Manuel Bortuzzo, el nadador paralímpico herido erróneamente por unos traficantes: "Tengo miedo a no ver el fondo del mar"
Seis meses después de aquel disparo, volvió a la piscina y ahora debutrará en los Juegos Paralímpicos de París 2024.
En febrero de 2019 Manuel Bortuzzo tenía 19 años. Arribado de Trieste, su sueño era participar en unos Juegos Olímpicos. De hecho, en Roma ya se estaba entrenando con nadadores tótems como Gregorio Paltrinieri, Gabriele Detti o Domenico Acerenza. Pero esa fría noche de febrero, mientras trataba de comprar un paquete de tabaco en un barrio periférico de la capital (Axa, próximo al mar de Ostia), fue disparado erróneamente por un clan de traficantes de droga. El impacto le ocasionó una lesión en la médula espinal. Desde entonces va en silla de ruedas. Ahora le esperan los Paralímpicos de París en los cien metros rana. Sí, él también puede convertirse en un flamante medallista dentro del agua, su gran aliada.
La entrevista, concedida gracias a su agencia de representación (Golden Sport), se realiza en su casa romana, situada en el barrio dormitorio de Mezzocammino, entre el mar Tirreno y el centro histórico.
Vive en un segundo piso luminoso, y en el salón emergen libros, una catana y un precioso piano. En la mesa hay una botella de agua fresca y dos vasos. Hace calor, y en Roma cuando hace calor las chicharras brindan las primeras melodías. Atronadoras, pero siempre melodías.
Acabas de publicar un nuevo libro: Soli nella tempesta. ¿Qué cuentas en él?
Es un viaje. Utilizo mi vida para hablar de la vida en general. A través de mis pensamientos doy una visión más global de todo. Hablamos de la soledad, la invalidez, el deporte, la música. Es un poco una reflexión más filosófica de todo esto. La idea nace porque durante todos estos años siempre dijeron de mí que era un chico fuerte, capaz de todo… Pero la realidad no es ésta. Yo he sido débil, frágil, también en alguna ocasión me sentí solo. Lo que no quiero es que se me mitifique. El mensaje que quiero mandar es que cualquiera puede conseguir, con mucho esfuerzo, lo que hice yo. Quiero humanizar mi historia y no convertirla en algo utópico. En mi caso, llevo cinco años trabajando en ello.
¿Cuándo entra la música en tu vida?
Desde que era niño prácticamente. Hubo un periodo antes del accidente en que lo dejé, pero después de lo sucedido volví. Esta vez con el piano, un instrumento nuevo que jamás había tocado, pero me apasionaba. Creo que representa mejor mi estado de ánimo. Así como antes tocaba la batería, ahora estoy con el piano. Tengo un maestro, con el que inicié un camino de música clásica. Descubrí un mundo. ¿Sabes? Él me ha enseñado la vida a través de la música. Me explicó la concepción y el sentido del tiempo. Yo quería resolver mi problema con prisas, y él me dio una vez una partitura complicadísima para que la tocara enseguida. Comprendí que se necesita tiempo, paciencia y es necesaria la capacidad para adquirir un método, metabolizarlo y llevarlo a cabo. La suerte de todo es que mi maestro conoció a mi compositor favorito: Arturo Benedetti Michelangeli. Tenía el don de la perfección, y aunque yo jamás seré como él, sí he crecido en seguridad.
¿A qué edad comienzas a nadar?
Con tres años, y ya con cinco mi primera carrera. Luego opté por venir a Roma, La Meca de la natación en Italia. Llegué solo, y comencé a entrenarme con la escuadra Fratelli d'Italia.
La vida te ha hecho crecer deprisa.
Sin duda. Las típicas tonterías que suelen hacerse a una determinada edad apenas las hice. Incluso ahora. Por cómo hablo, por cómo soy parezco más viejo. Siento que tengo sesenta años. He vivido muchas cosas, sí. 25 años sólo los tengo en el carné.
¿Qué sucedió hace cinco años? Hemos escuchado de todo: ajuste de cuentas equivocados, lucha de clanes, criminalidad organizada, mafia…
Era el 18º cumpleaños de una amiga. Lo celebró en un chalet, donde estábamos diversos compañeros de natación. A la una de la madrugada decidimos irnos dos parejas para continuar la fiesta en un garito de la zona. Era un fin de semana que teníamos libre. Estaba cerca de nuestra casa. Tenía como dos pisos el pub, y mientras nosotros tratábamos de subir al superior veíamos que mucha gente salía corriendo porque había una discusión. Mi novia y yo nos fuimos, y cuando nos dirigíamos al coche nos dimos cuenta que no teníamos tabaco. Voy a la máquina externa H24, y en ese instante noto una moto que se acerca. Sube a la acera, escucho que alguien me insulta y me dispara tres veces. Uno de ellos me alcanza.
¿Qué había detrás?
Después descubrí que, dentro del pub donde estábamos, había una pelea entre ex boxeadores y estos chicos de la calle que querían controlar una zona de tráfico de drogas. Obviamente, en el bar, los ex púgiles estaban masacrando a los chicos, que optaron por marcharse a casa y coger la pistola para hacer ver quién mandaba. Estaban bajo efectos de droga. Dispararon sin sentido al primero que vieron. Creo que no estaban lúcidos, y quizás al verme con el pluma por allí pensaron que era uno de los otros con los que tenían el problema. Yo fui la primera persona que vieron de espaldas, y dispararon. Creo que fue así.
Me sorprende la superficialidad con la que se aprieta el gatillo.
Sin duda. Al primero que vieron y sin verificar nada. No sé, quién sabe en qué condiciones psicológicas estaban. Quizás alterados con drogas importantes. Creo que ni siquiera ellos en ese instante sabían lo que hacían. Nunca volví a verlos, pero sé que están cumpliendo una pena de catorce años de cárcel. Ya llevan cinco. Se entregaron ellos mismos.
¿Se puede diseccionar un shock?
Yo quería seguir caminando normal, pero cuando estaba en el suelo me preguntaba esto: "¿De verdad que sucedió?". Es que fue absurdo. Recuerdo tener la sensación que el tiempo se me acababa, para nada creí terminar en silla de ruedas ni nada de esto. Pensaba en morir, basta. Cogí a mi chica, con la que llevaba poco tiempo, y le dije por vez primera que la amaba. Luego, me apagué. Fue romántico, sí. El vídeo está en youtube, porque lo grabó la cámara de seguridad del expendedor de tabaco. Sí, la agarré su cara con las dos manos y le dije "Ti amo".
¿Cuándo te despiertas del coma qué te dicen los médicos?
"Estás vivo, pero a mitad. Tranquilo, que la otra mitad la recuperamos". Me lo dijo mi padre. La verdad es que me lo facilitó todo con ese comentario, sí.
Y comienza todo, con mucho tiempo para pensar.
Sí, cuando estás solo en un hospital es así. Ahí tienes dos opciones: "No tengo nada… Pero también está la contraria, la de sentirse afortunado porque estás vivo". Ahí me prometí que todo lo que habría podido hacer lo habría hecho. Lo afronté como un reto. Jamás contemplé la opción de abandonarme. Antes de la silla de ruedas prácticamente solo nadaba; ahora hago mil más.
Una de ellas está aún por llegar: debutar en unos Juegos. ¿Lo imaginaste, aunque remotamente?
No, porque cuando me recuperé comencé a realizar otras actividades: moda, radio, televisión... En cierta manera cambié vida. Trabajaba en escuelas con niños… Hasta que conocí el mundo Paralímpico tiempo después. En realidad, estuve dos años sin practicar deporte, porque no estaba concentrado al 100%. No habría podido hacerlo como se requería con todo lo que tenía entre manos.
¿Qué significa como se requería?
Todos los días. Gimnasio, piscina, carreras… Todos los días, sin excepción alguna. Domingos también. Seriamente, con una escuadra… Así lo hago hoy día, porque no es un juego.
Tus ganas, y el tiempo a disposición, llegaron para dedicarle a la natación todo lo que se merecía. Te entrenas en la piscina de la Policía de Estado, en el barrio de Tor di Quinto. Tu técnico, Francesco Bonanni, ha sido clave en todo.
Sin duda. Ha valido la pena esperar. Hemos hecho europeos, mundiales… Y ahora los Juegos de París. Muy contento y orgulloso del trabajo, y de quiénes me ayudaron. Hemos trabajado juntos dos años, sin parar. Normalmente se trabajan cuatro, pero en nuestro caso fueron dos. En esa mitad del tiempo, lógicamente hay menos carreras, menos pruebas. Ha sido todo muy intenso y condensado. Una concentración extrema.
Ahora entiendo que, tras perseguirte para la entrevista durante un año a través de tu entrenador, te juzgué precipitadamente: «Manuel se cree un futbolista», llegué a decir. Pero volvamos atrás, a la introspección del alma. Dicen los psicoterapeutas que las emociones mal canalizadas pueden tomar caminos equivocados. En tu caso, la ira, la rabia, la frustración… ¿Cómo conseguiste canalizarlas adecuadamente?
Solo. Sí, es cierto que si hubiera estado con un psicólogo habría conseguido determinadas cosas mucho más rápido, pero no fue así. Daba mucha importancia a las cosas bellas, pero cuando venían pensamientos intrusivos los escuchaba también, les daba su cuota de espacio… Pero después les dejaba marchar. Era legítimo que estuvieran. Recuerdo que muchas noches me iba a la cama triste, pero al día siguiente me levantaba con la sensación de tener suerte por poder vivir.
¿Cómo se escucha un pensamiento negativo sin juzgarlo mal o temerlo? ¿Qué decían las voces?
Esa es la dificultad. Tenía miedo de no poder, de ser diferente. Lógicamente en una silla de ruedas tienes límites. Te pongo un ejemplo que puede hacer cualquier persona, rica o pobre, que no esté en silla de ruedas: correr hacia el mar y tirarte. Es fantástico, porque lo puedes hacer vestido, desnudo. Yo no puedo. Estos límites mentales, que no físicos, son los que se presentan durante la noche, solo, cuando estás contigo mismo. Los escucho, los integro para que formen parte de mi parte más sensible. Los utilizo para tener sensibilidad. Mucha más. Tomando conciencia de esto, adquieres más seguridad y autoestima en ti mismo. Conozco mis límites y mis miedos. Conozco casi todo de mí, y eso es importante.
¿Qué significa la soledad para ti?
Me encanta. No la sufro. Es más, a veces la busco, la necesito para estar tres o cuatro horas tocando el piano. La soledad es nuestro punto fuerte. Si haces las paces con ella es la clave de todo, incluso para estar mejor con los demás.
Cuando obtienes el pase para París, ¿qué sientes?
Una liberación. Era un sueño desde niño. Imagínate, estar en unos Juegos Olímpicos. Dentro de mí se ha cerrado un círculo. Es la máxima expresión del deporte. Me siento en paz.
Hace años entrevisté a Federica Pelligrini. Hablamos de su ansiedad y sus crisis de pánico. ¿Cómo es tu relación con el agua?
Hay días que me levanto con pereza, pero cuando estoy dentro me encanta. Nos llevamos muy bien. Otra historia es el mar. Me produce ansiedad cuando no veo el fondo. Sí, sé nadar, pero el mar profundo me da miedo. Es curioso, pero también muy humano.
La última pregunta no sé si te la hicieron alguna vez. Dime algo que pueda hacer sólo un invalido, y lo demás no. Seguro que hay muchas, pero la más importante.
Vivir el mundo Paralímpico, que es precioso. Es mucho más bonito, más limpio, con menos competitividad o al menos mucho más sano en términos de competencia. Fuera de ahí, quizás hay más malicia o envidia. Compartir esta realidad con las personas que tienen dificultades similares es maravilloso. Te hace sentir único.