Steph Curry está mejorando su unánime temporada de MVP, pero Golden State no le acompaña
El base fue nombrado mejor jugador de la NBA en 2016 y siete años más tarde presenta números iguales o mejores.
Steph Curry sigue siendo, hasta que la historia dicte lo contrario, el único jugador en haber ganado el MVP de la NBA de manera unánime. Cada uno de los 131 votantes, de punta a punta del país y fuera de los Estados Unidos, decidieron en conjunto que Steph Curry había sido el jugador más valioso en la temporada 2016. Era el 10 de mayo cuando Steph recibía su segundo galardón consecutivo, cerrando dos años de oro para el base, donde además se llevaría un anillo. Jugó el mejor baloncesto de su carrera y rozó nivales que el resto de jugadores NBA sueñan. Y ahora, casi una década más tarde, se está superando a sí mismo.
Con 27 años, en la flor de su carrera NBA, Curry promedió 30.1 puntos (líder de la NBA), con 5.4 rebotes, 6.7 asistencias y 2.1 robos (líder también), con unos porcentajes de tiro de 50-45-91 (porcentaje de tiro de campo, de triple y de tiros libres respectivamente) y un porcentaje de tiro real de 66.9%. Anotó 402 triples, superando la barrera de los 300 y 400 la misma temporada, metió +40 puntos 13 veces y en tres superó los cincuenta. Números de locura para un jugador que acababa de explotar y se consagraba como el heredero de LeBron James como dueño de la NBA.
Esta temporada, en 24 partidos y con 34 años, Curry copia o mejora los números. Está en 30 puntos, con 6.6 rebotes y 7 asistencias, lanzando en porcentajes muy parecidos, 50-43.6-90 y mismo porcentaje de tiro real, 66.7%. Juega medio minuto más por partido, tiene mejor porcentaje en tiros de dos (59.2% por 56.6%) y anota mejor: de 1.356 puntos por tiro a 1.382 esta temporada, con menor porcentaje de pérdidas y menor uso de balón, descensos mínimos pero importantes. Sobre todo teniendo en cuenta que si no es él, nadie responde.
La diferencia es el equipo
La temporada 2016 quedará en el recuerdo como la del 73-9. Los Warriors rompieron la barrera de 72 triunfos que Chicago Bulls había dejado marcada en 1996, la mejor temporada regular de la historia. El equipo de Steve Kerr venció a todos los rivales y se llevó la victoria en 39 de los 41 encuentros disputados en casa, solo Boston y Minnesota en las últimas semanas de competición asaltaron el Oracle Arena. Tuvieron el mejor ataque, el segundo mejor diferencial de la NBA y la quinta defensa más eficiente. Eran un equipo imparable, al menos hasta las finales.
Los Warriors actuales son una sombra de aquel equipo. En 27 partidos han ganado 14 (en 2016 llevaban solo una derrota). No sorprende que Curry tenga que meter más tiros sin asistencia de un compañero que en 2016, un 46% de todos sus lanzamientos anotados o un 58% de los triples, cifras por debajo de los números del año del MVP unánime. Al final, estos Warriors dependen demasiado del rendimiento de su estrella: el ataque baja 20 puntos por 100 posesiones sin él en pista. Steve Kerr necesita buscar respuestas porque exprimir a Curry como si tuviera 25 años tendrá consecuencias a largo plazo.
Por ahora, Steph ya ha tenido que descansar en dos back-to-backs, ambos ante New Orleans, que terminaron en derrota (una por 45 puntos) y en la visita a Utah por dolores en los tobillos, otro partido que los Warriors no supieron ganar sin Curry. Y viendo el nivel del 30 y cómo Golden State está respondiendo, da la sensación de que están desaprovechando una temporada histórica. La buena noticia es que queda mucho y todavía pueden solucionarlo.