RALLY DAKAR

Durmió en el desierto del Dakar a la intemperie y llamó a su madre para calmarla: "Me acurruqué entre la moto y un agujero que cavé"

Eduardo Iglesias pasó la noche más amarga de su vida cuando su moto le dejó tirado.

Eduardo Iglesias, junto a su fiel moto en medio del desierto./INSTAGRAM
Eduardo Iglesias, junto a su fiel moto en medio del desierto. INSTAGRAM
Jorge Peiró

Jorge Peiró

Al Duwadimi (Arabia Saudí).- Doce horas para entender por qué la llaman la carrera más dura del mundo. Tal vez la travesía por el desierto de Eduardo Iglesias es un ejemplo demasiado extremo para explicar lo que es el Rally Dakar. Su aventura, no obstante, ejemplifica el punto hasta el que están dispuestos a llegar competidores tan valientes como él. Lo hizo con su moto y su espíritu aventurero.

"Se me fue complicando todo", relata el piloto a Relevo en el comedor del campamento de Al Duwadimi tras de su tortuosa noche en el desierto. Sano y salvo después del susto, inicia su relato. "Fue una de las noches más amargas y largas de mi vida, me fastidia mucho no poder terminar el Dakar". La mentalidad de un dakariano es incomprensible.

Todo se torció cuando llegaron los problemas mecánicos a media tarde. "Fue una etapa odisea, me había tocado sufrir la parte de los accidentes en los otros Dakares pero no esto. Llegaron los problemas mecánicos porque la moto se me calentaba, se apagaba y tenía que esperar a que se enfriara. Ahí empecé a ver un poco complicado el tema de acabar. Se hizo de noche y el ritmo empezó a bajar mucho, había zona de dunas complicadas, camiones de frente, coches perdidos, ahí empezó a formarse un gran Cristo".

Una vez empezó todo, solo hizo que ir a más. Desde fuera cobra épica, pero desde dentro, las pasó canutas. "Me dijeron que iba a venir a recogerme un camión, después que me mandarían un helicóptero, yo veía que en ese sitio no podían aterrizar. Llegó el helicóptero y dio un par de vueltas, pero no debió verlo muy claro, me lanzaron una de estas raciones para aguantar un día, yo solo tenía un poco de agua. Con el impacto contra el suelo, ni agua, ni zumo, ni nada, me quedé sin nada. Solo tenía una barrita energética y algo de compañía con algún bichito que había por ahí".

Desde las siete de la tarde hasta las ocho de la mañana. Cerca de doce horas en las que a Iglesias le sucedió de todo. "La noche se hizo larga, lo bueno es que no hacía tanto frío como otras. Pasé horas acurrucado debajo de la manta térmica, hasta las siete de la mañana, se me hizo largo. Encendí el motor un par de veces para dar algo de calor y me acurruqué entre ella y la manta térmica, hice un agujerito en la arena y me metí un poco ahí. Pasé frío pero aquí estamos. Fue una de las noches más largas y amargas de mi vida, sobre todo por lo de no terminar el Dakar".

El piloto gallego tiró de ingenio y se las apañó como pudo para pasar la noche. Una que nunca olvidará. "Tenía el teléfono satélite para cuando pasan cosas como esta, llamé a mi familia por tranquilizarles, me desahogué un poco con ellos llorando por no poder terminar. Cuando un punto se para en el mapa, todo el mundo duda... llamé a mi hermana, a mi novia, para tranquilizarles un poco y que se difundiera porque sé que estaban todos muy pendientes. No quería que la gente se agobiara pensando que podía tener un accidente".

Con su familia sosegada y él en perfecto estado, su odisea llegó a su fin, al igual que su Dakar. Ese que tanta ilusión le hace cada año. "Es para estar contento porque no tengo ninguna lesión, igual hay gente que no puede decir lo mismo. Me hubiera gustado tener un mejor desenlace y poder haber llegado a meta. Esto es el Dakar, es así".