Los secretos analógicos de Sorribes-Bucsa: un diario con papel y boli y nada de redes sociales
La pareja española conquista el bronce en el dobles femenino de París 2024. Es el mayor éxito de sus respectivas carreras.
"Vamos, Sara, anímate, tía, que el domingo tenemos que estar a tope". El viernes, tras la dura derrota en semifinales, Cristina Bucsa trataba de animar a Sara Sorribes mientras caminaba cabizbaja por las instalaciones de Roland Garros. Todavía no habían podido pasar por la ducha y estaban digiriendo el resultado que las apartaba de la lucha por el oro. Pero aún quedaba una puerta abierta: la del bronce.
La escena de Bucsa tratando de levantar el ánimo de Sorribes explica bien la personalidad de una y otra. Bucsa es una tenista más fría, más tranquila, mientras que Sorribes es temperamental y lleva los sentimientos a flor de piel. Quizás por eso se complementan tan bien y tienen tan buena química en la pista. Quizás por eso han acabado este domingo con la medalla de bronce colgada al cuello en los Juegos Olímpicos de París.
Prácticamente todas las miradas del tenis español en París 2024 estaban puestas en Carlos Alcaraz y Rafael Nadal y en ese dobles que ha sido una de las fotografías de estos Juegos. Pocos repararon en las posibilidades de Sorribes y Bucsa, una pareja que se formó por sorpresa hace apenas tres meses en el gimnasio del Mutua Madrid Open, donde compitieron por primera vez y se hicieron con el título. Pero, ¿quiénes son Sorribes y Bucsa, las medallistas de bronce de París 2024?
Sorribes, una obrera del tenis
Si hay una palabra que define a Sara Sorribes (Castellón, 1996), es lucha. "En la vida, tanto dentro como fuera de la pista, hay que luchar por las cosas que uno quiere. Siento que nunca me han regalado nada, tuve que luchar mucho para conseguir todo lo que tengo, vengo de una familia muy humilde y me gusta haber llegado hasta aquí de esta manera. Mis padres me han inculcado estos valores desde pequeñita", respondía a Relevo la tenista durante el último Mutua Madrid Open.
Actual número 71 del ranking, Sorribes lleva muchos meses diciendo a los suyos que no le hablen de los Juegos Olímpicos. Se ponía nerviosa. Le hacía tanta ilusión luchar por una medalla en París que no quería llevar su cabeza esa presión extra. Para liberar la mente, Sorribes tiene una técnica muy poco común ahora mismo entre la gente de su edad: coge papel y boli y escribe. Escribe mucho. Muchísimo.
"Hay veces que escribo por la mañana, cuando me levanto. Cómo estoy y cómo no estoy, si siento que estoy yendo demasiado rápido, si me gustaría pararme un poco más. Escribo mucho de los partidos también y después escribo de mi vida", decía en una entrevista con Relevo en este 2024. "Es que escribo mucho, en tres meses he podido acabarme cuatro libretas. Pero libretas enteras, ¿eh?", añadía la tenista, campeona de dos títulos WTA y que en 2022 superó unos meses complicadísimos tras partirse el escafoides.
Bucsa, sin patrocinadores y sin redes sociales
Si el papel y boli de Sara Sorribes parece de otro tiempo, la realidad de Cristina Bucsa también choca con el año 2024. La tenista es hija del exatleta moldavo Ion Bucsa que llegó a competir en los Juegos Olímpicos de Invierno de Nagano 1998 y Salt Lake City 2002, donde tuvo como rival al español Juanito Mühlegg.
Al poco tiempo de que la pequeña Cristina naciera en Chisináu en 1998, Ion se mudó a España y empezó a trabajar en el Palacio de Los Hornillos, en Las Fraguas, según contó El Diario Montañés. Cristina se mudó a Cantabria en el año 2001, cuando su padre el guardés de la casa en la que Amenábar rodó la película Los Otros. Y de allí, se mudaron a Torrelavega, donde Cristina empezó a jugar al tenis a las órdenes de su padre.
"Mi padre siempre se ha intentado mover para hablar con las marcas, pero nunca nos han hecho mucho caso. Me compro mi propia ropa y me vale para tres o cuatro años"
Bucsa llegó a la élite por un camino poco habitual. Lejos de las grandes academias y de los grupos de competición, ella confió siempre en la figura de su padre. Hecha a vivir lejos de casa, obligada por un calendario cada vez más ajustado, Bucsa y su padre organizan sesiones de entrenamiento con otras jugadoras del circuito en cada torneo. Es su modo de supervivencia. Su rutina.
"Soy una persona muy organizada, me gusta tener todo planificado, controlar el tiempo que destino a cada cosa", reconocía en una entrevista con Punto de Break en 2022. En ese esquema, claro, no hay espacio para distracciones como las redes sociales: "No tengo ni Instagram ni Twitter, y el Facebook solo lo utilizo para contactar con otras tenistas y jugar dobles".
No tiene redes sociales y tampoco patrocinadores, otra gran anomalía para una tenista que está en el top 100 del ranking ATP. A diferencia de sus rivales, ella va con las zapatillas de una marca, la camiseta de otra y la falda de una tercera firma. "Mi padre siempre se ha intentado mover para hablar con las marcas, pero nunca nos han hecho mucho caso. Me compro mi propia ropa y me vale para tres o cuatro años", señala. "Sé que hay tenistas con ranking más bajo que tienen todo eso cubierto, pero no me molesta". Quizás después del bronce de París 2024 empiece a sonar el teléfono de los Bucsa.