Qué deporte más duro, Pedro: lo que tiene que aguantar Carlos de Andrés no está en los escritos
Si siempre se ha dicho que España era un país de 40 millones de seleccionadores de fútbol es porque nadie se ha parado a contar el número de directores deportivos. La comunidad ciclista en redes sociales puede llegar a ser muy cruel cuando la toma con alguien y, durante años, una de las pulsiones recurrentes ha sido darle de tortas a Carlos de Andrés, por una cosa y por su contraria. Que si critica mucho a la realización del Tour, pero no a la de la Vuelta; que si se obceca demasiado con los ciclistas españoles, que si no sabe leer bien las carreras o se le nota demasiado la desidia en las etapas llanas…
No digo yo que no haya participado nunca en alguna de estas cacerías, pero ya estoy demasiado mayor para eso y lo cierto es que Carlos de Andrés, ahora mismo, me parece de lo mejor del periodismo deportivo. De entrada, y esto es importante, porque, sin ego alguno, es capaz de soportar todas estas críticas sin mover ni una ceja. Le da igual que le vacilen los de Forocoches en los mensajes, le da igual que Marc Soler le monte un boicot en pleno Tour de Francia y le da igual que las redes se llenen de críticas porque no le ha preguntado a Matxín por dopaje. Él sigue a lo suyo.
¿Y qué es lo suyo? Narrar carreras ciclistas. Parece obvio, pero desde luego no es fácil. Ponte delante de un micrófono durante cuatro o cinco horas y mantén la atención de la gente sin desviarte demasiado de lo que está pasando en la carretera. Tan difícil es que Eurosport generalmente opta por lo contrario: comentaristas muy experimentados que pueden rellenar el tiempo con anécdotas variadas de sus tiempos de ciclistas o con elaboraciones sobre equipamiento, platos, dientes y esas cosas que, sin duda, también tienen su público.
Cuando uno pone a Carlos de Andrés, sabe dos cosas: una, que le interesa lo que hace porque lleva haciéndolo, en la moto y en el plató, más de treinta años. Y se nota. Se nota el entusiasmo, el cambio de voz, la alerta del zafarrancho. Se nota, en definitiva, que sigue siendo él mismo un espectador más que un narrador y que no tiene la más mínima intención de colocarse por encima de la competición. Los héroes y los villanos son ellos, él solo está ahí para intentar explicarnos lo que pasa.
Lo que nos lleva a lo segundo: Carlos de Andrés rara vez se equivoca en la identificación de un corredor. Sea porque es muy buen fisonomista, sea por la habilidad para aprenderse los dorsales en tiempo récord, el caso es que apenas falla: cuando está atacando Victor Lafay, me dice que es Victor Lafay y no cualquier otro. Y eso no siempre pasa. No pasa en otras cadenas y no pasa siquiera con sus comentaristas, generalmente Pedro Delgado y Joaquim Rodríguez, que no tienen la misma rapidez, ni probablemente se les exija.
Contra el ciclismo especulativo
Junto a esto hay una tercera cualidad: la lectura de carrera. El comentarista de ciclismo no necesita ser Nostradamus, no tiene por qué vaticinar lo que va a pasar ni meterse a adelantar tácticas de equipo que desconoce. Lo que tiene que hacer es mantenerse fiel a su instinto acerca de lo que está viendo. Si fuera por Perico y Purito, todos los corredores tendrían que esperar a los de atrás para no gastar fuerzas, todos los equipos tendrían que esperar a que el trabajo se lo hicieran otros para no gastar fuerzas y todos los líderes tendrían que dejar que fuera su gregario quien tirara… para no gastar fuerzas. Se nota que tanto uno como otro han corrido en la estructura de Reynolds-Banesto-Caisse D´Epargne-Movistar.
Hay un cierto desprecio a la épica, como si la épica no ganara grandes cosas, es decir, como si Van Aert, Van der Poel, Pogacar y compañía pertenecieran a otra época y no justamente a esta en la que casi todo lo que se gana, se empieza a ganar a sesenta o setenta kilómetros de meta. Un desprecio que Carlos de Andrés no comparte. Cuando oye algún "bueno, es que no va a ir a ningún lado, es que le va a dar el del mazo, es que se ha precipitado…", Carlos se limita a mirar el cronómetro y ver si la diferencia sube o baja y a qué ritmo. Hace sus cálculos, repasa la general y omite valoraciones: simplemente, los hechos son los que son, y si O´Connor ha puesto la carrera patas arriba, lo dice. Lo mismo cuando le llega el turno a Adam Yates o a Richard Carapaz.
Carlos no entiende de lo rutinario y eso le hace a veces ser algo inocente y entusiasmarse con ataques que, efectivamente, no van a ningún lado, pero prefiero mil veces eso al nihilismo de "mejor esperemos todos juntos a los tres últimos kilómetros". Carlos es capaz de animar y elogiar a Soler incluso después de la que le montó en el Tour.Si tiene que meter un palo a Movistar, lo mete. No va a ser cruel ni dañino, pero es que no tiene por qué serlo. Carlos es capaz de dirigir una orquesta en la que a veces se cuela el violín de la moto sin venir a cuento y consigue armonizarlo todo para que tenga sentido.
En definitiva, Carlos de Andrés no es el más prestigioso dentro de la profesión -lo es Javier Ares-, no es el que más sabe de mecánica y sus consecuencias -lo es Antonio Alix- y no tiene la experiencia como ciclista de Eduardo Chozas, Juan Antonio Flecha o Alberto Contador. Tampoco, como decíamos, la de Perico Delgado o Purito Rodríguez. Ahora bien, de todas esas carencias hace virtud. Es como ese corredor que no destaca en ningún terreno, pero que siempre cumple en cada etapa independientemente de su recorrido.
El mejor sucesor del mítico Pedro González
Carlos de Andrés, por dejarlo claro, es la cara visible de una televisión pública que emite cada año dos carreras que ven millones de aficionados y no aficionados. Dos fenómenos pop. Si tú te equivocas en la Herelbeke, alguien te lo reprochará, seguro. Un error en el Tour o en la Vuelta pueden acabar con tu carrera. Pocos habrá cometido Carlos para seguir ahí después de tanto tiempo. Su gestión de los conflictos es ejemplar, como lo es su sutileza a la hora de hablar de temas que, según el resto, directamente no existen. Y con esto me refiero al dopaje.
Por supuesto, habrá quien quiera una posición más clara al respecto, pero eso es muy difícil. Difícil en lo personal y en lo profesional. No es lo mismo lanzarse a Twitter y escribir que vaya historial tiene Matxín detrás que tenerlo delante y saber que esa entrevista es parte importante de la propia retransmisión. No se le puede exigir el mismo tono… más que nada porque en Twitter hay que presentar pocas pruebas, pero en la 1 de RTVE hay que justificarlo todo.
Y aun así, por supuesto, le caen los palos. Haga lo que haga. Qué deporte más duro, este del periodismo. No le caen a Perico porque Perico ha sido el amor de nuestras infancias. No le caen a Purito porque Purito nos ha animado la última juventud con sus ataques en cuestas imposibles. Le caen al del medio, como suele pasar.
Y el del medio encaja y pasa a otra cosa. No se enzarza. Hubo un momento en el que se lo pedía el cuerpo, pero ese momento pasó. Le tocó la ingente tarea de sustituir a un gigante como Pedro González y lo hizo de maravilla. ¿Se lo hemos devuelto con cariño? No. Y es una pena, pero supongo que nadie se mete a esto para ganar concursos de popularidad.