Noah Lyles termina con una maldición de 20 años por cinco milésimas: "Se jugaba una millonada"
El velocista gana el oro en los 100 m de los Juegos de París y devuelve la corona de la velocidad a Estados Unidos tras dos décadas de pesadillas.
La recta de los Juegos de París 2024 en el horizonte. Los diez segundos en los que el mundo se para. Todo lo que hayas hecho en tu vida antes poco importa. El rugido ensordecedor del Stade de France en la presentación. Llega el show de Noah Lyles, la estrella de la velocidad norteamericana. No es el rayo de Usain Bolt, pero es lo más cercano en carisma al genio jamaicano. Tras el sprint, los segundos más tensos de su vida, la foto finish: 9.784 para Lyles, 9.789 para el jamaicano Kishane Thompson. La pesadilla termina en oro. Esta era, por fin, una película americana.
𝐍𝐎𝐀𝐇 𝐋𝐘𝐋𝐄𝐒 𝐄𝐒 𝐄𝐋 𝐑𝐄𝐘 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐕𝐄𝐋𝐎𝐂𝐈𝐃𝐀𝐃 ⚡⚡⚡
— Eurosport.es (@Eurosport_ES) August 4, 2024
🥇 El campeón del mundo gana el oro olímpico de 100 metros en un final de foto-finish con una marca de 9.79.
🥈 Thompson
🥉 Kerley#Paris2024 | #athletics pic.twitter.com/vvBVAeQnVR
Los 200 m y los relevos están muy bien, pero "este lunes por la mañana en el trabajo la gente va a hablar del tipo que ganó los 100 m", recordaba Ángel David Rodríguez, la leyenda de la velocidad española en la previa. El Pájaro advertía de un hecho que no se ha valorado en su justa medida: "Lyles tiene una enorme presión, mucha se la ha metido él, y casi nadie ha sabido verlo. Se juega una millonada, firmar los contratos deportivos de su vida".
La persona en la tierra que mejor puede entender cómo se sentía Lyles era su compatriota Sha'carri Richardson. En la ceremonia de medallas del 100, en la que fue plata por detrás de Julien Alfred [la sorpresa de los Juegos procedente de la pequeña isla de Santa Lucía], se esforzaba por poner una sonrisa al fracaso minutos antes de que Noah, la otra gran imagen de los anuncios de la NBC, saltase a escena. Lyles se jugaba su vida a una carta. Salida lenta, aceleración notable y velocidad punta apoteósica. Había remontada, pero faltaba el veredicto. Tras la espera, la explosión de júbilo. América había ganado a los malos de su largometraje, Jamaica, el país que les arrebató la gloria tras el relámpago. El bronce de Fred Kerley (9.81) completaba la fiesta yanqui. "¡USA, USA, USA!" en las gradas.
Lyles tenía en mente convertirse en "la estrella americana para los próximos cuatro años, hasta los Juegos Olímpicos de Los Ángeles" y todo dependía de su prueba menos potente, los 100 m, donde su enorme velocidad punta, una de las más altas de siempre, tiene menos margen que en el doble hectómetro. Lo demuestran los datos. Las cinco centésimas que perdía en la salida con Thompson se mantuvieron hasta los 50 m y, a partir de ahí, el tren de Lyles mitigó, poco a poco, la ventaja del jamaicano hasta la última zancada.
A falta de 10 m, iba todavía una centésima por detrás, pero en dos bocados de rabia el estadounidense sacó a la bestia que lleva dentro para ganar por cinco milésimas sobre la línea de meta. "Es un competidor excepcional. Él tenía la misión devolver a Estados Unidos al héroe de los 100 m antes de sus Juegos", recordaba El Pájaro, que no sabía si soportaría tal carga mental. Pero Noah la aguantó y es el elegido que el país de las barras y estrellas llevaba 20 años esperando.
Dos décadas de vacío
La crisis de la velocidad estadounidense en los Juegos se prolongaba desde Atenas 2004. Allí Justlin Gatlin ganó el oro, sucediendo a su compatriota Maurice Greene como rey del 100. En los 200, la maldición también se remonta hasta los Juegos de hace 20 años, con el triunfo de Shawn Crawford. La última corona del relevo 4x100 data del año 2000. Una vitrina demasiado pobre para un país que otrora dominó las pruebas de velocidad con leyendas como Carl Lewis, presente en las gradas de París. Luego comenzó la era de Jamaica. La primera herida, la más grande, la de los 100 metros ya está cicatrizada.
8 frames, 1 iconic 100m final 🖼️#Paris2024 pic.twitter.com/0Q6ItW3e4j
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El exatleta Pau Fradera, ahora en el área de innovación de la Real Federación Española de Atletismo, analiza a Lyles: "Normalmente, falla un poquito en la parte de aceleración, no en la salida, pero lo solventa con que pierde muy poca velocidad en la parte final. Por ello, en 200 es un grandísimo especialista". Es un corredor con carisma y carácter", decía el exvelocista antes de reflexionar en voz alta: "El atletismo necesita a otro Usain Bolt y creo que es el sucesor. Necesitamos a un atleta de ese carisma".
Lyles tenía una plusmarca personal de 9.81 lograda hace 15 días en Londres y en París ha sido capaz de mejorarla cuando más lo necesitaba: 10.04 en las series, 9.83 en las semifinales y un 9.79 en la final por la que será recordado. Por mucho que valgan los oros en el resto de pruebas, como el 200 o el 4x100, donde tiene más margen, era consciente de que el nombre que quedaría para la historia de los Juegos de 2024 era el del vencedor del 100. Por ello su grito liberador, por ello el beso eterno con su madre.
Su currículum, con seis oros y una plata en Mundiales, no encontraba correspondencia en las citas olímpicas. Un bronce en Tokio 2020 en 200 metros era un botín insuficiente para un atleta de su talento. En los anteriores Juegos no participó en los 100 m tras caer en la trampa de los trials americanos, la misma piedra en la que tropezó Christian Coleman este año. "Eso merma, porque tienes que hacer dos picos de forma muy acentuados [para los trials y para los Juegos] y quieras o no parece una final olímpica", comentaba Fradera. Pero Lyles estaba convencido en su empeño, sin excusas, sin lamentos, sabedor de que ese oro sería recordado. El Stade de France se rindió a su osadía porque la gloria es de los valientes.
Tras la sonrisa, los bailes y las excentricidades se esconde un hombre que tiene que gestionar una presión desorbitada. No sólo luchaba contra la historia de un país gafado en una velocidad que antes dominaba, sino frente al martillo de los millones de dólares que dependían de una recta. En el envite, la posibilidad de ser el héroe deportivo de la mayor potencia del mundo durante cuatro años. Una losa que pesaba demasiado. Lyles la levantó in extremis y su cara saldrá en cómics, películas y anuncios a diario, al menos hasta Los Ángeles. Es la explosión de júbilo de un país acomplejado en el hectómetro en los últimos años. Es la historia del nuevo héroe americano.