Rafael Nadal, el pequeño abanderado de España que se convirtió en leyenda: "Su abuelo me dijo '¿Lo vais a cuidar bien?'"
En la final de la Copa Davis del año 2000, cuando tenía solo 14 años, Nadal vivió por primera vez lo que era un pabellón lleno.
La película La tierra de nadie, de 1987, tiene una de esas curiosidades que enloquecen a internet. En una escena, con Charlie Sheen en primer plano, si uno se fija mucho, pero mucho, mucho, puede ver a un camarero rubio algo perdido: es Brad Pitt. En aquella ocasión ni siquiera logró aparecer en los créditos, mucho menos todavía entrar en el star-system de Hollywood. Algo así le pasó a Nadal en la final de la Davis en Barcelona 2000.
Él es el niño de la bandera, lleva el pelo cortado a tazón y una sudadera de Hugo Boss. Nadie le conoce, nadie se fija en él y, aunque su papel es algo más relevante que el de Pitt, no es suficiente para formar parte central del evento. 24 años después, la imagen es borrosa, pero es fácil reconocer en ella a quien va a retirarse, también en la Davis, como uno de los mejores jugadores de la historia.
Tenía 14 años, pero su elección no tuvo nada de casual. Pedro Hernández, en aquel momento director de comunicación de la Federación Española de Tenis, fue quien impulsó su presencia.
"Yo fui un poco el que lo propuse. Era la final y había muchísima presión, y yo le sugerí a los capitanes y a la Federación un plan para que cada día hiciésemos cosas, para intentar que la gente tuviese material y no estuviesen todos los días abordando a los jugadores, que los dejasen un poco tranquilos", arranca.
"Nos inventamos cosas: un día quién había tirado la primera palada de tierra en el Sant Jordi, otro día los padres de los jugadores para colocar la red... un poco de todo. Y llegó el día del abanderado. Con nosotros siempre había sido un recogepelotas, daba igual quién fuese, tanto del equipo nuestro como del rival. Pero esa vez pensamos que necesitábamos otra cosa. Yo les dije que le tocaba a ese chaval, Rafa Nadal, que había ganado el Nike Junior. Yo le había visto jugar y de broma decía que les iba a echar a todos. Había hecho una temporada increíble para su edad. Estaba bien que no fuese un recogepelotas anónimo, sino alguien que tuviese algo de proyección", explica.
Un poco de contexto. Rafa tiene 14 años y los que le han visto jugar son muy pocos. Pedro Hernández sí, porque no solo es un trabajador de la RFET, sino también un ilustre aficionado, alguien con una evidente pasión por lo que hace. Lo que están organizando es la final de la Davis, una competición que España no ha ganado nunca, pero que ahora, de una vez por todas, va a albergar la final en casa.
Tiene que ser la definitiva, porque se jugará contra Australia, en tierra, y hay talento sobrado para hacerlo. Por todo ello, la ocasión es muy especial y la presión sobre los jugadores es máxima. La Davis de aquellos tiempos es más que lo de ahora, y los organizadores buscan descargar un poco la presión de Ferrero, Costa o Corretja.
"La gestión la hice con el abuelo de Rafa. Era él quien le llevaba las cosas. Se lo expliqué y les hizo mucha ilusión. Me dijo '¿Lo vais a cuidar bien?', y yo le dije que lo íbamos a cuidar súperbien, que no se preocupase, porque además yo le había visto jugar ya y tenía una cierta relación con él. Pequeña, pero cierta", recuerda el antiguo trabajador de la Federación, que sigue colaborando en cuestiones relacionadas con el tenis.
¿Qué había detectado Pedro Hernández en ese chico? "Le habíamos visto en el Nike tour, que lo ganó en Barcelona, también en algún torneo pequeño. Recuerdo una vez que peloteó con Emilio Sánchez Vicario y Emilio decía 'Pero bueno, este chaval ¿Cómo puede ir tan acelerado?' Lo veíamos, tenía algo diferente. Yo seguía los campeonatos de 12 o 14 años, como el Manuel Alonso, y ves jugar a gente que juega bien, todos juegan bien, todos tienen algo. Pero él ya era distinto. Este chaval es la pera. Fue un poco esa intuición que mira, afortunadamente salió bien, pero más allá de la intuición él se lo merecía por lo que había hecho a esa edad, que es la que suelen tener los recogepelotas", relata.
Atento y callado
En una final de la Copa Davis pasan cientos de cosas alrededor, es un gran evento, y en esa vorágine entró Nadal, con 14 años. Era impensable que no tantos años después se convirtiese en el jugador que llegó a ser, no solo por él sino porque en ese año 2000 nadie, nunca, había hecho lo que más tarde harían Nadal, Federer y Djokovic. La carrera de los tres no aguantaba ni siquiera el campo de la imaginación.
Y llegó el gran momento: "Él iba observando todo. No hablaba mucho entonces, pero veías que no perdía detalle de nada. De alguna manera se empapaba del ambiente, pero decir muchas cosas no, porque estaba cohibido, porque tenía 14 años y estaba allí con Corretja, con Costa, con Ferrero, con Balcells...". Corretja, por cierto, en algún momento ha recordado aquello y recuerda algo parecido, un niño tímido, observador que prácticamente no dijo nada.
Los mejores jugadores españoles a su lado y, por primera vez en su vida, en el centro de la escena de un gran evento con un pabellón lleno a reventar. "Fue su primer gran escenario. Era eléctrico y ahí estuvo, muy bien", añade Hernández.
No recuerda ninguna frase que dijese aquel chico, lo normal es que dijese poco y nada memorable. Pero el dircom de la RFET, que trabajó allí muchos años más, sí es capaz de recordar la siguiente gran interacción con la Davis. Ya no era un niño, aunque sí un adolescente. Tenía 17 años y todavía no había ganado nada relevante. Ya no era un extra, es verdad, pero no pasaba de secundario. Fue en Brno 2004, España jugaba contra Chequia y en el primer partido perdió contra Jiri Novak.
"Cuando perdió el partido yo me lo llevé a hablar con la prensa, y le dije 'Con la cabeza muy alta' él estaba hundido. Me dijo 'He fallado a España' y yo le dije que no había fallado a nadie, que había perdido contra uno de los veinte mejores del mundo, jugando fuera y en una pista súperrápida", recuerda Hernández.
Esta anécdota no termina aquí, porque de ser así no estaríamos hablando de Rafael Nadal. "Dos días después, antes de jugar, me dijo 'Hoy no pierdo ni cagando'. Es Rafa, es lo que nos ha demostrado durante tantos años", recuerda. Por si quedaba alguna duda, Nadal se encontró en el partido decisivo a Stepanek, ocho años mayor que él y excelente tenista, y lo ganó sin perder un set, con dos tie breaks incluidos. Unos meses más tarde sería el héroe en Sevilla.
La vida profesional de Pedro Hernández tiene, por descontado, también mucho de Rafa Nadal. Él le vio nacer para el tenis y ahora comprueba lo que ha sido una carrera disparatadamente buena. La satisfacción, también para él, es indudable.
"Aparte del tema del tenis, lo que ha ganado y tal, a mí lo que me fascina de Rafa, y he podido vivir en primera persona en situaciones totalmente diferentes, es la capacidad que tiene de hacer feliz a la gente. Yo lo he tenido en los Juegos Olímpicos comiendo y a su lado una cola de atletas esperando a que terminara para hacerse una foto y firmar autógrafos. Es esa capacidad que tiene para hacer feliz a los demás. Va más allá de lo deportivo, se mezcla con lo humano", explica.
Y da un recuerdo más. "Conecta con la gente sin hacer nada. En los Juegos de Río nos vinieron los de rugby, que era la primera vez que se clasificaban, y nos pidieron sus entrenadores a ver si podían hablar un momento con él porque eran sus fans. Estuvo hora y media hablando con ellos allí, sentado con el capitán. Es un tío que transmite, y no ha cambiado nada, continúa siendo el amigo de siempre. Ahora cuando nos vemos él me habla de su hijo y yo le hablo de mi nieto. Es un campeón excepcional, ahí están los números, pero no es solo eso, es todo lo que nos ha hecho vivir, esa capacidad de hacer feliz a la gente para mí es lo primordial", reflexiona Hernández.
Nadal dejó de ser tímido, y pasó de extra a secundario y de ahí a protagonista y leyenda.