No saber perder cuando estás acostumbrado a ganar

Vergüenza. Bochorno. Lamentable. Indigno. Cualquiera de estas palabras se pueden aplicar a las imágenes que se vivieron ayer sobre las tablas del WiZink Center de Madrid. Y ninguna de ellas es exagerada. La pelea entre los jugadores del Real Madrid y los del Partizan son ya parte de la historia negra de una Euroliga que debería haber actuado con contundencia y no dejar casi impune semejante despropósito. Yabusele se perderá cinco partidos; Punter, dos; y Lessort y Deck, uno. Además, los clubes deben asumir una multa de 50.000 euros.
Un dislate que explotó por la frustración que produce la derrota en un equipo como el Real Madrid y en un jugador como Sergio Llull, tan acostumbrados a ganar. El balear fue presa de los nervios que provocan la temporada más convulsa de la década en el Real Madrid. Una campaña precedida por la inexplicable e incorregible salida de Pablo Laso y que ha terminado por explotar por la falta de resultados. Pero lo ha hecho de la peor manera posible.
Sin juego, sin ideas y sin victorias, el Real Madrid ha ido esquivando las balas por la calidad de sus jugadores. Pero los superhéroes siempre tienen una kryptonita y los blancos la han encontrado en un Partizan que ha sido muy superior en la cancha (al menos hasta ahora) y eso ha provocado la frustración de un colectivo superado por los hechos y que no ha sabido gestionar esa situación. O peor, lo ha hecho de la manera menos deseada.

Primero con un espectáculo denigrante en la cancha protagonizado por jugadores sobrepasados por los hechos y que tuvieron una reacción injustificable. Ni siquiera por los dígitos que reflejaba el marcador. Nada. Ni siquiera la derrota puede servir de excusas para la acción de Llull, para la respuesta de Punter o la aparición de Musa y Lessort. Y ni mucho menos para la desmesurada reacción de Yabusele.
El jugador francés -recordemos que renovó su contrato con el Real Madrid hasta 2025- no debería volver a ponerse la camiseta del equipo blanco. Su historial de polémicas le precede y ahora, si Juan Carlos Sánchez y Alberto Herreros fueran sensatos, debería ser apartado del equipo sin necesidad de haber esperado a la sanción de la Euroliga, que se ha quedado en tan solo cinco partidos.
Ese es el primer movimiento que tiene que hacer el conjunto blanco para intentar reparar su imagen. El segundo debería ser el cambio de entrenador. A Chus Mateo le ha venido grande el paso adelante que decidió dar en verano, cuando asumió las riendas del equipo en sustitución del que había sido su jefe en los últimos seis años, y ante el Partizan lo volvió a demostrar. Y no sólo con la pizarra, sino también con la gestión de un momento de tensión como el que se vivió ayer.

Chus también se vio superado por Obradovic en la sala de prensa. Mientras que el madrileño pedía perdón por lo sucedido, pero lo justificaba por "las pulsaciones", el técnico serbio salía a poner cordura y a pedir calma y paz para los partidos (o el partido, que es lo más probable) de Belgrado. Cuestión de matices que demuestran el estatus de uno y otro ante una situación vergonzante que no puede volver a repetirse. La Euroliga tiene la llave para ello, pero quienes deben aplicarla son los jugadores.