El entrenamiento extremo de Carolina Marín para una final olímpica que nunca llegó: "Creía que mi entrenador me quería matar"
Fernando Rivas le preparó un ejercicio para poner a prueba su fortaleza mental para hacer frente a la número 1 del mundo en la lucha por el oro.
"Esa final iba a ser nuestra", cuenta Carolina Marín con una seguridad en su mirada que asusta y que te hace pensar que está muy convencida de lo que dice. La onubense, en su visita a Relevo todavía apoyada en sus muletas, tiene el convencimiento de que la medalla de oro olímpica estaba a su alcance y que ni siquiera la temible número 1 del mundo, la coreana An Se-Young, iba a ponerse en su camino. ¿Por qué? El secreto de esta confianza estuvo unas semanas antes de viajar a París en el centro de alto rendimiento de Sierra Nevada junto a su entrenador Fernando Rivas.
"Mi preparación en el Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada no fue tan física como en otras grandes competiciones internacionales previas", comienza a contar unos días que le llevaron al límite. "Lloré mucho en esos entrenamientos, sufrí muchísimo. La gente no lo sabe y no lo ve. Solamente lo sabe y lo ve todo mi equipo, que es el que está conmigo conviviendo día a día. Estuve superando tantas situaciones tan complicadas...".
Rivas, un estudioso y una de las cabezas más privilegiadas no solo del bádminton sino de todo el deporte español, había planeado provocar una sensación que 'Caro' no suele vivir: la de no poder lograr lo que se propone. Fue a través de un ejercicio hecho para provocar el caos mental a través de un reto imposible de completar. "El ejercicio consistía en meter el volante cierto número de repeticiones y en ciertas series en un margen de 30 o 40 centímetros de la pista. Claro, eso no es fácil. Porque tienes a dos sparrings delante tuya que te están moviendo por toda la pista y tú tienes que meter el volante solamente en ese margen, con cierta presión, etc.".
Al no completarse, el tiempo a 2.320 metros de altitud de la montaña granadina pasó entre el esfuerzo físico y mental. "Estuve entrenando seis o siete horas en la pista", recuerda la leyenda del bádminton, mientras cuenta que su mente casi se viene abajo: "A nivel mental suponía muchísimo. Lo notaba como un sufrimiento, yo me pensaba que mi entrenador me quería matar. El objetivo del ejercicio no era que lo consiguiera superar, sino que no acabara y yo soy muy cabezona. Cuando no supero algo, lo intento y lo intento. Pero es que muchas veces me quería dar por vencida y eso es complicado en mí".
La sensación de aquel día sigue a flor de piel a día de hoy en la campeona español, a pesar de lo que terminó pasando después y que "Era una frustración continua, quererme dar por vencida, el 'no puedo más'... Ese 'no puedo más' allí lo vi muy claro muchas veces. Físicamente fue agotador porque, de hecho, la semana siguiente aún no me había recuperado por completo de ese entrenamiento. Pero sobre todo era muy psicológico".
Pero, ¿por qué de este ejercicio casi inhumano para una mente privilegiadamente feroz como la de Marín? La jugadora española lo terminó entendiendo con el paso de los días y An era protagonista de esta preparación: "A las semanas entendí exactamente lo que requería el ejercicio. El objetivo del ejercicio no era solamente meter el volante, sino el de tener una frustración complicada en una pista de badminton, en un partido y sobre todo para esa final con esa jugadora An Se-Young". El técnico granadino de Carolina sabía que su rival le iba a exigir un sobreesfuerzo en cada punto y que una debilidad iba a ser la mejor arma para terminar por derrotarla. "Ella es muy física, de jugadas muy largas y me iba a llevar al límite de la frustración, por eso toda esa frustración estaba convertida en ese ejercicio de superación".
"El mismo Fernando ha dicho que no haría a su hija lo que me ha hecho a mí"
En un deporte donde la jugadora elige a su entrenador, tener que aguantar estas 'órdenes' que convierten un día en un auténtico calvario no es fácil y exige una aceptación muy dura para llegar a ser quien ha terminado siendo Carolina: "El mismo Fernando ha dicho que no haría a su hija lo que me ha hecho a mí, pero yo siempre lo digo: si no hubiéramos hecho lo que hemos hecho y aguantado todo lo que he aguantado, no hubiéramos llegado donde hemos llegado". Es evidente que este tipo de entrenamientos — y la sucesión de este tipo de exigencia a lo largo de los años — no está a la altura de todo el mundo y lo normal es terminar dejando: "Obviamente, cualquiera no aguanta eso. Muchísimos deportistas han pasado por sus manos y se han terminado yendo".
La relación de Fernando Rivas y Carolina Marín ha estado marcada por un pacto de sangre para llegar a lo máximo, sometiendo sus respectivos caracteres por el bien deportivo y sin límites por llegar a lo más alto: "Es una persona superimportante para mí. Mis padres me dejaron en sus manos con 14 añitos y llevamos casi 18 años juntos. Ha sido muy duro, las cosas como son pero yo siempre lo he visto como una recompensa para llevarme a conseguir lo que yo quería.".
Finalmente, la preparación para enfrentarse a An quedó truncada por la tercera lesión grave de los últimos cinco años y que le impidió asaltar la lucha por un oro que Carolina veía más que al alcance. Quizás, aquel día en Sierra Nevada lo terminó pagando la china He antes de la lesión en aquella semifinal. "La tenía acorralada, sabía que no tenía ninguna opción y se lo vi en su cara".