El adiós de las amigas que crecieron con la camiseta de España puesta: "Lo hemos vivido todo juntas"
María López, Bea Pérez y Lola Riera se retiran a la vez de la selección y dejan huérfano a un hockey femenino español al que devolvieron a la élite mundial.
"Va a ser muy raro ver la lista y que no estén nuestros nombres", rompe el hielo Bea Pérez ante la mirada cómplice de Lola Riera. "Y ya han hecho selección de dorsales, con los que nosotras llevábamos 12 años o más, eso nos va a chocar también", responde María López, mientras confiesa seguir 'en trance' por la decisión que juntas acaban de tomar: "Es que ahora han estado sin actividad después de los Juegos, pero en enero se van a jugar a Australia y ahí sí que nos vamos a dar cuenta de que ya, nunca más".
María tiene 34 años, Bea los cumplirá en mayo y Lola, en junio. Entre las tres han sumado más de 700 partidos vistiendo los colores de España, más de 200 cada una, en los que se han convertido en la columna vertebral de una de las grandes selecciones españolas en la última década y ahora han decidido, a la vez, retirarse de la Selección. Ponen punto final a su etapa como RedStick con una 'reunión de amigas', llena de confidencias y recuerdos, en las instalaciones de Relevo. Y es que esta historia que ahora se cierra en lo deportivo empezó hace dos décadas, en los planes de captación de la federación siendo apenas unas niñas y donde hicieron 'piña' hasta pasar por un sinfín de aventuras para devolver a España a la élite con sus tres apellidos como grandes estiletes. Toda una vida juntas que se explica con una palabra que se repite en casi cada frase de la conversación: 'amigas'.
"La primera vez que nos vimos fue en un programa de detección de talentos (PDT), al que van niños desde los 11 o 12 años hasta los 16, que es cuando empieza la selección con el Sub-16", hacen memoria conjuntamente. Lola es valenciana, Bea nació en Santander y María, de Gijón. Tres grandes ciudades, pero ni mucho menos destacadas en el deporte que las haría grandes, y ahí estuvo el secreto de una amistad que empezó casi por obligación pero que perdura hasta hoy.
"Somos de comunidades en las que no hay mucha tradición y nosotras éramos la 'jugadora de la comunidad'; cuando llegas allí sola, con 12 o 13 años y sin conocer a nadie... por suerte, había más en la misma situación e hicimos un grupillo", recuerda Bea, mientras María señala cómo la presencia de sus hoy dos amigas fue su salvación: "Yo le decía a mis padres que no quería ir, porque iba con una vergüenza... era súper tímida y lo pasaba fatal. Iban muchas catalanas que ya se conocían, eran muy amigas y nosotras íbamos solas". En la misma situación, Bea confiesa que llegó a renunciar a ir a uno de estos eventos en San Sebastián.
En una historia similar a la mítica selección masculina de waterpolo, subcampeona olímpica en Barcelona y campeona finalmente en Atlanta cuatro después, en el hockey ocurre algo parecido: la gran tradición de clubes y cantera en Cataluña hace que este territorio siempre haya tenido el gran peso de las listas de convocadas del combinado nacional. "La división era catalanas y no catalanas, porque eran un porcentaje muy alto".
Superaron la timidez y el miedo a lo desconocido, y las tres fueron creciendo, y gracias a su calidad, proyección y futuro terminaron siendo inseparables mientras vestían la camiseta de la Selección. Tanto que hasta llegaron a compartir el mismo techo. "Vivimos juntas en el CAR durante mucho tiempo, y, aunque éramos muy amigas de esos PDT, eso ya fue una convivencia 24 horas al día", nos recuerda Lola en una larga lista de momentos vitales que fueron completando juntas. "Las tres nos fuimos de casa muy jóvenes y nos convertimos una familia allí, porque no teníamos otra gente".
"Viajábamos a albergues en lugar de a hoteles"
El salto a la absoluta que — también — vivieron juntas, no fue fácil a causa de varias malas noticias y duros golpes en lo deportivo que se convirtieron en dificultades también fuera del campo. "Las tres entramos en el 2011 y vivimos la no clasificación a Londres 2012. A raíz de ahí, unido a la crisis económica, se acabaron las ayudas, viajábamos a albergues en lugar de a hoteles, el staff se componía del entrenador y tres más", rememora Bea Pérez.
"Se juntaron muchas cosas que hicieron complicados esos inicios en la Selección: mucha gente renunciaba, también coincidió con un cambio generacional...", continúa la cántabra, recordando que el sueño se pareció poco a lo que esperaban con su llegada a 'lo más alto': "Por ejemplo, para la clasificación para el Mundial de 2014, solo preparamos la semana previa". Condiciones que una Lola Riera tiene más marcado por un dolor que poco se parece al del deportista de élite: "Yo recuerdo terminar torneos con agujetas, con la sensación de estar cero preparada".
Fue en esos momentos en los que llegó el compromiso de una selección que terminó colándose entre las mejores del mundo a base de esfuerzo y entrega, hasta en lo económico: "Nos reunimos con el seleccionador y dijimos: podemos seguir viniendo a los torneos a pasarlo muy buen o empezar a pegar un cambio. Y ahí empezamos a poner dinero de nuestro ADO para poder tener concentraciones, mejores condiciones para entrenar... Hubo un compromiso para hacer un esfuerzo para hacer el trabajo físico a diario. Nos compramos un reloj Garmin para luego pasar esos datos al seleccionador. Me acuerdo de una 'compi' del CAR que nos cronometraba los tiempos por la noche, con el frío". Creer en un cambio de situación y seguramente mirar el lado positivo de las cosas les lleva ahora a recordar aquellos primeros tiempos hasta con otra mirada: "De los albergues tenemos muy buen recuerdo porque, como no había nada, nos teníamos que entretener entre nosotras. Era muy cutre, pero a la vez muy divertido".
Todo terminó dándose la vuelta y el sacrificio solo convirtió esta historia en más mágica, sobre todo por lo que llegaría después y que Lola Riera enumera con voz emocionada: "Hemos pasado de no tener recursos ni para entrenar ni para competir, a participar en Juegos Olímpicos, lograr una medalla mundial y otra en un Europeo y dejar la selección en una posición muy buena para las chicas que van a coger el relevo, esto a mí me hace sentir orgullosa".
Una nómina de logros que están, claro, entre los mejores e inolvidables momentos que se llevan ahora a casa. Especial mención para el bronce en el Campeonato del Mundo de 2018, disputado en Londres, y que significó el primer podio mundial para el hockey femenino español en toda su historia. "Fue recoger el fruto de muchísimos años de trabajo", lo define María, mientras que Bea recuerda sus lágrimas en pleno partido y a falta de unos segundos para el final del partido por la medalla: "Fue la primera y única vez que me he emocionado, que he llorado de alegría. María se giró y me dijo: ¡Pero Bea, no llores!".
Evidentemente, muy cerca de aquella sensación y así lo demuestran sus sonrisas de emoción, afrontaron su estreno olímpico en los Juegos de Río tras todo lo vivido después de quedarse fuera cuatro años: "Estar en unos Juegos, como deportista, es algo que no tiene precio". Y López lo rememora en un instante concreto: "El desfile inaugural de esos Juegos, eran los primeros y eran especiales. Estaba en medio del estadio de Maracaná. Ahí me di cuenta que ahí estaba cumpliendo mi sueño".
Entre esos momentos para recordar, Riera añade de manera especial unos Juegos de París que estuvo cerca de no disfrutar. "Fue una cosa totalmente inesperada, no contaba con ello, y además pudo ir mi familia porque ni en Río 2016 ni en Tokio 2020 habían podido ir". Y es que la valenciana desapareció de las convocatorias durante una época hasta que, en octubre de 2023, la llegada de Carlos García Cuenca al banquillo le abrió de nuevo las puertas del equipo nacional y le ha permitido salir por la puerta grande, cuando ella ha querido, como merece una de las grandes de la historia de este deporte.
En lo peor, en el día más amargo de su trayectoria, también coinciden: los malditos cuartos de final Juegos de Tokio. "Teníamos un objetivo súper realista que era conseguir una medalla olímpica porque veníamos de ganar el bronce mundial y en el Europeo. Ese partido lo empatamos y perdimos en los shootouts, fue un momento muy duro porque [la medalla] era la guinda del pastel de toda una generación que llevábamos juntas desde Sub-16", cuenta una aún dolida con aquel fatídico día María López.
Cuando dicen que las tres han vivido todo juntas, algo que pronuncian orgullosas y con una mirada brillante, también se refieren a más allá de la hierba artficial de su deporte. Los días libres en las concentraciones e, incluso, las vacaciones después de las grandes competiciones también forman parte de las vivencias juntas: "La gente nos preguntaba: ¿no os cansáis? ¡Pues no! ¡Cómo me voy a cansar de estar con mis amigas!". Por ejemplo, después de París, nos confiesan que se marcharon juntas a México con la exjugadora y la cuarta de este trío inseparable, Carmen Cano.
La gran decisión, también juntas
Después de unas vidas paralelas donde fueron creciendo de mano, el adiós no iba a ser menos: "Todas teníamos en la cabeza que, después de París y, en principio, lo dejábamos. Somos mejores amigas y ya lo íbamos comentando. También las dudas: 'Hoy me he levantado que no sé qué hacer', 'He hablado con no sé quién y...' o, al día siguiente, te levantabas y decías: lo dejo seguro". Todo eso lo compartíamos porque también eran dudas en común".
El momento con más titubeo en la decisión surgió en junio de este año, en plena previa de los Juegos, tras lograr la clasificación para la Pro League 2025, la antigua Liga Mundial de hockey que reúne a las mejores selecciones del planeta: "Yo tenía muy claro que lo dejaba, pero tras clasificarnos me vino María en la furgoneta y me dijo: ¡Uf! Es que la Pro League...", desvela Bea sobre las palabras de su compañera, la cual confirma que vio de cerca lo de alargar la decisión una temporada más por un año más aventuras: "A mí me picó el gusanillo porque son partidos muy chulos, viajas por todo el mundo y contra las mejores selecciones". Incluso, recuerdan algún que otro "si sigues tú, yo también sigo".
Finalmente, y como se suele decir, el primer pensamiento es el bueno y la decisión terminó llegando este otoño en un goteo de anuncios que iban cerrando una bonita historia para la Selección de manera dulce y segura, que evitaba lo que le pudo haber sentido a Lola Riera no hace tanto con su salida imprevista del equipo. "Es importante poder elegir el momento. Lola ha podido elegir ahora, pero no hace dos años. Eso, para tu tranquilidad y para dejarlo todo cerrado, también es muy importante".
La decisión de colgar el stick de la Selección tenía más sentido, además, si se tomaba una vez más juntas, algo que sentenció hasta esas dudas de última hora de María López: "Si ellas no seguían en la Selección, eso no me ayudaba a tomar la decisión de seguir y me condicionaba. Porque lo que me hizo a mí disfrutar de toda mi época en la Selección es haber podido vivirlo con amigas. Era mi sueño y con mis amigas". Palabras que comparte Lola Riera: "Yo siempre he dicho que uno de los motivos por los que creo que he durado, aparte de lo deportivo, es vivir con la suerte de hacerlo con amigas, no solo con compañeras de equipo". El broche de oro a toda una carrera lo pone Bea Pérez: "Lo hemos vivido todo juntas desde los 13 años hasta ahora. La retirada no ha sido una decisión fácil porque esto ha sido nuestra vida, hemos disfrutado mucho y también ha habido momentos en los que lo hemos pasado un poco mal. Muchas anécdotas, muchos viajes... haces un remember y dices: ha merecido la pena".
Y tanto que ha merecido. Las tres se han ganado estar en el olimpo del hockey y del deporte español en general. Lola Riera dice adiós como la máxima goleadora histórica, Bea Pérez como la jugadora con más internacionalidades y María López deja el brazalete de líder y capitana en los últimos años. Pero, seguramente como hacen ellas mismas, hay que destacar su ejemplo en la amistad y en los valores que llevaron a la Selección a saborear las mieles de grandes podios internacionales.