TENIS

Viaje íntimo a los días que pudieron cambiar el destino de Rafael Nadal: "¿Charly, tú crees que me tengo que retirar?"

2024 ha sido el año más complicado de Nadal. "Me retiro, no puedo más", llegó a decirle a su equipo en abril. Pero siguió intentándolo. Fiel a sí mismo.

Rafael Nadal charla con su equipo durante un entrenamiento previo a su debut en Roland Garros 2024. /Clive Brunskill/Getty Images
Rafael Nadal charla con su equipo durante un entrenamiento previo a su debut en Roland Garros 2024. Clive Brunskill/Getty Images
Nacho Encabo

Nacho Encabo

Quedan pocos días para que arranque oficialmente el torneo de Roland Garros. Rafael Nadal ya está en París -aterrizó con una semana de antelación- y todavía no es consciente de la mala suerte que va a tener en el sorteo del cuadro. Está entrenando bastante bien. Aunque tiene molestias -hace años asumió que no volvería a jugar sin dolor-, no se siente limitado.

Es la mejor noticia posible después de unos meses extremadamente complicados, con molestias aquí y allá y sin poder encadenar dos semanas seguidas sin problemas. Su cabeza está llena de fantasmas. Nadal lleva tantas semanas respondiendo preguntas sobre la retirada que quiere cortar las especulaciones en la rueda de prensa previa a Roland Garros. Él quiere seguir, pero es consciente de que es una situación delicada. Y busca apoyos, miradas cómplices que le ayuden a dar el paso. Habla con Carlos Moyà, su entrenador, sí, pero también su amigo y confidente.

- Charly, sé sincero. ¿Tú crees que me tengo que retirar o que tengo que aguantar un poco?

- A ver, Rafa, para qué te vas a retirar o decir ahora nada. Imagínate que ganas Roland Garros o que lo haces bien aquí. O que lo haces bien en Wimbledon. Deja la puerta abierta. Tú sigues con ilusión, sigues con alegría y es la primera semana en la que no sufres una lesión. Vamos a ver qué pasa, pero no te cierres a nada.

- Yo pienso lo mismo que tú.

Carlos Moyà y Rafael Nadal conversan durante un entrenamiento en París.  Dimitar DILKOFF / AFP
Carlos Moyà y Rafael Nadal conversan durante un entrenamiento en París. Dimitar DILKOFF / AFP

Un par de días después de aquella conversación, el sorteo del cuadro deja a Nadal prácticamente sin aliento. Su rival en la primera ronda de Roland Garros es Alexander Zverev, que viene de ganar precisamente el Masters 1000 de Roma. Uno de los cruces más complicados. Pero Nadal se siente con fuerzas para hacer un anuncio que pilla a muchos descolocados.

"Hay posibilidades de que sea mi último Roland Garros, sí. Pero si tengo que decirlo al 100%, lo siento, pero no. Espero que me entendáis, he pasado un largo proceso, con una gran recuperación, sufriendo, y ahora me siento mejor. No soy una persona que reaccione por derrotas, sino por mis sensaciones. Y ahora son mejores que hace un mes y medio", dice Nadal ante cerca de 100 periodistas y 10 fotógrafos en la sala principal del centro de prensa de Roland Garros. Su mensaje es claro: quiere seguir jugando al tenis y se siente con fuerzas después de ver la luz.

Un camino plagado de espinas

El túnel (el último) había sido larguísimo. Comenzó en julio de 2022 en Wimbledon, donde se tuvo que retirar por una rotura abdominal. Después llegó la lesión del psoas en enero de 2023 que le obligó a pasar por quirófano en junio y por la que dijo adiós a la temporada. Y cuando ya se sentía listo para volver, en el torneo de su regreso, en Brisbane 2024, sufrió una nueva lesión muscular en el muslo, a la que se sumaron problemas en la espalda y otra lesión abdominal en los primeros meses del año.

"Me retiro, no puedo más", llega a decir Nadal a su equipo en varios de esos entrenamientos de la primavera de 2024 en los que todo es oscuridad. Refugiado en su academia, el exnúmero uno lo está dando todo, pero no le sale nada: pierde contra los chavales júnior y tiene el ánimo por los suelos. Justamente por eso, en su equipo le convencen para jugar el Conde de Godó. Saben que no estaba preparado, pero creen que le vendrá bien salir del día a día en Mallorca y volver al circuito, aunque sea de manera testimonial.

Tras ganar un partido en Barcelona, Nadal alcanza los octavos en Madrid y llega a la segunda ronda de Roma con unas sensaciones muy pobres. Con ese bagaje se presenta en la tierra batida de París, donde su tenis siempre se ha transformado: el 14 veces campeón de Roland Garros confía en esa mística, sobre todo, después de que sus entrenamientos en la capital francesa llenen el tarro de la ilusión.

Rafael Nadal se despide de la pista Philippe Chatrier tras su último partido en Roland Garros.  Anne-Christine POUJOULAT / AFP
Rafael Nadal se despide de la pista Philippe Chatrier tras su último partido en Roland Garros. Anne-Christine POUJOULAT / AFP

La derrota ante Alexander Zverev en la primera ronda de Roland Garros por 6-3, 7-6 y 6-3 es un palo duro para Nadal, pero no cambia para nada su perspectiva. Está por el camino adecuado, aunque falta algo, lo que en su equipo llamaban en esos momentos "un cambio de tendencia". Es decir, esa o esas victorias que hacen clic en la mente y que transforman el rumbo.

"Si hubiese tenido un sorteo más amable y hubiera ganado un par de partidos, igual hubiéramos visto un cambio de tendencia que era necesario y que no llegó", se lamentaba Moyà en una entrevista con Onda Cero a mediados de octubre, poco después de que Nadal anunciara su retirada.

Después de Roland Garros, Nadal renuncia a Wimbledon y se centra en prepararse para los Juegos Olímpicos de París 2024. Era una fecha marcada en rojo por varios motivos: se disputan en las instalaciones de Roland Garros, va a jugar el dobles junto a Carlos Alcaraz y además le han ofrecido ser uno de los portadores de la antorcha olímpica en el relevo final por las calles de París. Se dice a sí mismo que seguirá hasta los Juegos y que después ya decidirá qué hacer con su futuro. "Era su última esperanza", recuerda Moyà.

Sin embargo, aterriza en la capital francesa ya con el morro torcido. Las cosas siguen sin salir: en su único torneo entre Roland Garros y los Juegos, el de Bastad, se le ve muy a merced de rivales menores a los que habría apabullado en cualquier época anterior: alcanza la final, sí, pero pierde relativamente fácil ante Nuno Borges y además necesita cuatro horas para ganar a Mariano Navone en cuartos. Sufre Nadal y sufre en tierra batida, un mal síntoma.

Rafael Nadal se despide de la pista central de Roland Garros tras su último partido en los Juegos de París 2024.  AFP
Rafael Nadal se despide de la pista central de Roland Garros tras su último partido en los Juegos de París 2024. AFP

Para colmo, cuatro días antes de debutar siente un pinchazo en el muslo. La ecografía a la que se somete en una clínica de París revela una microrrotura muscular. Nadal está entre algodones a las puertas de los Juegos. ¿Puede pasar algo más? Sí, que el sorteo de los Juegos le coloque ante Novak Djokovic en la segunda ronda.

El serbio aplasta a Nadal 6-1 y 6-4 y dos días después el balear se despide en el cuadro de dobles junto a Carlos Alcaraz. El vaso está a punto de desbordarse. Nadal se marcha de París mascullando ya la retirada. Está varias semanas sin entrenar, pensando y dándole vueltas al asunto. Y se da cuenta de que la situación es irreversible.

"Yo veía que era un esfuerzo muy grande pensar en 2025. Era agosto y se había quedado ya sin objetivos", señala Moyà. "Son muchos meses de lucha, luchando contra el cuerpo y contra los dolores. Van pasando los torneos que él ganaba, torneos que le encantaba ganar y el hecho de ver que no puedes jugar o que no juegas bien, te va creando dudas y te va minando la moral".

Asumido que ya no habría 2025, solo queda por elegir el cuándo y dónde. Esa decisión se produce a finales de septiembre, después de ver que España se clasifica a las Finales de la Copa Davis de Málaga. Es una oportunidad inmejorable: despedirse en casa, con la competición en la que explotó y con la posibilidad de poder colgar la raqueta ganando una Ensaladera.

Tras comunicárselo a su equipo, Nadal graba el famoso vídeo en el que anuncia su retirada y que está guardado bajo llave una semana. El 10 de octubre lo publica y un mes y medio después, el 19 de noviembre, dice adiós al tenis para siempre. Un destino que pudo cambiar en aquellos días en Roland Garros. Quién sabe qué hubiera ocurrido si se hubiera producido ese "cambio de tendencia" que decía Moyà.