Paula Badosa no llega a la final, pero el camino mereció la pena
La española lleva un mes jugando a un gran nivel, ha dejado atrás meses de irregularidad y por fin puede pensar en plantar cara como las mejores.
El 20 de mayo ya estaban las terrazas abiertas, la gente se había desquitado de los abrigos y Paula Badosa era la tenista número 140 del mundo. Una serie catastrófica de meses de nulidad tenística y una difícil lesión de espalda la empujaron al extrarradio del ránking, un sitio del que muchos nunca vuelven. El comentario que la acompañaba recordaba que tiene un gran talento, pero que no iba a ningún lado en esa línea.
Cuatro meses después todo ha cambiado. Este verano ha ganado el título en Washington y ha terminado en semifinales de Cincinnati, partido que perdió contra Jessica Pegula. Entrará en el top-30 de la clasificación mundial.
Los datos son elocuentes, pero quizá lo es más verla jugar. Las piernas se mueven y juega con un martillo en la derecha. Está más centrada, decidida a demostrar la jugadora que puede llegar a ser.
La primavera fue muy dura, como lo fue también el pasado otoño. Había perdido tantos puntos, tantos partidos, que se plantó en la gira de tierra con la sensación de que si seguía cayendo iba a desaparecer de la lista mundial. Ese tipo de presión la llevaba a pensar que cada torneo era a vida muerte porque los pocos puntos que defendían se iban a esfumar en esa sucesión de derrotas en primeras y segundas rondas.
Y no fue del todo capaz de gestionarlo. Cuando llegó a Wimbledon su casillero de puntos estaba tan exhausto que pudo por fin olvidarse de todo eso. Quien no tiene nada que perder tiene todo que ganar. En Londres se vio más suelta, no perfecta, los miedos por la espalda seguían presente, pero fue pasando rondas y jugando a un alto nivel. Cayó contra Vekic en una oportunidad perdida, pues tenía por delante un cuadro ilusionante. Era mucho pedir a una tenista que venía de un punto bajísimo.
Esos brotes verdes eran de verdad. Badosa renunció, como muchas otras tenistas, a acudir a los Juegos Olímpicos. En la preparación necesitaba asentarse y en París, en tierra batida, solo la esperaba caos. Brillo en Washington, puso en problema a Ostapenko en Toronto y ahora ha llegado a semifinales de Cincinnati. Unos resultados para coger confianza, una racha también para recordar que ella es una jugadora de mucho nivel.
Se la ha visto más fina, con más capacidad de llegar a todas las bolas. Ya no necesita pensar todo el rato en dar el golpe definitivo, puede dialogar con la rival, puede intercambiar puñetazos sin quedarse sonada a primeras de cambio. Eso da una capacidad para jugar y ganar que durante meses no ha tenido.
El reto de Paula Badosa será siempre estrechar la diferencia que hay entre la jugadora que es y la que puede llegar a ser. A veces es frágil, errática, no lo suficientemente convencida de que su tenis le da para competir. La que puede llegar a ser no lo sabemos del todo. Fue número 2 del mundo, pero es que sus mejores partidos dan incluso para más.
Su gira por el cemento americano es excelente, pero en el mundo del tenis todos los torneos no dejan de ser una preparación de camino al Grand Slam. Llegará a Nueva York con buenas sensaciones, en un formato en el que puede ser capaz de todo. Después de todo lo que ha pasado no hay nada que exigir, pero el derecho a soñar lo tiene.