ROLAND GARROS

El tenista que sufría a diario los calambres de Alcaraz: "Me tomé una cerveza camuflada en un bote en pleno partido"

Alberto Berasategui, finalista de Roland Garros, recuerda en Relevo sus constantes episodios de calambres, como el que le afectó el viernes a Alcaraz. "Un médico del Bayern me pinchó 40 veces en la espalda".

Alberto Berasategui, durante el Open de Australia 1998, cuando alcanzó los cuartos de final. /David Gray REUTERS
Alberto Berasategui, durante el Open de Australia 1998, cuando alcanzó los cuartos de final. David Gray REUTERS
Nacho Encabo

Nacho Encabo

París.- Cuando Carlos Alcaraz se llevó el viernes las manos a los gemelos y a los muslos, estiraba el brazo y negaba con la cabeza, Alberto Berasategui tenía claro lo que le estaba pasando al murciano en las semifinales de Roland Garros. Calambres, rampas.

Finalista de Roland Garros en 1994, Berasategui ha sido uno de los tenistas que más calambres ha sufrido. En los Grand Slam, siempre que sus partidos se iban más allá del tercer set, tenía que pelear contra el rival y contra su propio cuerpo. Se retiró en 2001, con apenas 28 años, por los dichosos calambres y más percances físicos.

"El médico del Bayern me dijo: 'Te voy a poner lo mismo que le puse a Boris Becker, ya verás'. Me pinchó un día 40 inyecciones en la espalda"

Alberto Berasategui Exnúmero 7 del ranking ATP

Un día después del episodio de Alcaraz ante Djokovic en Roland Garros, Berasategui atiende la llamada de Relevo para recordar cómo luchaba contra los calambres y cómo se prevenían en su época. "Yo a día de hoy cuando algún deporte exigente todavía me acalambro", admite al otro lado del teléfono. "Cuando yo jugaba había muchas teorías sobre por qué me acalambrada, que era muy rápido pero que tenía el músculo corto, que si no estiraba bien, que si no me hidrataba bien, que si no comía bien... Yo creo que es una serie de factores lo que hace que un deportista se acalambre".

"A mí me pasaba lo de Carlos ayer. Me empezaba por el cuádriceps izquierdo, luego al otro cuádriceps, los gemelos y hasta los dedos de las manos", añade. "Lo de Carlos fue por la tensión. Todos los ojos de España estaban en él, el peso de las redes sociales, las ganas que tenemos de encontrar el relevo a Rafa, que tienes enfrente a Djokovic, que te estás jugando la final..."

Carlos Alcaraz, tras su episodio de calambres en las semifinales de Roland Garros.  REUTERS/Kai Pfaffenbach
Carlos Alcaraz, tras su episodio de calambres en las semifinales de Roland Garros. REUTERS/Kai Pfaffenbach

Una cerveza y los pinchazos del médico del Bayern

Berasategui, que tocó techo en el ranking ATP a finales de 1994 con el séptimo puesto, recuerda que Jordi Arrese, otro tenista de su época, se pinchaba con un alfiler en los músculos cuando tenía calambres. "Lo hacía para sangrar y que le bajara, creo, el ácido láctico. Yo no era capaz de pincharme, pero en un Open de Australia, en pleno partido, me llegué a tomar una cerveza camuflada en un bote para ver si me relajaba".

Berasategui tiene muchas anécdotas con sus calambres. Recuerda, por ejemplo, aquel partido en Niza en 1995 frente a Albert Costa, cuando se tuvo que retirar estando un set arriba. "Me acompañó Corretja al hospital porque me quedé sin potasio y me tuvieron que dar una inyección de potasio".

"Luego vi a un neurólogo que me sentó en una camilla, me miró a los ojos unos segundos y me dijo: 'Aquí no hay nada que hacer'"

Alberto Berasategui Finalista de Roland Garros en 1994

No fue la única experiencia de Berasategui con los calambres y las inyecciones. "Como me ocurría tanto, he visto infinidad de médicos y especialistas y cada uno me decía una cosa. Me acuerdo cuando visité al médico del Bayern de Múnich (Hans-Wilhelm Müller-Wohlfahrt), el que había tratado a Alkorta y a Olazábal, y me dijo que era un problema de una vitamina", recuerda.

"Fui dos semanas antes de un Roland Garros junto a mi hermano y me tumbó en una camilla. Me dijo: 'Te voy a poner lo mismo que le puse a Boris Becker, ya verás'. Me pinchó un día 40 inyecciones en la espalda, que me la dejó como la tabla de una mesa. Al día siguiente descansé y volví al otro para que me pinchara más vitaminas. 'Con esto ya verás que estás mucho mejor', me dijo. A las dos semanas fui a Roland Garros y me acalambré", añade Berasategui riéndose.

Berasategui en 1997 en el Masters de París.  AP PHOTO/Michel Lipchitz
Berasategui en 1997 en el Masters de París. AP PHOTO/Michel Lipchitz

"Luego fui a un neurólogo que era una eminencia y recuerdo que entré en la consulta, me sentó en una camilla, me miró a los ojos unos segundos y me dijo: 'Aquí no hay nada que hacer. Pareces un hombre tranquilo, pero eres muy nervioso. Lo único que puedes hacer es darte un baño antes de los partidos, pero no hay solución'", rememora Berasategui. "¡La consulta más rápida de mi vida!"