FÓRMULA 1

Gianpiero Lambiase, la 'conciencia' de Max Verstappen que se atrevió a enfrentarse al campeón

El ingeniero de pista del neerlandés ha sido fundamental en los éxitos del piloto.

Verstappen y Lambiase, celebrando el cuarto título./REUTERS
Verstappen y Lambiase, celebrando el cuarto título. REUTERS
Jorge Peiró

Jorge Peiró

"Me impresiona cómo nos hemos dejado hacer un undercut, nos ha arruinado la puta carrera". "Ha sido una introducción muy amable, Max". "No tío, no me des ahora esta mierda, me habéis dado una mierda de estrategia y estoy intentando rescatar lo que ha quedado". Minutos más tarde, otro reproche. "Se ha movido en medio de la frenada". "Max, no voy a entrar en una discusión por radio con otros equipos, los comisarios harán su trabajo. Es infantil en la radio, infantil".

Con varios improperios omitidos en esa conversación y con las pulsaciones a flor de piel, la carrera de Hungría de este año puso a Max Verstappencontra las cuerdas. Fue el momento más tenso de la temporada del recién coronado tetracampeón. Al neerlandés casi lo consiguen sacar de sus casillas... de no ser por su fiel ingeniero de pista. Ejemplos como el de Hungaroring, donde casi se llevó puesto a Hamilton, ha habido miles durante los ocho años que Gianpiero Lambiase lleva siendo el termómetro del volcán que es a veces el piloto.

-"Ese ha sido el tercer aviso por límites de pista, en la curva diez, estás a 18 segundos de Hamilton.... así que sin riesgos Max".

-"¿Cuál es la vuelta rápida?".

-"Es un 16.6 de Checo, la ha hecho con blandos nuevos y DRS así que no me preocuparía mucho".

-"¿Y cuál es mi vuelta rápida?".

-"La tuya ha sido un 17.3 pero, como te he dicho, te han sacado bandera blanca y negra por límites de pista así que no nos podemos permitir nada (por una posible sanción)".

Verstappen y Lambiase, abrazados en Las Vegas. X
Verstappen y Lambiase, abrazados en Las Vegas. X

Al siguiente giro, Verstappen pulverizó la vuelta rápida de Checo Pérez en Barcelona y se llevó el punto extra que otorga este premio. Desoyó el consejo de su ingeniero, que temía una posible sanción para su piloto, por enésima vez. "Ahora devuelve el coche sano". "Sí, sí", contestó con pasotismo el neerlandés. Lo que hizo el neerlandés fue totalmente innecesario. De hecho, casi ningún piloto acostumbra a arriesgar tanto.

Gianpiero Lambiase y Max Verstappen parecen, en muchas ocasiones, un matrimonio que enlaza roces con discusiones pero que mantiene la chispa a pesar de los años. Su ingeniero de pista, en segundo plano y desconocido para parte del público general, ha jugado un papel clave en los éxitos de Verstappen. En los cuatro títulos consecutivos, ha sido el único que se ha atrevido a enfrentarse al piloto cuando nadie más se ha atrevido. Como en la conversación que abre esta pieza, la del Gran Premio de Hungría.

Un ingeniero de pista pasa eternidades junto al piloto: tanto cuando este se sube al coche como durante todas las horas que pasan juntos analizando la telemetría. Cuando hay libres, carrera o clasificación, tiene que cuidar cada detalle y le susurra qué hay que ajustar en el volante, dónde están sus rivales, cuándo tiene que apretar, que gestionar, etc.

El paseo de ambos en el lujoso coche que los recogió en Las Vegas para llevarlos a la fiesta de celebración lo dice todo. Lejos de recoger únicamente al campeón, su ingeniero de pista le acompañó en el exclusivo vehículo que les puso la organización hacia la rueda de prensa especial tras el título. Inseparables, sobre todo en la victoria.

La gestión del campeón

Lambiase ha sabido gestionar a la perfección el fuerte carácter de Verstappen. Ha sido su voz y su conciencia en cada sesión de entrenamientos libres, cuando el coche ha dominado y cuando ha sido más débil, como este año. Su última demostración ha sido en la carrera en la que su piloto se ha coronado campeón, en Las Vegas.

Al neerlandés, impulsivo por naturaleza, siempre le pide el cuerpo ir con el cuchillo entre los dientes a por sus rivales, aunque no tenga coche para hacerlo. En la cita estadounidense, los dos Ferraris iban a quitarle las pegatinas pese a que la idea del tetracampeón era pelear con ellos.

Su carrera no iba por ahí y su ingeniero se lo hizo saber enseguida. Solo le bastaba con terminar delante de Lando Norris para ser campeón. Verstappen preguntó y Lambiase respondió para frenarlo, como en tantas ocasiones. Al final, Sainz y Leclerc le adelantaron y Red Bull celebró. Todos contentos.

Además de la voz y conciencia del piloto, el italo-británico ha ejercido de una especie de figura paterna. Con 44 años, lo ha calmado cuando había que hacerlo y lo ha animado cuando tocaba. Siempre preciso en sus indicaciones desde que cogió las riendas de la carrera de Verstappen en 2016. Su buen hacer, por cierto, fue premiado por su equipo, que le ascendió y le otorgó más responsabilidades dentro de su reestructuración.