Pedri es un mentiroso
Pedri es un mentiroso. Eso que vaya por delante. Cuando le preguntaron por su juego, el canario dijo que no pensaba nada de lo que hacía en el verde, no existe premeditación en su danza. Lo que Pedri desvelaba atentaba a la verdad. Si algo enseñó Xavi al culer es que el fútbol se piensa y analiza en directo, que los mediocentros procesan sin cesar, un drenaje infinito al que Pedri no hace caso, sencillamente, porque él siente el juego. No lo piensa. En teoría tenía sentido al ser un mediapunta escurridizo, lo suyo estaba en el engaño, pero bajo las órdenes de Hansi Flick Pedri se ha convertido en un torrente de juego y sabiduría más allá de la mediapunta. Y aún donde todos se ven forzados a pensar, él solo siente. ¿Escuchas la música?
Se podría resumir el partido ante el Brest solo con Pedri. El Barça venía de ahogarse en Vigo porque sin Lamine todo cuesta más, pero también porque alejando al canario del campamento base el equipo no tenía a su brújula. Porque el de Tegueste ya es, en esencia, un jugador que hace pensar aunque él no lo necesite. Cada pase es una idea, cada gesto un pozo de sabiduría que aprovechar. Desde su posición más retrasada el Barça obtuvo un premio previo al resultado: la certeza de que el juego, hoy sí, sería suyo. Empezó rompiendo la estructura bretona con cambios de orientación que en Can Barça no se veían desde Xavi, para pasar después a esconder la pelota como no se veía desde Iniesta, siempre a punto de caerse y de perderla pero nunca perdiéndola. En Pedri la apariencia esconde al genio.
El Barça de Hansi Flick se sustenta en un puñado de críos que afectan a toda lógica. En los pies -y cabeza- de Cubarsí está toda la verdad. El chaval se está viendo forzado a no poder fallar, sencillamente, porque no hay nadie detrás suyo, nadie que le cubra ni que le pueda relevar, y apenas comete errores en una pulcritud de artesano que supera toda lógica. Y aunque el Barça dude, su pie siempre encuentra la mejilla. Si Cubarsí fuese Cupido, todos tendríamos pareja. Su arco no falla una, por muy difícil que sea el tiro. En Casadó-Pedri (pronto añadiremos a Gavi ahí), una base flexible, que corre, aprieta y facilita procesos. El gregario y el genio. Y arriba un Lamine que con su ausencia apremia su regreso. El Barça de Flick, cuando brilla, lo hace porque se ve en aquello latente una verdad que enamora al culer: este equipo va a ser muy bueno.
Lo peor de todo el asunto es pensar en aquella gente obsesionada con el fracaso ajeno como motor de sus vidas. Pedri cumplió ayer 22 años y esa es la peor de las noticias para quienes veían en el canario un producto inventado, solo mirando el juego a través de datos, alejando el foco del juego, que es lo que importa. Uno ve en Pedri retales de algunos de los mejores centrocampistas y el canario los mezcla suavemente, sin histrionismos. La suerte de quiénes disfrutamos es la condena de quiénes odian. Cada uno elige.
Decía el escritor Mircea Cartarescu que él es un simple intérprete de la literatura, que cuando escribe es ella quién le dicta, en una posesión enfermiza. Pedri nos miente. Va siendo hora que nos diga qué secretos le revela el fútbol mientras juega.