en el marcador hay un hilo narrativo que une lo que realmente es el Cruyffismo, una palabra tan manoseada que uno la mira alejado de la realidad. En el fondo este concepto indica valentía, rebeldía e incontinencia. Los jugadores disfrutan compitiendo y se aprecia en su gestualidad, desenfadada y voraz, en sus movimientos y en una autocrítica que ahora tiene lugar desde la victoria. El más cruyffista de todos es Hansi Flick, y hay quienes todavía le niegan su parte del pastel por aquello de la distancia.

No hay partido en el que el culer no sienta que el equipo no le fallará, y eso ya es mucho. Lo es todo. O casi todo. Los partidos ahora vuelven a tener color, uno los vuelve a ver con ese gusanillo dentro, se hacen apuestas de cuántos goles se marcarán, de si Lewandowski anotará dos o tres. Incluso este equipo ha aprendido a marcar goles usando al rival para ello con el fuera de juego. El culer ya celebra cada vez que el banderín se levanta. "A por más".

Cuando todo funciona tan bien, de una forma tan acompasada, siempre te hace arquear la ceja el que no va al mismo ritmo. Frenkie De Jong pareció el canterano temeroso al lado de un Casadó al que no le pesa nada, probablemente porque usa la camiseta del Barça de pijama y de traje, y el escudo ya es parte de su piel. El neerlandés reafirmó las dudas con su tobillo yendo siempre con dudas al duelo, apartando el pie y demostrando que él es de los pocos centrocampistas en el planeta que prefieren jugar bajo un agobio permanente: solo ahí su conducción luce a la altura que merece. El Barça de los chavales amenaza con echarle de una titularidad que nunca ha abandonado.

En ese "a por más" de Raphinha cabe la imaginación de Lamine Yamal, que hace honor al rostro de niño del canterano: no hay barrera que le ponga freno. Dijo Maksimovic en la previa que era mejor y Lamine le contestó como lo hacen los genios: con juego. Es tan superior, tan abundantes sus recursos, que se va sin marcar ni asistir en un partido en el que su equipo mete 5 goles y hay highlights como para una peli de Scorsese. Mucha cinta que rellenar. Hay jugadores que necesitan cifras para que su juego se pondere y luego están los otros, muy pocos, que no necesitarían marcar nunca más para ser siempre los mejores. Lamine aprendió a jugar antes que a gatear.