MOTOGP

Manuel Poggiali, el niño prodigio que pudo superar a Valentino Rossi: "Me aislé, veía a todos como enemigos"

El piloto recuerda en Relevo sus éxitos y sinsabores en el motociclismo.

Manuel Poggiali, con los colores de Ducati./INSTAGRAM
Manuel Poggiali, con los colores de Ducati. INSTAGRAM
Julio Ocampo

Julio Ocampo

Cuando en 2003 -año de su debut en 250 cc- se proclamó campeón del mundo, nadie imaginaba que la carrera del intrépido y precoz Manuel Poggiali (San Marino, 1983) estaba próxima al ocaso. Previamente -en 2001- ya había logrado el título en 125, pero la luz se apagó de forma repentina. Ese brillo refulgente que prometía dilatar hasta la saciedad curiosamente comenzó a virar en una mirada atrabiliaria y angustiosa.

Manuel hoy tiene que soportar, aún, el peso de las comparaciones. "Podía haber sido el nuevo Rossi", "Ni siquiera Márquez mordió en dos y medio el primer año". Afortunadamente, ya ha adquirido la madurez necesaria para metabolizar mirándolas con piedad, empatía, con candor. Para abrazar a ese genio inacabado que fue. Esta es la historia de un talento único, un mago sin varita que afrontó el motociclismo a su manera, a su estilo. Aceleró en cada recta y arriesgó en las curvas de forma temeraria.

Vivió demasiado deprisa, como si todo fuera un eterno y a la vez efímero sprint. Huía hacia delante de forma repentina. Sin embargo, se marchó casi sin decir adiós, y es probable que ese sea el motivo por el que hoy estamos aquí con él. "Soy un velocista", suelta antes de comenzar la entrevista. Se entiende la ironía, ya lo creo que se entiende.

¿Cómo recuerdas ese periodo en que ganabas tanto y tan deprisa?

Tengo buenos recuerdos. Un momento proficuo, donde todo salía bien y fácil, entre comillas. Sí, apretaba, pero los resultados eran muy buenos. La consecuencia a mi trabajo, que repito me resultaba simple. Es como si todo viniera espontáneo. Salía fácil lo aparentemente difícil y complicado.

¿Eso se llama talento?

Quizás esto me ayudó durante mi carrera. Piensa que en 1997 gané el primer campeonato italiano en mini motos, y en el 99 ya corría en Motomondiale de forma permanente. Fue una escalada veloz. Mientras, vencía carreras del campeonato europeo, me imponía en el italiano… Luego, en un cuarto de litro también triunfaba… Un recorrido fantástico y rápido, en resumidas cuentas.

Por recapitular. Comienzas con Aprilia, prosigues con Derbi, y el primer mundial (Toni Elías fue tercero) lo ganas con Gilera, que no se imponía desde hacía casi cincuenta años. La última, con Libero Liberati. El campeonato del mundo de 2003 lo besas con la Aprilia RS 250 del team oficial. Al año siguiente podría haber sido el de la confirmación. Sin embargo, terminas noveno. ¿Qué sucedió?

El año 2003 fue increíble. Cumplí un sueño en todos los sentidos, sobre todo en Aprilia, que era la escuadra más deseada en las cilindradas más pequeñas. Insisto, un sueño. De hecho, tuve propuestas para pasar a MotoGP como piloto no oficial, que en ese periodo era el step obligatorio. Tenía dos años de contrato con la Aprilia oficial. Todo iba bien… Era julio o agosto, momento de mercado, momento en que aún no había ganado el mundial matemáticamente. Además, consideraba que aún tenía que aprender mucho. Todo esto, y mis ganas de querer respetar el contrato con Aprilia… No sé... Sentí que debía honrar lo que había firmado. Así concibo yo los contratos.

¿La propuesta más fuerte para MotoGP fue la de Gresini?

Sí, sin duda, aunque hubo otras. No acepté por lo que te dije antes. El mundial lo gané en noviembre. Efectivamente, quizás fue un error tomar esa decisión. No lo sabía entonces, sinceramente. De lo contrario…

¿El qué no sabías?

Pues que la casa no estaba bien económicamente. De hecho, la Aprilia de Ivano Beggio quebró a finales de 2003. Fue una masacre, pero yo esto no lo sabía. Ni siquiera lo percibía… Y nadie del sector management me comentó nada. La sorpresa fue increíble, porque teníamos un acuerdo. Para mí un contrato no es un simple folio de papel sino una responsabilidad mayor. Todo esto para decirte, para explicarte los motivos que había detrás en ese aciago 2004. Seguía Aprilia con su programación deportiva, pero ya no era lo mismo. Desgraciadamente, todo había cambiado. No estaba bien económicamente, se improvisaba demasiado, no había puntos de referencia. Una situación complicada.

¿Cuánto puede afectar a un piloto todo esto? No es solo cuestión de dinero, imagino.

El dinero nos importa relativamente. El problema es que sin él es difícil ganar carreras. El ambiente no es sano: los mecánicos no ganan lo que tienen que ganar, a los pilotos se nos paga tarde… El clima es negativo, y las carreras pagan la consecuencia.

Todo esto te afecta, y mucho.

Quiero ver las cosas de este modo… El principal problema fue mío, que no supe gestionar la negatividad que había en el ambiente. El clima era irrespirable, y a mí me costó aceptarlo, metabolizarlo, superarlo.

Ese año el mundial de 250 lo ganó Pedrosa. Dovizioso hizo lo propio en 125 y Rossi en la categoría reina. Ni rastro de Poggiali.

Sí, pero para que te hagas una idea. Durante el año solía pedir una serie de material que normalmente me negaban. Nada fuera de lo común, nada que no tuviera cuando gané el curso anterior… Verás, pues en Brasil me llegó a tiempo y gané la carrera por delante de Dani. Fue una inyección de adrenalina, una especie de venganza a nivel personal. Recuperaba, de alguna manera, mis certezas del año anterior. Lástima que era el final del año.

"Leía las críticas pero no me afectaban. Quizás no gestioné bien todo aquello, me encontré con algo demasiado grande"

Entraste en un remolino de negatividad demasiado grande, y tú eras muy joven. Un genio precoz. Te comparaban con Valentino Rossi.

Tenía veinte años, aunque sinceramente las críticas que comenzaban a llegar no me afectaban. Sí, las leía, pero no me hacían daño. No sé, quizás no gestioné bien todo aquello, la atmósfera pesante. Me lo tomo como una lección que me ayudó a crecer. No tenía experiencia, y me encontré con algo demasiado grande. La vida es una montaña rusa, y no la ruta 66. Esto hay que aceptarlo.

Escuchándote, quizás lo que más daño te hizo fue la ausencia de referentes, tanto dentro como fuera de la pista.

En el equipo es fundamental para el piloto, que debe tener una panorámica clara de todo. Así se evitan también incomprensiones entre las personas.

En 2005 vuelves a Gilera para correr en 125. Desciendes un peldaño.

Paradójicamente tu carrera está terminando. Tienes solo 23 años.

Insisto en mi incapacidad para gestionar bien lo sucedido entonces (2003-04). ¿Qué sucedió? Me daba asco el ambiente ya, exacto. Me afectó mucho, incluso a nivel personal. Creía en la confianza recíproca, en cambio… A eso se le añade mi dura adolescencia, con mi padre que falleció cuando tenía 16 años (su madre murió antes, incluso).

La culpa, de ninguna manera, puede ser tuya. ¿Eso lo tienes claro?

Lo sé. Iba a las carreras sin ganas. No me divertía ya. Perdí la ilusión, las ganas de disfrutar. Donde pasas la mayor parte de tu tiempo debes estar bien. Eso lo aprendí con los años. Si no es así, no puedes rendir. Sucede en cualquier trabajo. Yo no estaba contento con esta vida, por eso decidí cambiar. Era una agonía. Entré en una situación sin salida. No supe encontrar las motivaciones para volver a apreciar todo lo que antes me encantaba. No quería correr, viajaba a las pruebas lo más tarde posible y regresaba a casa de los grandes premios lo antes posible. La prioridad era no vivir ese ambiente en el que estaba. No supe encontrar la strada correcta para salir estando dentro de él.

¿No tuviste nadie que te enseñara el camino de salida? ¿Un psicólogo? ¿Un amigo? ¿Un consejo de Rossi o Max Biaggi, por ejemplo?

Sí, mucha gente. El problema es que perdí la confianza en todos. Esa experiencia tan desagradable me ocasionó todo eso. Verás… Personas que conocía desde hacía años tenía la sensación de no saber por qué se acercaban ahora a mí. Era algo psicológico. No quería ayuda, porque no confiaba en el mundo. Tuve que dejarlo para poder comenzar una vida nueva. Sí, me estaba perdiendo, me daba cuenta… No apreciaba nada. Perdí las ganas de vivir. Fue un momento complicado, y no había nadie capaz de ayudarme porque precisamente quienes ahí estaban yo no los veía como tal. No los quería. Me aislé.

Muy duro, sí.

Hoy, con cuarenta años, lo comprendo todo. Entonces reaccioné con lo que sabía a esa edad. Me retiré con 24 años, pero encontré de nuevo mi camino, comencé a cultivar pasiones diferentes. Volví a divertirme, a tener claro lo que quería.

Años después hiciste varios intentos para volver a 250, pero ya sin resultados.

En realidad, salvo el año sabático de 2007, siempre he corrido. En 2006 estaba con KTM. Tenía contrato, pero me echaron. Lógicamente, en esas circunstancias era difícil encontrar equipo para la temporada siguiente. Si te despiden en noviembre… Puedes imaginarte. Bien, lo que no quería era volver a 125 cc. Recuerdo tener propuestas para ir a Superbike… En definitiva, en 2007 me quedé en casa.

Nuevo intento en 2008 en dos y medio con la Gilera RSV del team privado Campetella Racing. ¿Resultó complicado?

Comencé de forma discreta, no mal del todo. Tuve una caída después. Me asusté porque perdí el guante. Por suerte no toqué con la mano en el asfalto. Lo interpreté como una señal del destino. Paralelamente, mi mujer estaba embarazada de mi primer hijo. Decidí dejarlo definitivamente. Se lo comenté a los compañeros, dije que tenía miedo, dificultad para seguir. Me centré en la familia.

Recuperaste tu vida en San Marino. Jugaste la Champions allí en fútbol sala.

En 2013 comencé como probador de motos. También corrí años después en Le Mans, donde sufrí un accidente. Me desperté en el hospital, sin conocimiento. Tenía 35 años, y me dije que basta de correr.

Hoy trabajas para Gresini.

Sí, como consejero. Llevo a cabo un trabajo técnico en la conducción de los pilotos. También les ayudo a gestionar emociones, a que adquieran confianza. La psicología, indirectamente, siempre está ahí.

¿Ese mundo del que desconfiaste en su día es artificial?

No. El problema era mío. No supe gestionarlo, nada más. Pensaba una cosa, tenía ciertas expectativas, pero después al parecer no estaba preparado para aceptar determinadas situaciones. Es normal cogerle manía a todo. Hoy entiendo mucho mejor lo sucedido. A ellos; a mí. ¿Sabes? Cualquier mínimo problema se amplificaba entonces, el clima era negativo, desastroso. Yo era joven, demasiado joven. Tenía un jefe técnico que, de repente, cambió de actitud. Me esperaba más respeto… Por eso comencé a ver enemigos. Era un problema mío, quiero dejarlo claro.