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Fran Garrigós, el 'niño inquieto' que llegó a campeón: "Mis padres me apuntaron a judo para ver si llegaba cansado a casa"

Tres veces campeón europeo, actual campeón mundial y ahora flamante medallista en unos Juegos con el bronce conseguido en París. El mostoleño completa la Trinidad del judo.

José M. Amorós
Michèle Novovitch

José M. Amorós y Michèle Novovitch

"Trabajador, disciplinado y dar el 100% en cada entrenamiento". Son las tres cualidades que Fran Garrigós (Mostoles,1994), actual campeón del mundo y campeón de Europa en tres ocasiones y desde hoy medallista olímpico tras colgarse el bronce. El objetivo que apuntaba a Relevo en su segunda casa, el club de judo Dojo Quino que recoge el nombre del gran maestro, al asegurar que buscaba romper la maldición de 24 años sin medalla española en su disciplina en unos Juegos Olímpicos.

El mostoleño parecía un animal enjaulado en su cuarto de Brunete antes de viajar a París, donde ha sumado el primer podio de la delegación española en el primer día de competición. "Desde pequeño he soñado con ser campeón olímpico y campeón del mundo... y he conseguido la mitad y ahora falta la otra mitad", confesaba a Relevo con media sonrisa.

Con tres títulos continentales de los últimos cuatro campeonatos y el dorsal rojo de oro mundial a su espalda, Garrigós recuerda sus inicios en el tatami — "empecé a los cuatro años" — como vía de escape paternal a un niño imparable, como lo sigue siendo 25 años después: "Era un niño bastante inquieto. Mis padres decidieron apuntarme a judo para ver si llegaba cansado a casa y les dejaba un poco tranquilos". Aunque la historia de la gran estrella actual de su deporte en España junto a su inseparable Niko Sherazadishvili pudo haber cambiado: "Siempre les pedí que me apuntaran al fútbol y nunca me llegaron a apuntarme; no me arrepiento, por supuesto que no".

Fran Garrigós recibe a Relevo en el Dojo Quino, el club de Brunete que se ha convertido en una fábrica de campeones. RELEVO/MICHÈLE NOVOVITCH
Fran Garrigós recibe a Relevo en el Dojo Quino, el club de Brunete que se ha convertido en una fábrica de campeones. RELEVO/MICHÈLE NOVOVITCH

El judo es uno de esos deportes que marca por sus valores, por su forma como deporte y su disciplina, por lo que los judokas se entregan en cuerpo y alma enlazados en el cinturón negro que envuelve a los mejores. "Para mí, el judo significa un estilo de vida; desde que me levanto hasta que me acuesto estoy pensando en judo".

Un sacrificio que no tiene grandes recompensas, famas y dineros, motivos más que suficientes para que uno de los deportes que un buen porcentaje de niños españoles practican de niños pierda practicantes con el paso de los años. "Es difícil vivir del judo y por eso hay mucha gente que lo deja bastante joven. Tener que vivir de tus padres o de que te ayuden, es complicado", confirma Garrigós, aunque visto lo visto no se arrepiente: "Si volviera a nacer, volvería a hacer lo mismo".

París, como bálsamo

No es la primera experiencia olímpica para Garrigós, pero sí tenía que ser la que borras las dos anteriores. Tanto en Río como en Tokio, el español no logró pasar del primer combate y ahora, con la experiencia acumulada y la solvencia de ser un dominador en todo el último ciclo — oro mundial en 2023 y oro europeo en 2022 y 2024 —, ha completado su gran día este 27 de julio: "El objetivo es París, pero no pienso que puede pasar o qué va pasar allí".

Rodeado de su famlia, que le acompañaba en las competiciones donde un menudo Fran lograba vencer a niños que le superaban en fuerza y altura, de sus compañeros de entrenamiento, de su pareja y también judoka de élite Ana Pérez y su entrenador Quino, encuentra el entorno perfecto para semanas que entremezclan sueños y presión: "Siempre me han apoyado en cualquier momento". Quédense con su nombre.