Más alto, más lejos, más fuerte: Simone Biles sublima el salto con otro oro en París
La estadounidense despegó dos saltos inalcanzables para cualquier otra competidora y se colgó su tercera medalla.
Simone Biles tarda seis segundos desde que da el primer paso hasta que aterriza en el suelo después de su salto. Seis segundos son la nada y también una eternidad. Seis segundos en los que es capaz de salir corriendo, plantar las manos antes del trampolín —un yurchenko que la deja de espaldas al aparato—, salir disparada para acomodarse en el potro y volar. Volar con dos mortales en carpa, a toda velocidad, plantando los pies al final, terminando con la cara mirando al recorrido que acaba de dejar atrás. Seis segundos en los que es capaz de resumir el mundo, que terminan con los brazos en alto, como saludando, y una sonrisa que no deja ninguna duda a todos los que están allí. Va a ganar, una vez más, el oro.
Biles es un constante desafío contra la gravedad, contra la lógica y la física. Nunca antes ha habido una gimnasta así, capaz de resumir en tan poco tiempo tantos elementos y hacerlo de manera tan grácil, con esa cadencia única, esa velocidad supersónica que, pese a todo, se ve como si fuese a cámara lenta. Las demás contendientes saben que esto no es una competición sino una misa en la que la sacerdotisa de la gimnasia les permite estar a su lado. El resto no tienen la capacidad de estructurar ejercicios tan complicados y no pueden más que pelear por la plata. Una vez más, Simone Biles, una de las mejores deportistas de todos los tiempos, si no la mejor.
El segundo salto es muy distinto, por supuesto, pero igualmente brillante. El tema es que Biles es capaz de estirar y contraer su 1,40 de estatura hasta hacer figuras complicadísimas. Como la puntuación es una mezcla entre dificultad y ejecución, el hecho de tirar al infinito el primer factor hace que las demás, por buenas que sean, por bien que lo hagan, no puedan alcanzarla.
🏅🏅🏅 Tres de tres para 𝐒𝐢𝐦𝐨𝐧𝐞 𝐁𝐢𝐥𝐞𝐬
— Eurosport.es (@Eurosport_ES) August 3, 2024
🇺🇸 La estadounidense logra un nuevo 𝒄𝒂𝒎𝒑𝒆𝒐𝒏𝒂𝒕𝒐 𝒐𝒍𝒊́𝒎𝒑𝒊𝒄𝒐 en la prueba de salto con una nota media total de 15.300@Paris2024 | #Paris2024 pic.twitter.com/IyXzgVQhvX
El deporte tiene mucho de memoria muscular, si Biles es capaz de llegar a París y ponerse a volar como un superhéroe es porque cada mes, cada semana, cada día, está en un gimnasio desafiando una y otra vez la gravedad. Asumimos que, como al resto de los seres humanos, el planeta tierra la atrae, intenta que se pega al suelo, que no despegue. El éxito con ella es solo relativo, la realidad es que durante unos segundos Biles es capaz de quedarse suspendida, dando giros, haciendo piruetas tanto longitudinales como laterales.
Hay otra cosa que llama la atención en el deporte y que tiene que ver con la orientación. Mientras está en el aire su cuerpo va girando y girando, pero ella nunca pierde el sentido de dónde está y lo que está haciendo. No es un vuelo más, es uno controlado, a medida que pasan los segundos, los eternos segundos, va frenando con el cuerpo, va cambiando las direcciones de su cuerpo y encontrando siempre las inercias necesarias para que los elementos vayan fluyendo sin parar.
La nota del primer salto fue 15,70 (yurchenko con doble mortal carpado), con mucha diferencia la mejor de todos los vistos en el Arena de Bercy. Solo Andrade, la mejor de las mortales, consiguió subir de 15 en uno de sus saltos, con un muy meritorio 15,10 en otra burrada de ejercicio. Muy bueno, brillante y a seis décimas del de Biles, que es una cantidad muy notable para lo que estamos hablando.
Un especialista podría decir que no todo fue exactamente perfecto. Después de esas dos carpas volando sacó un poco una pierna a su derecha en el aterrizaje. Una décima menos, un pequeño matiz, porque al final en la vida hay que quedarse con la imagen general, y lo que ocurrió en París fue una de esas cosas que solo pasan cuando Simone Biles está a los mandos.
Un icono, pero sobre todo, una deportista
Es el séptimo oro olímpico de Simone Biles, que por supuesto es importante en la historia del deporte por sus resultados, pero no solo. La estadounidense es más que una deportista, es un icono. Ella enseñó al mundo que también los dioses lloran, tuvo su caída y su resurgimiento, recordó que hasta la gente que sabe volar es capaz de tener malos momentos.
A veces la historia personal se come al deportista, termina siendo una narrativa más que un conjunto de ejercicios o victorias. Ese no es, y no puede ser, el caso de Simone Biles. Ella tiene todo eso, pero por encima de todo es una presencia colosal en su deporte, una de esas personalidades que estiran los límites de su disciplina y explican que el ser humano puede llegar más alto, más fuerte, más lejos, que es lo que se busca en estos casos.
Cuando ella empezó en esto, con su salto, su suelo, su concurso completo, la gimnasia era un deporte genial, pero menos físico, menos completo y menos espectacular. En un futuro, dentro de muchos años, sus ejercicios se superarán. Habrá otras que hagan más piruetas, más giros y volarán más alto, porque de eso trata el deporte. Muchas de ellas habrán llegado hasta ahí gracias a Biles, porque la vieron y se enamoraron, porque entendieron que el nuevo estándar es el que ha marcado ella.
Los grandes deportistas, y Biles tiene una tarjeta dorada en ese selecto grupo, son los que hacen soñar. Son ya tres oros los que cuenta en París y aspira a ganar otros tres más en suelo, barra y las asimétricas. Puede que en su cabeza esté la opción de en un futuro sobrepasar a Latynina, la rusa madre de la gimnasia que es la competidora con más medallas de siempre. Eso, si llega, será solo el futuro, de momento el presente es tozudo y nos recuerda que Simone Biles es uno de los mayores espectáculos que ha conocido el ser humano.