Valeria Antolino y la historia de la niña que se quedó sola en España para volar alto: "Me veo en el podio de Los Ángeles"
Nacida en Venezuela, se ha convertido en la gran sensación española de los saltos de trampolín tras su diploma olímpico en París 2024.

"En el polideportivo, vi los saltos y le dije a mi mamá: yo quiero probar eso. Me acuerdo como si fuera ayer, aunque tenía cuatro años, del momento en el que mi entrenador me dijo '¿te da miedo tirarte de allí?' Yo le dije que no. Fui, me tiré y no quería parar de lanzarme. Era una detrás de otra". Y hasta hoy, sigue volando Valeria Antolino (Mérida, Venezuela, 2002), joya española de los saltos de trampolín y diploma olímpico en los Juegos de París donde su nombre irrumpió en el móvil de todos los enviados especiales cuando, a mitad de concurso, seguía en la lucha por las medallas aunque muy pocos le tenían en las quinielas.
Nacida en Mérida, pero no en la capital de Extremadura, sino en la ciudad de homónimo nombre en plenos Andes Venezolanos, siendo todavía bebé viviría su primer cambio de hogar marchándose a Valera, en el Estado de Trujllo, donde dio aquel valiente primer salto y se formó como saltadora de la mano de los técnicos José Palma y Juan Quevedo, a quienes considera "unos padres más porque me pasaba el mayor tiempo en la piscina". Pero no sería el único ni el más traumático, porque lo hacía junto a sus padres y sus hermanos. A los 14 años, junto a su familia, llegó a España en busca de nuevos sueños y una nueva vida.
Pero la aventura familiar duró poco, o al menos, como seguramente estaba en la cabeza de una adolescente Valeria. "Al llegar aquí, seguí con mi deporte, pero me quedé sola a los 15 años porque toda mi familia regresó a Venezuela, mis padres y mis dos hermanos. Esto para mí fue muy duro porque con 15 años y sola... Pero me quedé para no renunciar a mi sueño, que era ir a unos Juegos Olímpicos. Ahora hablo con ellos tres veces al día por videollamada para sentirlos cerca", cuenta emocionada, casi al borde de la lágrima, al recordar a su familia.
En España, Antolino tenía otro trampolín con el que volar a las grandes cimas. Llegaba a un país en busca de talento en su disciplina y además, en su caso tenía una alfombra roja porque ya contaba con la doble nacionalidad gracias a su abuela, española de nacimiento. Buscó 'refugio' en la Residencia Blume, en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid, hasta que cumplió los 18 años mientras terminaba sus estudios de Bachillerato, necesarios para afrontar el otro sueño de su vida: trabajar en odontología.
Este pasado fin de semana, Valeria inauguró el nuevo ciclo con una medalla de plata en el Torneo Internacional de Berlín en su vuelta a la plataforma de 10 metros. Hablamos de retorno porque, aunque esta sea su prueba predilecta, en París sorprendió a todos con su octavo puesto en el trampolín de 3 metros después de una clasificación in extremis a última hora y casi sin preparación. Y es que España tenía una plaza no nominal gracias al puesto de semifinalista mundial de María Papworth a principios de año, un billete que debía entregarse en un selectivo interno y que parecía se iban a jugar la propia Papworth y Rocío Velázquez. Pero apareció una Valeria que no había logrado el objetivo de clasificar en su prueba en "un Mundial de Doha que me sigue costando recordar" y que, con su calidad, se le abría una última oportunidad.
"Yo siempre he respirado por la boca"
"Hacía dos años que no competía en trampolín, porque me había enfocado mucho en la plataforma", desvela ahora a Relevo. "Pero mis entrenadores, justo después de Doha, me hablaron de la plaza. 'Valeria, sabemos que tú puedes sacar la serie y competir". En apenas un mes de entrenamientos, bajo las órdenes de los técnicos federativos, el italiano Doménico Rinaldi y la leyenda canadiense de origen cubano Arturo Miranda, la saltadora se adaptó a una nueva rutina, que debía hacer a la perfección si quería estar en París. "Yo tenía mucha presión en el momento del selectivo porque yo no tenía el grado de dificultad que decía la federación. Pero, aunque tuviera menos grados de dificultad, si hacías dos veces la puntuación que pedían tenías esa opción de ganar los trials".
Los trials selectivos constaban de tres competiciones, pero la decisiva sería la final de la Copa de España celebraba en las instalaciones de saltos del Centro Deportivo M86 de Madrid, lugar habitual de entrenamientos para todo el equipo nacional. Para afrontarla, Valeria ya contaba con el apoyo fundamental de su hermana Isa, con quien ha comenzado a vivir frente a la piscina. "Después de que la primera competición me saliera muy mal, mi hermana estuvo ahí apoyándome para que no me rindiera. Y al final, lo sigo recordando y todavía me emociona, en esas dos pruebas lo di todo, lo disfruté y me salió la oportunidad de ir a los Juegos".
El secreto de su éxito, siete metros más abajo de lo habitual, estaba en aquella niña que eomenzó a revolotear al otro lado del Atlático. "Siempre he entrenado las dos cosas, toda mi vida, porque mi entrenador de Venezuela siempre me decía que había que entrenar las dos cosas. Y yo creo que, también gracias a él, he podido trasladar mi confianza de la plataforma al trampolín". En periodo de solo unas semanas, Valeria ya completaba su ronda de cinco saltos, donde cuatro eran muy difíciles para ella y tres totalmente nuevos.
Llegó a París y saltó, y muy bien. Se metió en la final con la décima mejor nota, entre las mejores del mundo y contra rivales que llevaban preparando esa prueba desde hace años. La magia innata de Valeria y el sueño que le hizo quedarse en España la hicieron divertirse. "Una de las cosas que llevo trabajando desde hace muchos años, porque es lo que a mí más me ha costado, es disfrutar las 'compes", cuenta. "Entre los nervios, los objetivos que tienes en mente, la presión y todas esas cosas que tienes afuera... Pero para mí los Juegos Olímpicos ha sido una de las competiciones, o mejor dicho, la competición que más he disfrutado en toda mi carrera desde que soy pequeña. No era mi prueba, mi objetivo fue disfrutar y hacer las cosas que tenía que hacer, y la verdad que estoy más que contenta".
En su maleta regresó con un diploma es su primera experiencia olímpica, yendo quinta al superar el ecuador de la competición, que le coloca como un nombre a tener en cuenta para el nuevo ciclo que se iniciará de manera oficial con el Mundial de Singapur el próximo verano. Pero, claro, ¿ahora qué? ¿seguir en el trampolín tras este resultado o volver a su prueba en la plataforma? "Esa es una pregunta muy buena. Porque, a mí me gusta trampolín, pero siempre me he identificado un poco más con la plataforma, porque es lo que más me gusta y en lo que me veo como mejor y más confianza. Después de los Juegos, lo he hablado con mis entrenadores y quieren seguir enfocando más en la plataforma, y yo también estoy de acuerdo". La saltadora no niega que pueda participar en alguna prueba de trampolín, incluso compatibilizándolo con el salto desde 10 metros, pero sus sueños para los próximos Juegos están claros: "En este momento, me veo en el podio en Los Ángeles... en plataforma". Para ello, realiza la cifra de 500 saltos semanales en sus entrenamientos.
Pero no solo tendrá una opción para cumplirlo. Una de las grandes apuestas de la federación está en el salto sincronizado desde la plataforma, en el que Valeria une sus fuerzas con la joven Ana Carvajal, también olímpica en París todavía siendo menor de edad. "Vamos a tener bastante futuro, somos muy buenas amigas y nuestros entrenadores, desde que nos vieron, dijeron que íbamos a ser la pareja que iban a tener". Juntas, en el Europeo de 2024 ya se colgaron la medalla de plata en esta prueba.
Abrazo familiar... y operación importante
A la vuelta de París y antes de afrontar el nuevo y largo ciclo olímpico con todavía más presión, Valeria tuvo un nuevo premio: poder pasar dos meses de vacaciones con su familia. Su sonrisa en las fotos que compartió en sus redes sociales lo dicen todo: "Cuando voy allí es que me quito todos los problemas, todo el peso que tengo encima- Es que me quedo a cero, porque al final estoy con mi familia, estoy con mis hermanos, estoy con mis abuelos... Estoy en mi casa".
Pero de este viaje se trajo, además, una mejora ostensible para sus condiciones más allá de la flujo de energía que da un abrazo familiar. En su tiempo en Venezuela, Antolino se operó de un problema grave en su respiración que le ha acompañado siempre: "Yo siempre he respirado por la boca. Desde pequeña, he tenido una obstrucción respiratoria de 90% y no podía respirar absolutamente nada. Los médicos me decían cómo podía respirar cuando hacía ejercicio. Y después de los Juegos, que estuve dos meses allí, me operé la nariz y el mentón. Será algo que me ayude en el deporte".