El salvaje oeste de Boris Becker: "La cárcel se parece mucho a una final de Wimbledon"
Este viernes se estrena 'Boom! Boom! The World vs. Boris Becker', un documental sobre las luces y sombras de la vida del extenista alemán.

El 7 de julio de 1985 cambió para siempre la vida de Boris Becker. Con 17 años, aquel niño de pelo rubio se convirtió en el campeón más joven de la historia de Wimbledon y se dio de bruces con su nueva realidad. Entró en una espiral de éxito, dinero, fama y excesos de la que no pudo escapar. "Vivir una vida normal era imposible", recuerda ahora el hombre que tampoco encontró alivio cuando aparcó la raqueta: en 2022 fue encarcelado por ocultar sus bienes para evitar pagar impuestos.
Becker conoció los bajos fondos de la vida. Fueron ocho meses y una semana. 231 días tras los barrotes. Mucho tiempo para reflexionar. "Ahora veo la vida con otros ojos", dice el alemán que nació hace 55 años en la ciudad de Leimen. Al tiempo que su cabeza bullía en una prisión londinense, el director de cine Alex Gibney apuraba Boom! Boom! The World vs. Boris Becker, un documental que ve la luz este viernes en la plataforma AppleTV.
Con la intervención de grandes leyendas de la raqueta como John McEnroe, Mats Wilander o Novak Djokovic, la cinta repasa la vida de Becker y su pelea contra todo y contra todos. Contra sus rivales, contra la prensa, contra la fama, contra su vida privada, contra sus deudas. "Quisimos sacar el tenis del mundo gentil del club de tenis y llevarlo al mundo sucio y polvoriento de los pistoleros", señaló Gibney durante la presión del documental en la Berlinale. En el montaje se han usado algunas canciones que el gran Ennio Morricone compuso para los spaghetti western de Sergio Leone. Boris Becker en el salvaje oeste.
«Ganar Wimbledon con 17 años es muy difícil»
Aquel 7 de julio de 1985, cuando se impuso a Kevin Curren en la final de Wimbledon, empezó a construirse la leyenda de Becker. Había más de diez millones de alemanes viendo el partido por televisión y Boom Boom Becker, como lo bautizaron por su potentísimo servicio, se convirtió en un fenómeno de masas.
"Ganar Wimbledon con 17 años es muy difícil. Para conseguir algo que nadie ha conseguido antes tienes que hacer cosas que nadie ha hecho antes. Y tienes que estar un poco loco", relata el propio Becker.
"Todo el mundo comete errores. Lo que pasa es que los míos se publicaban en medios de todo el mundo"
Las expectativas que generó fueron una mochila en ocasiones demasiado pesada. "Si no ganaban, me crucificaban", dice. "La vida como una máquina de ganar al tenis es mucho más duro de lo que parece". El germano cerró su carrera con seis títulos de Grand Slam y habiendo alcanzado el número uno del ranking ATP, un palmarés de leyenda.
Sin embargo, su vida privada y sus líos amorosos llenaron también infinidad de titulares. Se ha casado dos veces y ha tenido tres hijos fruto de esos dos matrimonios. También tuvo una hija más que reconoció años después de su nacimiento tras aquel famoso capítulo con la modelo rusa Angela Ermakova, que se guardó semen del tenista para quedarse embarazada por inseminación artificial.
A eso hay que añadir sus problemas con el dinero. Tras colgar la raqueta en 1999 con 32 años, Becker quiso mantener el lujoso tren de vida que rodea a los tenistas. Lógicamente, no pudo. Acorralado por las deudas, se declaró en quiebra en 2017. Sin embargo, ocultó una serie de bienes ante los investigadores y en 2022 fue condenado a dos años y medio de cárcel.
"Yo he cometido errores, sí. Todo el mundo los comete. Lo que pasa es que mis errores se publicaban en los medios de comunicación de todo el mundo", señaló Becker durante la Berlinale. "Yo tenía debilidades y momentos oscuros. Y este documental los refleja".
"Todo lo que hacemos, todo lo que decidimos, depende de tu mente. La mayoría de las cosas no van según lo planeado y ser tenista me ayudó a prepararme para mi tiempo en la cárcel", añadió el exjugador. "Durante una final de Wimbledon lo único que te salva es tu mente porque tienes miedo, respetas a tu rival y no sabes qué va a ocurrir. La vida en la cárcel se parece mucho porque no sabes qué va a pasar mañana".