REMO

Aina Cid y una filosofía de cine americano que la lanzó en caída libre: "He tardado tres años en recuperarme a mí misma"

La remera tarraconense desvela lo vivido en los tres años más complicados de su carrera deportiva tras los Juegos Olímpicos de Tokio.

Aina Cid, en su visita a Relevo./RELEVO/SALVADOR FENOLL
Aina Cid, en su visita a Relevo. RELEVO/SALVADOR FENOLL
José M. Amorós

José M. Amorós

Esta parecía que iba a ser una charla de análisis, de rememorar una vez más los pasados Juegos Olímpicos e, incluso, de posible disgusto por no lograr clasificar para la gran final por las medallas. Y así empezó, pero al sentarnos con Aina Cid (Amposta, 1994) todo cambia. Ella, referente y líder generacional de un remo español que en los últimos años ha dado un paso adelante para volver a ser protagonista a nivel internacional, decide abrirse para enseñar qué hay dentro de las costuras de la élite y desvelar la realidad más allá de los resultados.

Con un oro europeo en 2019 al que siguieron tres medallas más en los cuatro continentales siguientes, la tarraconense nos sorprende cuando reconoce que está "satisfecha" con el séptimo puesto en el Dos sin timonel junto a Esther Briz y nos guía que hay que ir tres años atrás para comprender el porqué. Y es que esta segunda experiencia olímpica borra el suplicio mental que terminó siendo la primera en Tokio. Allí terminó en una "caída libre", como ella misma define, que le llevó al peor momento de su carrera en un proceso de cuatro etapas en el que se sentirán identificados muchos deportistas que asomaron alguna vez al abismo de la decepción: Perfección, obsesión, frustración y destrucción. En París, Aina sintió cerrar una etapa y, ahora, aunque quiere hacerlo de una manera diferente y más sana, empieza a soñar con Los Ángeles.

Pasados unos meses, ¿a qué te sabe el séptimo puesto de París?

Probablemente, es la primera vez que, después de una competición, salgo satisfecha del resultado. Esto para mí siempre ha sido muy complicado, porque soy una persona muy exigente y nunca tengo suficiente. Raramente, esta vez me fui muy contenta. Sí que es cierto que, a veces, esa sensación de satisfacción desaparece y piensas 'ojalá hubiese entrado en esa final o haber estado peleando por esa medalla'.

Aina Cid relata lo vivido en los últimos tres años.RELEVO/SALVADOR FENOLL/PABLO MUÑOZ

¿Esa sensación de satisfacción viene de haber terminado 'ganando', aunque fuera la final B y que os dio el diploma olímpico con un 7º puesto global?

Sí, la victoria de la final B realmente hizo que nos fuéramos con esa satisfacción y ya no por el resultado en sí. Ganar esa regata de la forma que lo hicimos fue como adrenalina pura. En comparación, luego tú te comparas con tus compañeros que estuvieron en sus finales A compitiendo y teniendo esas opciones a medalla, que al final obtienen un quinto puesto y se van tan tristes.

En Tokio fuiste sexta con Virginia Díaz y ahora séptima con Esther Briz, pero te siento más contenta con este resultado que con el de hace tres años.

Es que, cuando recuerdo Tokio, no fue una experiencia agradable, porque yo tuve un trance o un bloqueo mental. Estaba obsesionadísima con que solo podía salir de allí con la medalla colgada y me centré mucho en el resultado, más que en intentar buscar la satisfacción en el rendimiento. En París, en cambio, sí que una de las cosas que insistimos mucho era en que consiguiéramos dar el 100% de nosotras en la competición. Porque si tú das el 100%, los que sean mejores han sido mejores y ya está. Si tú todo lo has hecho bien, te vas contento porque lo has hecho todo. Esa fue la diferencia más grande entre cómo fui yo y el grupo en sí a afrontar unos u otros Juegos.

Afirmas que la experiencia de Tokio fue mala por la obsesión por una medalla y no te dejó ser, al menos, tú. Muchos deportistas se sentirán identificados. ¿Qué ocurrió?

Sí, la obsesión es mala, sea cual sea, porque te quita la perspectiva. Tu foco está tan metido en algo tan específico que eres incapaz de valorar lo que hay alrededor de eso y las circunstancias que te rodean. Entonces, claro, en Tokio era la medalla, la medalla, la medalla y la medalla. A lo mejor, si mi compañera y yo hubiésemos afrontado de otra forma y la presión personal que nos metimos hubiese sido menor, podríamos haber rendido bien. Porque esa obsesión lo que causó es que no rendimos a nuestro 100% y ahí fue el error, porque en esos Juegos sí que teníamos el nivel para estar peleando por las medallas. Por eso digo que centrarte en el rendimiento sí lleva a un resultado, en cambio, centrarte en un resultado muchas veces lleva a una obsesión que, a su vez, lleva a la destrucción. La obsesión no te ayuda a centrarte en lo que realmente te hará más rápido o mejor, pero es que, además, cuando no lo consigues, te destruye.

Aina Cid relata lo vivido en los últimos tres años.RELEVO/SALVADOR FENOLL/PABLO MUÑOZ

Hablar de destrucción es muy duro. ¿Llegaste a sentirte destruida tras lo de Tokio?

Sí, destruida porque: uno, no conseguí lo que yo quería; dos, porque en el proceso lo pasé mal; y tres, porque yo perdí mi identidad. Para Tokio yo adopté la filosofía de que 'el que más sufre, más lo merece'. Es una filosofía muy aceptada en el cine americano, en la que todos pensamos que, si no sufrimos, si no tenemos malas experiencias, si no estamos embarrados hasta el fondo o que nos sentimos una mierda, no nos vale y no nos lo merecemos. Entonces era como 'haz de tu vida una miseria' porque el karma te lo va a dar y te va a devolver todo. Cuando crucé esa última línea de meta en Tokio, en mi cabeza y en ese instante, dije 'qué mierda acabas de hacer'. En el proceso de adoptar esa filosofía, yo pierdo mi identidad. Yo he tardado tres años en recuperarme a mí misma. Entonces, cuesta muy poco perderte y mucho tiempo recuperarte.

"De repente, es como si perdieras la experiencia y te sientes una novata"

Aina Cid

Y qué pasó después. ¿Cómo es esa sensación de «destrucción»?

La sensación cuando tú pierdes esa identidad es que te sientes... (piensa) Es mucha inseguridad. Yo, por ejemplo, siempre he sido una deportista que he tenido muy claras las cosas, cuando tomo una decisión soy firme con ella. Y, de repente, es como si perdieras la experiencia y te sientes una novata. Te sientes que no puedes tomar decisiones y no puedes coger responsabilidades. Yo estaba entrenando con Esther Briz (24 años) y Esther tenía que tomar los roles que yo, por mi experiencia, debería haber tomado. A eso he añadido el sentirme mal porque sabes que no estaba haciendo el trabajo que deberías estar haciendo, con la sensación de que, cuando hay un problema, te estás escondiendo en el fondo. Lo haces ahí en una esquinita y te agachas para que no te afecte, para no afrontarlo. Esa sensación de ser un niño pequeño, de no poder ser un adulto, tomar decisiones y tratar con tus responsabilidades. Esa es la sensación que tenía yo constantemente.

Has utilizado palabras 'muy grandes' para definir lo que te ocurrió en Tokio: obsesión y decepción.

Sí, realmente son cuatro: la perfección, la obsesión, la frustración y la decepción. Estos son aspectos que me han llevado al límite y que yo he sentido constantemente. El querer ser perfecta me ha llevado a ser obsesiva, por tener esa obsesión por lo perfecto. Al no conseguir esa perfección, te viene la frustración constante de "yo quiero ser así, pero realmente estoy intentando ser alguien que no soy, por tanto, nunca voy a llegar a eso". Eso es una constante frustración, porque tú idealizas lo que tú quieres ser, pero no llegas nunca allí y nunca vas a llegar, porque ese no es tu camino. Entonces, es frustración tras frustración. Y luego, ya la decepción es la caída libre, cuando ya no puedes con todo.

Cuando se montó tu barco con Esther Briz de camino a París se habló de opciones de medalla. ¿La decepción de París se parece a la de Tokio?

La decepción de no estar en la final, o no conseguir una medalla en París, creo que no tiene nada que ver con lo que yo viví en Tokio. Para empezar, la dinámica que tenía el grupo era diferente. Sé que parece increíble pero yo entré en la competición de París siendo una Aina y salí siendo otra. Parece increíble. ¿Cómo es posible que en cuatro regatas pases de ser una persona insegura a una persona que vuelve a ser segura, que puede tomar el mando, que es la veterana y que toma las decisiones? Increíblemente pasó después de la semifinal y antes de la final B.

Aina Cid relata lo vivido en los últimos tres años.RELEVO/SALVADOR FENOLL/PABLO MUÑOZ

UNOS MILÍMETROS QUE DESTRUYERON LA CONFIANZA

La sensación de tres años para olvidar en el apartado psicológico se unió a otros inconvenientes que impidieron a Aina y a su compañera Esther llegar con opciones de medalla a París. Y es que después de una gran medalla de bronce en el Europeo 2023 cuando solo llevaban unos meses juntas, llegaron las dudas a causa de unos problemas 'invisibles' en lo técnico que llegaron a hacerles perder la confianza.

Primero, tuvieron que cambiar de barco por un fallo de fábrica que hacía que se movieran, en demasía, los portantes de los remos. Esto hizo que todo el proceso de medición, colocación milimétrica de los remos y las posiciones del Dos sin Timonel se tuviera que realizar desde cero... y algo no encajó. Exactamente, unos milímetros arriba o abajo en la colocación de los nuevos portantes que hacían que la pala patinara en el agua y no pudieran remar bien. En la única competición previa a los Juegos encontraron un primer paso en esa solución, pero quedaba poco tiempo.

"Hasta que nos dimos cuenta que el problema estaba en la 'máquina', creías que el problema era nuestro, que algo no estábamos haciendo bien o que no estábamos conectadas", contaba Aina a Relevo en la previa de los Juegos. "Hasta que te das cuenta que es un problema mecánico, ya hay mucho desgaste psicológico entre nosotras. Hemos estado machacándonos en mejorar algo que no era culpa nuestra".

¿Qué crees que os ha faltado a Esther y a ti?

Yo creo que realmente lo que nos ha pasado es que nos ha faltado tiempo. Hemos sido una pareja que se juntó en el año 2023. Realmente, allí empezaron a salir muy bien las cosas. Tuvimos esos percances o esas malas suertes, por así decirlo, y en el año de los Juegos solo competimos una vez antes de París. ¿Qué pasa en los Juegos? Allí fue una evolución brutal de entendernos psicológicamente una a la otra.

Los Juegos fueron vuestro rodaje.

Hay que entender que los Juegos Olímpicos son cada cuatro años, y la presión y los nervios que hay en esa competición, en ese campeonato, son mucho mayores que lo que nos hayamos podido encontrar previamente. 

¿Vais a seguir juntas en este ciclo olímpico?

A mí me gustaría seguir. Sí que es cierto que un cambio de ciclo conlleva que el contador vuelve a cero, todo el equipo femenino vuelve a empezar junto y hay que volver a armar los botes y a crear el equipo. Esther es una persona con la cual me encantaría seguir remando porque nos llevamos estupendamente, congeniamos muy bien y, de hecho, yo es que inconscientemente la he adoptado como otra hermana pequeña. Es una persona con la que me encantaría seguir pasando tiempo, pero hay que hacer pruebas y hay que demostrar que merecemos seguir entrenando juntas.

Además, entra en el juego el nuevo remo de mar. Disciplina que se estrena en Los Ángeles y donde Esther tiene títulos mundiales.

Sí que es cierto que a Esther, obviamente, se le da bien y le gustaría poder compaginarlo. Estamos a la espera de que salga el calendario del remo de mar, porque no saben si es antes o después de las aguas tranquilas. Si el remo de mar es antes, tendrá que hacer una de las dos. Si es después, es probable que pueda compaginar los dos.

"Tengo ganas de seguir hasta Los Ángeles 2028"

Aina Cid

Tienes 30 años. Confirmamos que sigues hasta Los Ángeles.

Yo tengo ganas, a día de hoy estoy motivada para ir hasta Los Ángeles. Aunque sí es la primera vez que mi cabeza no tiene prisa, no tiene esa obsesión. Por primera vez siento que queda muchísimo tiempo para Los Ángeles. Antes yo siempre tenía la sensación de un año, otro, otro... y que, aunque quedaran cuatro años, queda nada. Si en algún momento pierdo la motivación o las ganas de aquí a allí, tendré que aceptar que ya está. Yo antes de París no sabía qué iba a hacer. Pensaba que depende cómo fueran los Juegos, si volvían a salir desastrosamente o con la sensación como me fui en Tokio, a lo mejor no quería saber más del remo y me largo. Ahora quiero llevarlo año a año, quiero tomármelo de otra forma y como nunca lo he hecho.

Quizás te ha llegado el momento de disfrutar y ver qué sale.

Me gustaría comentarlo con mi psicóloga. Es una manera que realmente me está gustando, pero me da miedo porque yo siempre he sido muy obsesiva, incansable de chocar contra la pared. Pienso que ahora puedo hacer lo mismo de una manera inteligente sin, a lo mejor, desgastarme tanto mentalmente. Lo que pasa es que, como nunca lo he hecho, me da miedo que lo que esté haciendo simplemente sea acomodarme.

He visto que te ha costado decir la palabra 'retirada'. ¿Te cuesta?

Sí, porque me surge mucho la pregunta. A día de hoy, no estoy preparada para retirarme, ni mucho menos. Es cierto que he dicho que si en algún momento mi mente me lo pide, debería escucharlo. Y por eso lo digo en voz alta, porque debería. Pero no me gustaría retirarme en medio de un ciclo. Me gustaría acabar un ciclo y decir, ya está. Para mí esto son etapas y cerrarla a medio camino me da la sensación que he dejado un trabajo por hacer. Por eso... es complicado. Si llego a Los Ángeles, si lo tengo que decir a día de hoy, creo que ya estaría satisfecha.