Wiggins encuentra en Lance Armstrong un ángel de la guarda que le salvó de la depresión: "Tiene corazón en alguna parte"
El ciclista británico ha desvelado que el estadounidense le financió la terapia e insistió en ayudarlo en el peor momento de su vida.
Muchos recordaréis a Bradley Wiggins como uno de los ciclistas más ilustres de este siglo. Por ejemplo, tiene cuatro oros olímpicos entre Atenas, Pekín y Río en la modalidad de ciclismo en pista, a los que sumar un bronce en Sidney y una plata (2004) y otro bronce (2008) logrados a posteriori. Además, en ciclismo en ruta también se llevó el oro en contrarreloj en Londres, más un oro mundial en 2014. Para colmo, consiguió ganar el Tour de Francia en 2012 y quedó segundo en La Vuelta de 2011. Una trayectoria intachable y un palmarés legendario que bien podrían haberle servido para vivir una vida plena y feliz junto a sus seres queridos. Sin embargo, al igual que ha caído en el olvido para el público general, también se ha hundido en un pozo sin fondo, ha lidiado con problemas de salud mental y ha tocado fondo para ahora resurgir. Y todo ello ha sido posible gracias a Lance Armstrong, señalado por todos, pero clave en la salvación del británico.
Esta inesperada historia ha sido revelada por el propio Wiggins, en un testimonio desgarrador. El ciclista no gestionó bien el dinero ganado por sus éxitos deportivos y cayó en al ruina, incluso con temas judiciales de por medio. Poco a poco, la soledad, los problemas y la dificultad para mantener a flote su vida le llevaron a caer en una depresión de la que no hubiera salido sin la aparición de su ángel de la guarda. Lance Armstrong entabló una estrecha relación con el protagonista de estas líneas y fue el que le presionó sin cesar para que decidiera tratar todos sus problemas en terapia. Bradley se negó en un principio, pese a no haber trabajado nunca temas tan delicados como los abusos que sufrió cuando era joven.
Sin embargo, Armstrong no cedió hasta que su amigo le hizo caso y decidió dar el primer paso para salvarse. El dinero podía ser un problema, pero La Lanza no dudó en ofrecerle todos sus recursos para que fuera posible. Efectivamente, le financió todo su tratamiento psicológico, además en un centro especializado e intensivo. Wiggins ofrece más detalles: "Me ha ayudado mucho en los últimos años, más aún en este último. Estábamos hablando de terapia, quiso pagarme todo para que fuera a un gran lugar en Atlanta. Allí vas y te quedas una semana".
Esta otra cara de Lance Armstrong choca con la imagen pública de villano justificada por su condena por dopaje continuado y sistemático. Pocos como el estadounidense saben, merecida o inmerecidamente, lo que es pasar por un infierno y, por ello, ha decidido volcarse en evitar que el resto caiga en sus pesadillas. Un gesto en la sombra que Wiggins ha decidido compartir en sociedad: "Es un buen hombre. Hizo lo que hizo y esto no es para condonarlo. Él tiene corazón en alguna parte".
Los días más oscuros de Bradley Wiggins
Los problemas económicos fueron mellando poco a poco en la salud mental del ciclista, que dejó de ver la luz al final del túnel. En primera instancia, rehúye de contarlo en profundidad: "Hubo algunos momentos realmente extremos. Probablemente el último fue hace un año, aunque prefiero no entrar en demasiados detalles". A continuación, eso sí, ofrece un discurso crítico sobre una semana repleta de sombras: "Estuve en un lugar muy oscuro, en una habitación muy oscura durante muchos días, en un hotel. Fue mi hijo quien intervino y me hizo darme cuenta. Me hizo ver el modo autodestructivo en el que me encontraba".
Continúa el campeón olímpico: "Tenía muchas razones para ello. Siempre había algo que me causaba problemas y me daba una razón para no ser feliz. Siempre había algo en el horizonte. Pero ahora me he dado cuenta de que nunca habrá un camino claro, que nacemos en una lucha y lo que haces con esa lucha es lo que es tu vida. Me negaba a aceptar la terapia. Me decía que ningún terapeuta iba a tener nunca la educación suficiente para entender lo que pasa por mi cabeza".
Afortunadamente, Wiggins consiguió remontar, se trató y ahora vive una nueva historia personal, probablemente la más exitosa, mucho más allá de su colección de medallas y glorias deportivas: "Sinceramente, estoy en el mejor momento de mis 44 años de vida. Y esto se debe en gran parte a que he estado en el culo del mundo y en lugares oscuros, por diversas razones. Siempre le eché la culpa al éxito, pero hubo otras muchas cosas que contribuyeron a ello. He pasado los cinco últimos años resolviéndolo en mi cabeza. Por fin he asumido la responsabilidad de mi propia vida. Ahora no estoy en una posición en la que juegue a echarme la culpa".
Es la caída a los infiernos y el resurgir de un campeón que lo pudo tener todo y sucumbió ante los problemas. Es la historia de dos leyendas que han pasado por diferentes etapas, que han tocado la gloria deportiva y también han vivido la peor cara de la competición. A veces por su propio comportamiento. Pero detrás de un deportista de élite siempre hay una persona y nadie mejor que ellos para corroborarlo. Lance Armstrong y el día en que salvó a Bradley Wiggins de su peor caída. La que no llegó sobre una bicicleta.