ROLAND GARROS

El Rafa Nadal que no existía y el que puede existir

Roland Garros le brindó un emotivo homenaje en el primer año tras su retirada.

Rafa Nadal, con Federer, Djokovic y Murray, ayer en Roland Garros. /REUTERS
Rafa Nadal, con Federer, Djokovic y Murray, ayer en Roland Garros. REUTERS
Sebastián Fest

Sebastián Fest

París - Hay que imaginarse un Rafael Nadal sin apetito para competir. Hay que imaginarse un Nadal que se alegre de ver a Novak Djokovic ganando Roland Garros. Y hay que imaginarse, atención, a otro Nadal compitiendo: Rafael Nadal Perelló. No es probable, pero tampoco inviable. Vestido de camisa y chaqueta, como nunca se lo vio en la pista central de Roland Garros, el mallorquín tuvo este domingo en París la despedida que merecía, una tarde emotiva, intensa y elegante para enterrar el recuerdo del fiasco de noviembre en Málaga.

Una tarde en la que Nadal sorprendió, en una rueda de prensa que fue de las más serenas, profundas y sinceras que haya dado nunca. Habló de todo: desde la burla que recibió ante la eliminación del Real Madrid en la Champions hasta qué haría si su hijo de dos años y medio le dice un día que quiere ser tenista como papá. "Si mi hijo deja su carrera de tenista como la dejé yo, sí", sorprendió Nadal antes de desviarse a un terreno casi filosófico.

"Nunca tuve la sensación de que hice muchos sacrificios, de que perdí una parte de mi vida para ser profesional. Cuando haces lo que quieres hacer, no haces sacrificios. Trabajas duro, por supuesto, pero haces lo que quieres hacer". ¿Y entonces? ¿Toleraría tener un hijo tenista? La respuesta es sí. "Si mi hijo lo siente así lo voy a apoyar. No creo que sea el caso, pero lo voy a apoyar en todo lo que quiera hacer".

Humanizado al máximo tras una tarde en la que las lágrimas aparecieron una y otra vez en su rostro, Nadal manejó los ritmos y la intensidad en el que fue su último gran encuentro con la prensa en Roland Garros. Se divertía, disfrutaba con las revelaciones que dejaba en cada respuesta y la reacción del centenar de periodistas en una sala de prensa abarrotada.

La sorpresa fue general cuando, con tono risueño, reveló los meses en que Nadal dejó de ser Nadal. "Cuando me retiré, durante unos meses perdí todo mi espíritu competitivo. Jugué al golf y no me importaba ganar, perder o jugar mal o bien. Era una sensación extraña para mí, y no era divertida".

Periodistas de todo el planeta lo escuchaban fascinados y boquiabiertos: ¿un Nadal al que le diera igual ganar o perder? Tras jugar unos instantes más con el suspenso, el ex uno del mundo cerró la sorprendente historia: "Pero eso ya pasó, he vuelto a ser competitivo en el golf, pero de una manera más agradable. Y en términos de negocios, probablemente voy a tener la motivación de hacerlos crecer y de aprender".

Admitió Nadal también que hace cuatro años, en plena disputa por ser el más exitoso de todos los tiempos, lo último que quería era ver a Djojovic campeón del torneo de Grand Slam. "Pero hoy sigo viendo tenis de vez en cuando y no me hace daño verlo. Veo Roma y no me hace daño, veo Montecarlo y no me hace daño, porque es un libro que se cerró y con una gran satisfacción. Cuando terminas, las rivalidades te las olvidas. Me da igual quién gane, quién no gane. Si Novak gana Roland Garros no me va a molestar un pelo, cuando cuatro años atrás hubiera preferido que no ocurriera".

Convertido en una máquina de contar historias atractivas y de lanzarle titulares a los periodistas, Nadal dejó una anécdota que se encargó de contar este domingo a Djokovic y Roger Federer y que tiene a Andy Murray, fan del Arsenal, como protagonista. "El Madrid cae eliminado por el Arsenal y al segundo recibo un mensaje de Andy. Es cierto que hacía un tiempo que no hablábamos, pero me pregunto cómo estaba, que llevábamos tiempo sin escribirnos, y que esperaba que todo esté bien conmigo y con mi familia. Durante unos cinco segundos pensé, qué bien, qué mensaje de Andy... Hasta que caí en la cuenta. Humor británico".

Aunque no todo fueron risas: como pocas veces en su carrera, Nadal analizó elípticamente la situación político-social mundial, y lo hizo valiéndose del tenis.

"No hay necesidad de odiar al rival, se puede querer ganarle y respetarle al máximo. Confío en que sea algo que pueda servir para las nuevas generaciones y en un mundo más crispado de lo que a la mayoría de nosotros nos gustaría, y radicalizado en algún sentido. Un mensaje de cordura puede suponer un buen mensaje para algunas personas. Nos tenemos que sentir orgullosos de la manera en que hemos llevado nuestras carreras".