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El compañero español de Mark Spitz revela 50 años después la otra cara de sus siete oros en Múnich 72: "Iba a abandonar"

Santiago Esteva, que compartió equipo con el mito de la natación, detalla la intrahistoria del americano en Relevo.

Mark Spitz, en los Juegos de Múnich 72. /ABC
Mark Spitz, en los Juegos de Múnich 72. ABC
Andrés G. Armero

Andrés G. Armero

Fue uno de los grandes hitos de la humanidad. Una gesta que trascendió al deporte y alimentó las conversaciones de medio mundo. Los Juegos de Múnich 1972 siempre serán recordados, en la parcela deportiva, por los siete oros del nadador americano Mark Spitz. Pero la historia pudo haber cambiado radicalmente.

El nombre de Santiago Esteva, figura de la natación española a principios de los 70, no suena a menudo en los medios. El exnadador de Reus, que hoy tiene 72 años, era uno de los deportistas más talentosos de Europa en la piscina. Para preparar el Europeo de Barcelona de 1970, en el que a la postre brillaría con cuatro medallas, Esteva se fue a Indiana (Estados Unidos), cuna de campeones en aquella década prodigiosa.

"Fui para la preparación del Europeo y aprender inglés", cuenta a Relevo Esteva. Pero su calidad no pasó desapercibida en esos meses y le ofrecieron una beca para estudiar una carrera (a la postre Ciencias Químicas) durante los siguientes cuatro años. Así ingresó el catalán en uno de los grupos de entrenamiento más sobresalientes de todos los tiempos.

A las órdenes de la eminencia James 'Doc' Counsilman se entrenaban en aquel momento mitos de la natación como Mark Spitz, John Kinsella, Gary Hall, Charlie Hickcox. "En los años 70-71, el 60% de los récords del mundo masculinos estaban en manos de nadadores de la Universidad de Indiana", enfatiza el español que compartió sesiones y vivencias durante años con el dream team de los Hoosiers, un tiempo en el que forjó un gran relación con Mark Spitz, que todavía mantienen.

En lo físico, pese a ser "un canijo, Spitz era un superdotado. Volvía de los descansos de tres o cuatro semanas en septiembre y estaba como en verano, era como si no hubiese parado". En lo psicológico, Esteva ayuda a perfilar a la leyenda americana: "Era una persona muy amigo de sus amigos, pero muy apocada, templada". Por ello, "tras las siete medallas, cuando le quisieron hacer más mediático, no valía. Era una persona discreta, sencilla, sin grandes aspavientos, más tímido de lo normal".

Sólo tras esta descripción se puede entender lo que sucedió en 1972 en los Juegos de Múnich y que el compañero de Spitz desvela en Relevo. "Cuando llevaba ya cuatro récords del mundo batidos y cuatro medallas de oro, él dijo 'no puedo más, no puedo más, ya he hecho un buen papel y no quiero más presión, no quiero más'", comenta. "Y el entrenador, que era un buen psicólogo, consiguió convencerle" en aquel punto crítico de su vida. Un ejercicio de conexión y empatía que repetiría "después de la quinta y la sexta medalla". Porque Mark Spitz "iba a abandonar, iba a rendirse. La presión que reciben estas personas es tan suprema que se ve que quedan fuera de combate".

La cuarta medalla de Spitz fue el momento clave que pudo cambiar la historia del deporte universal. Como también lo pudo haber hecho la preparación de aquellos Juegos, en los que a tres meses de la cita, el famoso nadador le dijo al entrenador de Indiana, Doc Counsilman, que se iba a ejercitar tres semanas con Sherm Chavoor, su primer gran técnico. "Cuando Doc llama a Chavoor para ver cómo va la preparación, este le dice 'Mark no ha aparecido por aquí, a mí me dijo que estaba contigo'", recuerda. "Lo tuvieron que coger, meterlo en vereda y darle caña". Llegaron a tiempo.

Aquellos Juegos acabaron de manera abrupta para Spitz, que era judío. Su gesta en la piscina se vio eclipsada por un atentado terrorista de Septiembre Negro, una facción de la Organización para la Liberación de Palestina. Tras aquel acto, conocido como la Masacre de Múnich, en el que murieron 11 miembros de la delegación israelí, Mark Spitz tuvo que ser evacuado destino Londres, en un viaje que comenzó en coche, tapándole con mantas en la cara para evitar se reconocido.

Esteva, que participó en los Juegos de México 1968 y Montreal 1976, se perdió los de Múnich por una lesión, cuando estaba en el mejor momento de su vida a las órdenes de un técnico al que quiere poner en valor. "Doc fue el primer entrenador que estudió la mecánica de fluidos por debajo del agua y aplicar principios de física para nadar. Era un pionero. Mandó hacer a la universidad una cámara, que era como una caja de zapatos, para filmarnos. Cada segundo disparaba 500 fotogramas y podía ver la posición y el movimiento debajo del agua", ejemplifica.

James Doc Counsilman fue una figura clave en la gesta de Spitz. Un estudioso que sabía transmitir y conectar con el nadador, incluso en los momentos más duros de un deporte tan exigente en lo físico como en lo mental. El caso de Simone Biles en los Juegos de Tokio despertó en Esteva la intuición del pasado, "me di cuenta de lo que estaba pasando, la presión es tan fuerte...". Spitz también era humano, aunque su gesta sea la de un extraterrestre. No en vano, tuvieron que transcurrir 36 años para que Michael Phelps, con sus ocho oros en Pekín, batiese la plusmarca individual de preseas doradas en unos Juegos: los siete metales de Spitz, los siete oros que pudieron ser solo cuatro.

Esta historia fue publicada originalmente el día 30 de julio de 2024 y ha sido recuperado como una de las historias más vistas de Relevo.com del último año.