La Copa Davis, una estación de inicio y fin en la que Nadal iba para jugar con los amigos
El jugador español ha decidido retirarse en una competición en la que también fue capital y que ha ganado cinco veces.
Por esas cosas que tiene la vida, la Copa Davis se ha convertido en la estación de inicio y fin de una de las mejores carreras que jamás ha tenido un deportista. Sí, es cierto, no empezó exactamente aquel día en Sevilla, Nadal ya había demostrado los meses previos que en él iba a haber un jugador notable, pero la mayor parte del país, la que no sigue el circuito semana tras semana, de repente se encontró en la Cartuja a un chico apasionado, buenísimo, pasando por encima de Andy Roddick. Y no pudo más la gente que subirse a ese tren, adoptarlo primero casi como un hijo, después como un ídolo inigualable.
Desde aquella tarde en Sevilla han pasado 20 años, dos décadas en las que las alegrías han eclipsado con mucho a las penas, que también las hubo, una sucesión de domingos de gloria, rivalidades épicas y una hoja de servicios casi irreprochable. Como brillante tenista y, también, como jugador de equipo.
Nadal ha decidido finalizar su carrera en un torneo en el que tuvo gloria, pero también algunos momentos de incomodidad. Muchas veces apareció en el equipo para salvar una papeleta que se había puesto difícil, pero en su carrera también hay algunas ausencias notables en momentos en los que el equipo lo tenía muy difícil. Algunas idas y venidas que han tenido prácticamente todos los tenistas, porque la Davis, por bonita que fuera, era una competición más romántica que profesional.
Antes de contar su historia, un poco de estadística. Nadal encarará su última fase final de Davis con un récord prácticamente irreprochable. En su historial hay 37 victorias y cinco derrotas, un registro abrumador que lo es más si se miran los individuales. En ese marcador hay 29 victorias y una derrota, solo una. Para ponerle más detalles, aquella victoria llegó en el año 2004, contra Chequia, cuando Nadal tenía 16 años y evidentemente no estaba en el radar de nadie. Fue contra Jiri Novak y en moqueta, quizá la superficie en la que más incómodo estuvo durante toda su carrera.
En fin, un historial magnífico con muchas tardes de gloria. La final de Sevilla, sin duda, reduciendo a Roddick a la nada. Ese número 2 del mundo, que hoy es un divertido podcaster, dice que aquella tarde, viendo delante a ese niño pasarle por encima (6-7, 6-2, 7-6 y 6-2) entendió que todos los tenistas tenían un problema.
I knew tennis earth was in a lot of trouble ….. https://t.co/7osi4NPyFD
— andyroddick (@andyroddick) October 10, 2024
La Davis le hizo una estrella en 2004, pero en el siguiente título, en 2008, no pudo estar en la final. Es, probablemente, la final más épica de España, pero el mejor jugador del país se la perdió. El equipo tuvo que viajar a Mar del Plata a jugar con una temible Argentina que alineaba a Del Potro y Nalbandian, y lo hizo sin su jugador más icónico. Es y siempre será una de las escenas más grandes de la historia del torneo, y eso que faltó Nadal.
Porque el físico siempre ha sido un factor en la carrera de Nadal. Las rodillas, la muñeca, el pie... han sido muchas cosas, algunas fueron nubes muy negras que parecían que iban a marcar el final, pero él siempre volvía, una y otra vez. Y a la Davis, también, aunque en ocasiones escogiese sus batallas y se diese el capricho de faltar a alguna.
Su siguiente título fue en 2011, ahí sí como estrella, también contra Argentina, en casa, ganando sus dos partidos de singles a Mónaco y Del Potro. España era el mejor equipo que había en aquel momento en el mundo, porque junto con Nadal había también un buen casting de secundarios que aseguraban competir con todo. Se daba por hecho aquel título, no se celebró como todos y quizá ese atracón de gloria, esa cierta facilidad, hizo que Nadal, a la salida de la pista, dijese que no iba a volver al torneo al año siguiente.
Las idas y vueltas con Madrid
En la ITF, que vive de organizar la Davis entre otras cosas, no se tomaron del todo bien la noticia. No entendían por qué una de las grandes estrellas rechazaba la competición, pero incluso por encima de eso se quejaban de que hubiese hecho su anuncio en plena celebración, como reventando la fiesta. El argumentario de Nadal valía entonces y sigue sirviendo ahora, el calendario es duro, las instituciones no piensan en los jugadores... quizá solo falló el momento.
La demostración de que España era un país mucho mejor que el resto es que, efectivamente, en 2012 no jugó la Davis, pero al equipo, con Ferrer como estrella, se las apañó para aparecer en una final más, una que terminó con derrota en Praga por un partido aciago de Nico Almagro.
Esos años de gloria, a pesar de todo, estaban a punto de acabarse, y cuando eso ocurrió, cuando el equipo de verdad tuvo miedo da bajar de la máxima selección, Nadal apareció de nuevo. Fue en 2013, en la Caja Mágica, contra Ucrania. Una eliminatoria en la que enseñó otra vez ese tenis perfecto que siempre sirvió para ser mejor que el resto.
Esa victoria fue en Madrid, y en esa ciudad se dio también una de las grandes riñas de Nadal con la Davis. De vez en cuando a la Federación le gustaba llevar el tenis a la capital, por ser la ciudad más grande. También porque era la que mejor pagaba, empeñada en aquel momento como estaba en terminar siendo ciudad olímpica. Nadal torcía el gesto y se quejaba, en ocasiones amargamente. Durante algunos años el jugador de Manacor estuvo incómodo en Madrid, porque su altura no beneficiaba a su juego y él entendía que la decisión de la RFET no ayudaba a ganar sino todo lo contrario.
Así que había ruedas de prensa tensas, caras de decepción y un discurso que venía a decir que él adoraba Madrid pero que no para estas cosas. De hecho, en su momento tampoco fue muy favorable de que se hiciese un torneo de tierra en la Caja Mágica en el circuito, prefería cuando se jugaba en otoño en dura. Todo eso, evidentemente, es pasado, solo hay que ver la edición de este año para darse cuenta de que Nadal quiere a Madrid casi tanto como Madrid a Nadal. Es, de hecho, el único torneo que se atrevió a hacer una despedida especial al ídolo en la que será su última temporada.
Luego, como todos sus rivales, empezó a jugar menos. Había que cuidar el físico y la Davis es una de esas competiciones que, una vez la has ganado, pierde bastante gracia. Ha jugado en su carrera un poco menos que Federer o Djokovic, aunque también es cierto que, con todo lo que necesitaba España a Nadal, es posible que sus dos rivales fuesen más importantes en sus equipos que él.
Cuando la Davis era la Davis, y no un torneo express de una semana, Nadal llegaba a la Davis con una sonrisa y bastante tranquilidad. La federación, los distintos capitanes, sabían que el calendario ya era bastante duro y hacían lo posible para que en esa semana el tenis fuese solo una actividad más dentro de otras muchas, en equipo, casi en familia, con mucha gente a la que Rafa podía llamar amigos y no solo rivales. Ahí estaban los capitanes, o el doctor, sus compañeros... aunque la carga de partidos y kilómetros estaba ahí, muchas veces compensaba por el otro lado, el de jugar en equipo y tener una semana más relajada.
Volvió Nadal a la Davis y volvió a ganarla, pero ya en el nuevo formato, en 2019. Fue el primer gran reclamo que tuvo Kosmos para su competición. El tiempo ha demostrado que fue un poco fallido, nadie termina de estar del todo cómodo con el torneo, pero Nadal puede decir al menos que él ha ganado esto de todas las maneras posibles. Jugó ocho partidos y ganó otros tantos. En fin, es lo que tiene ser una leyenda.
Desde entonces no ha vuelto, pero eso cambiará este mes de noviembre. La despedida será en Málaga, en España, en un pabellón que vivirá un momento especial en la historia. Es la última estación en un recorrido enorme. La hora de decir adiós.