OPINIÓN

Perder o ganar

Perder o ganar

¿Hemos ganado? ¿Hemos perdido? ¿Hay que medir todo en función de eso? El resultado final del marcador dicta que el cierre de Relevo es una derrota. No todos mis compañeros lo ven igual que yo, así que tomad esta opinión como todas, propiedad exclusivamente del que las escribe. En este caso, es la de alguien que colocó primeras piedras y otorgó el nombre a este proyecto tan nuestro.

Quizá el error fue precisamente sentirlo así, nuestro, cuando en realidad no lo era. Pero, paradojas del mundo empresarial, muchas compañías desearían contar con empleados que defiendan su trabajo con tanto ahínco y amor propio como nosotros. Equivocados o no, no concebíamos otra forma de hacerlo.

Una derrota es el final de un proceso en el que sí, por supuesto, hemos ganado muchísimo. Enseñanzas, conocimiento, reconocimiento, experiencia, prestigio, gestión y un ejemplo para el futuro de organización del trabajo en equipo. La ganancia personal, inmensa también, no es objeto de este artículo de opinión. Después de veinticuatro años de vida laboral en el periodismo —es lo que sucede cuando pasas por estas situaciones, que te ves obligado a recopilar cierta documentación que nunca consultas—, he condensado en tres y medio el mayor aprendizaje de mi carrera.

No solo yo. Después de ver aterrizar en este proyecto a cada uno de mis compañeros, me atrevo a valorar que todos se van mucho mejores de lo que vinieron. Es tan injusto mencionar un solo nombre en un equipo así, de la altura que sea del organigrama, que prefiero no citar a ninguno. Eso sí, los conozco de pe a pa, después de más de 150 entrevistas para seleccionarlos grano a grano. Ahora, con tiempo libre, si alguien busca talento, podemos tomar un café y compartir nombres que merecen la oportunidad.

No quiero hablar de las causas del cierre. Sería ensuciar una despedida que hemos hecho con limpieza. Nos acusan de haber sido demasiado buenos, de dejar que corriera sin obstáculos un relato único: el de la empresa que nos dio todo, para luego quitárnoslo de cuajo, cuando avistábamos luces. Le sacamos unos minutos al mismo café de antes y lo debato con cualquiera.

Retomo, sí, lo de la derrota. Los mismos periodistas que preguntamos a un entrenador si su temporada no ha sido buena o si ha resultado un fracaso, solemos escondernos cuando se nos da la vuelta el calcetín. "Los resultados no han sido malos, construíamos un gran proyecto, del que ya se estaban viendo los frutos. Pero no ha habido paciencia en la nueva directiva, que viene con otras ideas". Es el cúmulo de frases hechas que hubiésemos obtenido ante una destitución como la nuestra.

Quizá solo perdamos ahora y el futuro nos depare la victoria que esperábamos y que merecemos. Mandará el tiempo. De momento, nos quedaremos en un trampolín al estilo Borussia Dortmund para el talento. Pero no nos engañamos, nosotros salimos a pelear al Bayern y al Real Madrid de aquí a unos cuantos años, sabiendo que disparábamos con balas de fogueo contra galerías sexys, titulares engañosos y temas que nada tienen que ver con el deporte. En noticias, fiabilidad, innovación, enfoques y compromiso social, lo que prometimos, me atrevo a decir que hemos superado la altura de cualquiera.

Ejercíamos también de modelo para muchos medios con decenas de años de penetración, dicho por ellos, y teníamos en nuestra mano el grial por el que se pelea el sector: la gente joven. Ni están en las webs ni van a ir jamás. Algunos lo hemos vivido antes, cuando la prensa en papel se resistía contra la ola imparable de internet, intentando defender con rastrillos de playa fortalezas que ya daban muestras de erosión. O cuando escuché dar en una redacción la orden de no escribir sobre Ibai Llanos para no darle publicidad, para años después mendigar cinco minutos a su lado.

Relevo estaba posicionado para liderar el siguiente cambio, pero el partido ha terminado con derrota. O se ha suspendido en el minuto 60 por invasión de campo. La victoria solo tiene un relato. La derrota, tantos como regates se te ocurran.