CICLISMO

Sin la virtuosa rebeldía de Cavendish se acaba una era en el ciclismo británico… y mundial

Se retira uno de los mejores sprinters de la historia, dueño del récord de victorias de etapa en el Tour de Francia, tras una vida deportiva tan marcada por los éxitos como por los descalabros.

Mark Cavendish, en su despedida. /ASO / DANIAL HAKIM
Mark Cavendish, en su despedida. ASO / DANIAL HAKIM
Fran Reyes

Fran Reyes

La primera vez que Mark Cavendish (1985, Isla de Man) apareció en el Tour no fue sobre la bicicleta sino en volandas, sostenido por Marcus Burghardt, Michael Rogers y Kim Kirchen; y tampoco fue en Francia, sino en Londres, anfitriona de la Grand Départ de 2007. El británico había solicitado educadamente, en una carta dirigida a sus directores deportivos, ser convocado en base a las seis victorias que había conseguido en sus seis primeros meses como profesional de la carretera. Y estos, el cuerpo técnico de un T-Mobile desmantelado por el terremoto de la Operación Puerto y sus réplicas, decidieron hacerle caso en lo que podía suponer un golpe de efecto publicitario y deportivo.

La segunda parte del ardid no surtió. Cavendish se fue a casa en la novena etapa, frustrado, sin haber podido brillar en las llegadas masivas. La otra, en cambio, sí que funcionó: el ciclismo anglosajón buscaba un nuevo referente tras la salida de escena de Lance Armstrong, con Gran Bretaña ganando peso cultural en perjuicio de Estados Unidos, y 'Cav' era el perfecto 'darling'. Su título de campeón del mundo de Madison en los Mundiales de Manchester 2008, formando pareja con Bradley Wiggins en vísperas de la apoteosis de la pista británica en Pekín, le puso en rampa de lanzamiento. Las cuatro victorias de etapa aquel verano en el Tour, con un T-Mobile rebautizado Columbia, fue su despegue definitivo al estrellato.

La tercera temporada fue la mejor y más prolífica de su carrera deportiva: nada menos que 23 victorias para contribuir a las 85 de aquella campaña histórica del HTC-Columbia. Fue entonces que ganó la Milán-San Remo, en su debut, destrozando las ilusiones de Heinrich Haussler en recta de meta con un sprint que él denominó como "los mejores diez segundos de mi vida"; también su Tour más victorioso, alzando los brazos nada menos que seis veces. Probablemente su cénit deportivo, por más que se proclamara campeón del mundo dos años más tarde en Copenhague.

Porque, a partir de entonces, la trayectoria de Mark Cavendish entró en otra fase donde su principal virtud dejó de ser la velocidad en detrimento de la rebeldía. Ahora era un 'chico malo' que sacaba de quicio a sus rivales y también a sus directores; que se enfrentaba con los medios de comunicación, y también con sus compañeros; que se metía en una espiral descendente hasta frisar el fracaso, o directamente descalabrarse, para después emerger triunfante derrotando los pronósticos más funestos. El ciclista que celebraba una victoria de etapa en el Tour de Romandía levantando dos dedos de la mano con la palma orientada hacia la cara, signo equivalente en Gran Bretaña a la peineta española dirigido tanto a los medios como a su enemigo íntimo André Greipel, convirtiendo una carrera olvidable en memorable. El que desaparecía en invierno y primavera para irrumpir en verano y anotar triunfos en el Tour.

La vida personal de Cavendish se ordenó en el otoño de 2010, cuando conoció a la modelo erótica Peta Todd y surgió un idilio que se convirtió en familia. La deportiva viviría varios sobresaltos. Un primer paso por Quick Step cuya imagen más recordada es la caída en el último kilómetro de la primera etapa del Tour de Francia de 2014, en la puerta de la casa de su madre, provocando una montonera por pura ansiedad de no saberse con piernas ni colocación para ganar. Una temporada en Sky que le sirvió para ser espectador de excepción en la explosión del fenómeno (y la contienda) Wiggins-Froome, dejando su sello en la gran dinastía del ciclismo británico. Cuatro campañas con el Dimension Data de Douglas Ryder, que con 'Cav' en plantilla pasó de ser el proyecto africanista Qhubeka a un equipo más.

De Dimension Data salió un ciclista desahuciado, con una pertinaz mononucleosis que le impedía rendir y además peleado por el mundo: "Era una pesadilla vivir conmigo". Sólo encontró acomodo en Bahrain, afiliado entonces a la histórica escudería británica McLaren y dirigido por Rod Ellingworth, su mentor como juvenil. Fue la temporada del Covid y la cerró sin un solo top10, de nuevo protagonizando una desgraciada e indeleble imagen: su entrevista posterior a la Gante-Wevelgem, lloroso y decepcionado, diciendo que "quizá" fuera su última carrera.

En su virtuosa rebeldía, Cavendish fue contracorriente y tocó a la puerta de Quick Step, ofreciéndose a correr gratis con tal de regresar al Tour de Francia, en el cual su cuenta de 30 victorias de etapa le ponía en disposición de atacar el 'pichichi' histórico de la gran ronda francesa que ostentaba Eddy Merckx con 34. Hubo de desbancar a Sam Bennett en la jerarquía de Patrick Lefevere, que le incluyó a última hora en la alineación de la Grande Boucle y le rodeó con el mejor equipo que un velocista puede soñar. Consiguió cuatro victorias de etapa, para empatar; la 35ª, para coronarse, se le escapó en los Campos Elíseos ante Wout van Aert. "Ha perdido su oportunidad de superar a Eddy", sentenció Lefevere, que dejó de confiar en él e incluso le dejó marchar al invierno.

Tras sufrir la estafa del París de Jérôme Pineau, Cavendish llegó a Astana siendo una sombra de sí mismo, en las últimas, incapaz de resistir el paso del pelotón en las subidas ni de aportar al equipo nada que no fuera la fe en un milagro. El primero se produjo frente al Coliseo, donde se anotó la última etapa del Giro de 2023 con la inestimable y controvertida ayuda de su viejo amigo Geraint Thomas. El segundo llegaría en un polígono de Saint-Vulbas, municipio minúsculo crecido en torno a una central nuclear que acogió la meta de la quinta etapa del pasado Tour. Ahí una confluencia de energías le permitió conseguir esa 35ª victoria soñada, tan deseada por 'Cav' y los suyos como por unos rivales que habían pasado de detestarle a apreciarle.

La carrera de Cavendish finalizó en Singapur, sede de un critérium organizado por el Tour de Francia que acogió sus últimas pedaladas con dorsal. Está por ver qué ocurrirá ahora con él: si se convertirá en un embajador o en un técnico, si en Astana o en otro sitio. La que sí parece cerrada es una era para el ciclismo británico, que con su retirada, la remisión de Geraint Thomas y Lizzie Deignan, los apuros del Tour of Britain y la decadencia de Ineos Grenadiers contempla un panorama en el cual deberá buscar nuevos referentes. Y con ello se pone el broche a un capítulo para el ciclismo mundial: esas dos primeras décadas del siglo XXI narradas en inglés, que ahora deja paso a los idiomas tradicionales mezclados con otros nuevos, de gramáticas desconocidas.