RALLY DAKAR

Una mañana compartiendo desierto con los pilotos del Dakar: "Aquí masticas el polvo de Carlos Sainz"

Relevo persigue las huellas de los competidores en uno de los selectos vehículos a los que se le permite invadir la pista.

Imagen desde el copiloto, en medio de la etapa./RELEVO
Imagen desde el copiloto, en medio de la etapa. RELEVO
Jorge Peiró

Jorge Peiró

Shubaytah (Arabia Saudí).- El despertador suena a las 5:30 de la mañana. Solo los pilotos son más rápidos en lo de madrugar. Con frío húmedo y cerca de hora y media en coche por delante, arranca una travesía de cerca de ocho horas de duración 'persiguiendo' a los coches y motos del Dakar. Concretamente, durante la etapa nueve, que recorrió 357 kilómetros en pista y 232 de enlace entre Riad a Haradh. Tomando ciertos atajos, Relevo se sube a uno de los pocos vehículos habilitados para seguir de cerca a los pilotos en la carrera más dura del mundo.

El primer punto de atención es, precisamente, el enlace. Una de las imágenes de la jornada es ver a los refinados y compactos vehículos de competición transitar por carretera. No es su lugar habitual ni el asfalto su terreno pero, de alguna forma tendrán que llegar a las coordenadas de salida. Van a un ritmo calmado, sin apretar demasiado, por el carril derecho, tratando de alejarse de los conductores imprudentes y ajetreados que reinan en Arabia Saudí. Aquí no hay arena ni piedras, solo rotondas y arcenes anchos.

Vehículos de competición circulando en carreteraRELEVO

"Te choca cuando ves al de Carlos Sainz por carretera, el de Isidre Esteve lleva matrícula de Sudáfrica", explica al volante Toni Grases, uno de los tres conductores de esta selecta flota de vehículos que se sumerge a diario en la prueba. Muchos coches del Dakar no pueden ser homologados en países como España, de ahí que porten matrícula de otros lugares. El catalán conduce cientos, casi miles, de kilómetros a diario: del campamento a la salida, de la salida a un punto estratégico del tramo y, de ahí, camino a un nuevo vivac.

"Me lo dieron con 40 kilómetros y ya llevo 5.000, haremos unos 8.000", añade. Su edición de debut como chófer le ha traído muchas sorpresas, alguna en el plano cultural: "Aquí la gente te pita y te hacen fotos todo el rato. No solo al coche, te vas a cenar y te ponen a los niños al lado para una foto". Más tarde, en condiciones complicadas, sacará a relucir sus manos y su talento al volante para recordar algunas de las habilidades que adoptó cuando ejerció de chófer de alcaldes y políticos catalanes.

Momento de la salida de la etapa. TONI GRASES
Momento de la salida de la etapa. TONI GRASES

"Me encanta conducir, sobre todo en nieve y barro, que es un poco lo mismo, adelantaba a la quitanieves", recuerda. Sin talento y experiencia al volante, surcar las dunas, las piedras y los baches árabes sería misión imposible. El vehículo de Grases impone: mezcla los colores azul y naranja y posee la tecnología de navegación y de seguridad de un coche de rallies. Salvo la tableta del copiloto, el resto de modernidades son calcadas, expresa. El famoso arco de seguridad también está presente y los cinturones aprietan lo mismo que los de un coche de competición. 

Está diseñado para atacar dunas cortadas y resistir tramos de piedras afiladas: el propósito es meterse de lleno en la carrera. Toni es uno de los hombres de Dani Buyo, quien trabaja codo con codo con ASO (Amaury Sport Organisation), la organizadora de la prueba, coordinando este tipo de experiencias. 'Los hombres de Dani', como se les ha apodado, se mueven juntos por el vivac y van equipados a juego como de una unidad de élite se tratara.

Unos militares obligan a dar un rodeo

Son las seis de la mañana y unos militares detienen el vehículo en medio de la autopista. "Es zona militar", descifra un periodista saudí sentado en la parte trasera sobre la orden del soldado, que ni chapurrea inglés. Toca dar la vuelta y un rodeo para llegar al arranque de la etapa, que empieza relativamente tarde, sobre las siete de la mañana. Las motos suelen ser más madrugadoras y parten antes. En las coordenadas, se congregan los coches en orden de salida según sus tiempos de la etapa anterior.

Aparece el Toyota de Henk Lategan, contendiente al campeonato, Cristina Gutiérrez y Nasser Al-Attiyah con sus Dacias, el Ford de Nani Roma y otras decenas de vehículos de diferentes categorías. Todos ellos se agrupan en una explanada gigante donde el más aclamado es el ídolo local es Yazeed Al-Rajhi. Le rodean y no dejar de pedirle fotos. No da abasto. La cercanía de los pilotos no tiene nada que ver con la de otras categorías como la Fórmula 1, donde reina la exclusividad y la opacidad. Ni se les puede mirar.

En el Dakar sí: se pueden grabar vídeos y hasta bromear con los protagonistas. Aprovechan los instantes previos para estirar, intercambiar impresiones con rivales y compartir últimos apuntes con sus copilotos. Están tranquilos porque no hay demasiados curiosos, apenas saludan a sus conocidos y a aquellos que les demandan un autógrafo o fotografía.

Ambiente distendido en el Dakar. RELEVO

De hecho, Toni Grases conoce a la mayoría. Los colecciona a través de las instantáneas de su cámara de fotos. Dice que le gusta mantener, de alguna forma, esa esencia de fotógrafo que arrastra desde joven porque "me encanta estar cerca de los coches". Tras ojear la salida de varios participantes, donde salen a toda pastilla para no perder ni un segundo respecto a sus rivales, toca trasladarse a un punto en medio del recorrido para ver pasar a los coches.

Las coordenadas catapultan el viaje a un terreno de piedras ya que, en esta etapa, no hay dunas. Es como ver un partido de fútbol desde la primera fila. De hecho, hasta se puede pasar por encima de las huellas que dejan sus bestias con ruedas. Recomiendan, eso sí, mirar varias veces al cruzarla por si se asoma algún coche o moto. No sería el primer susto: al público que se asoma, a veces, le gusta tentar a la suerte. Algún piloto español relata que, en esta edición, ha habido turismos de aficionados que se les han puesto en paralelo mientras competían, echando una carrera y comprometiendo su prueba.

Remolcando un coche en el desierto. RELEVO

Picnics con moquetas y dátiles

Allí, en medio del desierto de Haradh, cada asistente se lo monta a su manera. Un grupo de locales improvisan un picnic apoyando sus ropajes tradicionales en una moqueta que descansa sobre las piedras. Consumen té, café y unos dátiles mientras los participantes pasan a pocos metros de ellos. Lo comparten todo porque la hospitalidad forma parte innata de su ADN. Se han ubicado en un punto del terreno concreto para verlos de cerca sin poner en peligro sus vidas. Si se salieran de la trazada, no habría riesgo de atropello. Los veteranos dicen que estudian el recorrido cuando reciben las coordenadas para elegir en qué esquina ubicarse.

Durante la larga parada, la misión es agotar con calma la bolsa de víveres que se esconden en la parte trasera del vehículo de Toni Grases: una barrita de proteínas, unas papas con algo de picante, un pequeño barquillo, un zumo de manzana y una humilde ensalada con maíz a modo de ración militar. Suficiente para coger fuerzas en un lugar perdido, muy lejos de la carretera. El agua se encarga de mitigar los más de treinta grados que reinan porque, en este país, hay dos climas opuestas. El frío nocturno y el calor abrasador durante el día.

El desierto, desde la perspectiva del copiloto. RELEVO

Pasan primero un par de motos y luego llegan los coches, cuyo sonido empieza a justificar el madrugón y los kilómetros recorridos. De vuelta al campamento, con cerca de dos horas de recorrido, el piloto español se luce un poco (lo justo y sin poner en peligro a sus tripulantes) entrando en un tramo de dunas. Traza como pocos saben: conoce cómo entrar a ellas y cómo bajarlas sin morir en el intento. El coche bota salvajemente y los cinturones cumplen su función. "Parece que alguien haya puesto las piedras boca arriba, tienen cara de rajarte el neumático", alude.

Es lo que más disfruta el conductor. Esos momentos de subir y bajar marchas realizando un recorrido similar al que completan sus ídolos. "A veces hasta masticas el polvo de Sainz", reconoce. Aconseja alejarse del polvo que deja el coche de delante, noción básica en rallies. También, en caso de accidente, "no colocar las manos ahí arriba sino sujetar fuerte el cinturón", que se abrocha por cuatro lugares diferentes. Arriesga lo justo, con precaución para brindar a sus huéspedes una experiencia que nunca olvidarán.

Antes de llegar al campamento, otro obstáculo en el camino: un par de vehículos 4x4 se han quedado estancados en la arena y no pueden salir. No hace falta remolcarles porque ya se han enganchado otro a echarles un cable. Entre los empujones de los presentes desde atrás y los caballos del coche que tira, salen de las dunas. Tras más de siete horas de viaje y cientos de kilómetros en la espalda, termina el viaje. Toni ha logrado que sus pasajeros se hayan sentido, o hayan estado cerca, de sentirse pilotos. Él se ha pasado la mañana en el coche, que es lo que ama, además de haber lanzado alguna de sus fotos. Todos contentos.