DAVID MAYORAL

La desaparición de David Mayoral, retirado a los 26 y "olvidado" por el Cádiz: "El único que me ha llamado ha sido el abogado"

El extremo, ex de Cádiz, Real Valladolid o Lugo, cuelga las botas por una grave lesión.

David Mayoral posa para Relevo en el estadio Adolfo Suárez de Ávila. /RELEVO / SALVADOR FENOLL
David Mayoral posa para Relevo en el estadio Adolfo Suárez de Ávila. RELEVO / SALVADOR FENOLL
Manuel Amor
Salvador Fenoll
Michèle Novovitch

Manuel Amor, Salvador Fenoll y Michèle Novovitch

Retirarse a los 26 nunca fue el final soñado para David Mayoral (Ávila, 1997), una de las grandes promesas del Real Valladolid que pasó por Alcorcón, Lugo, UCAM Murcia, Cádiz y Rumanía y que llegó a ser internacional Sub-19 a las órdenes de Luis de la Fuente. Su corta carrera le regaló un ascenso a Primera (con el Pucela), momentos inolvidables en la categoría de plata y amistades que no se borran, pero el fútbol, últimamente, le ha tratado peor que mejor: su gravísima lesión de rodilla le ha obligado a colgar las botas, a preguntarse una y otra vez "¿por qué a mí?" y a descubrir el lado oscuro de un deporte que esconde lo más turbio en su interior.

Entrevista a David Mayoral. RELEVO / SALVADOR FENOLL / MICHÈLE NOVOVITCH

Todo empezó en Tornadizos de Ávila, su pueblo, donde recibe a Relevo en la casa familiar y donde decide abrirse para contar su historia. Ahora debería estar en el punto álgido de su trayectoria, pero hace semanas que cambió el balón por el tute, los partidos por Movistar por las partidas con los amigos y los focos por el olvido: "Es la realidad de este mundillo: cuando dejas de producir dinero, desapareces. David Mayoral ya ha desaparecido". El Real Ávila fue su primera casa, el Santa Marta su trampolín y en el Valladolid, donde su rodilla comenzó a escribir su epitafio, vivió su mejor etapa.

"Me ficharon en juvenil de segundo año. Ahí todo fue muy rápido: me llamó la Selección española, empecé a subir con el filial, acabé jugándolo todo con el Promesas…". Era un extremo brillante, con pegada, potencia, arrancada y una capacidad innata para el gol. En La Rojita, que le convocó en edad Sub-18 y Sub-19, compartió ciclo con Achraf, Unai Simón, Carles Pérez o Brais Méndez. De la Fuente le dio confianza y apostó por él. Entre medias le llamó el Real Madrid, una oferta que rechazó para renovar por tres temporadas con el Pucela, y se convirtió en el 'niño bonito' de la cantera de Zorrilla.

"Fueron años muy felices, los más bonitos, sin ninguna duda". Sin ser plenamente consciente, su progresión meteórica empezó a torcerse al regresar de una de esas concentraciones con la Selección. "En enero o febrero, en un partido de División de Honor Juvenil en Alcorcón, noté una molestia en un giro. Al principio parecía que no era nada, pero empecé a entrenarme y notaba que se me iba un poco la rodilla, que se me inflamaba. Me hicieron pruebas y me dijeron que tenía tocado el menisco. Intenté seguir un tratamiento conservador, pero no surtió efecto. Tuve que operarme". Por aquel entonces David tenía 17 años. Los servicios médicos, en una actuación cuestionable para algunos expertos consultados por este medio, tomaron la decisión de extirparle una parte del menisco en lugar de suturar el cartílago, una solución más segura y con mejores resultados a largo plazo.

"Ahora se podría decir que fue un error, ¿no?", se pregunta David en busca de una respuesta que le respalde. En aquel momento no se percató del riesgo. "Me comentaron que era un trozo muy muy pequeño y que no iba a notar nada, que sólo podría haber problemas si fuese más grande y en un futuro lejano. No me dijeron que con 26 años iba a tener que dejar el fútbol; sólo que quizá con 50 fuese a tener un poco de artrosis. Es lo que hay. Ahora no se puede volver atrás", cuenta con resignación.

Sin secuelas hasta casi una década después

A pesar de todo, la recuperación fue rápida y positiva y Mayoral sólo tardó un par de meses en volver al verde. Logró el ascenso a Primera con el Valladolid en 2018, su mejor recuerdo, tras regresar de una cesión en el UCAM (16-17) y antes de volver a irse a préstamo al Alcorcón (18-19), ambos en Segunda. En la 19-20 regresó a Murcia y brilló en Segunda B… hasta el punto de llamar la atención del que ha sido su último club: el Cádiz.

"Un día me llama mi representante y me dice: 'Vente, que quiero hablar contigo: el Cádiz te va a hacer una oferta'. Me lo pintó todo muy bien. Yo estaba en Segunda B y el Cádiz era un club importante. Quería dar el salto a LaLiga otra vez después de haber bajado un peldaño. Era enero, no me lo pensé dos veces y firmé". Su rodilla, como demostraba su rendimiento, no estaba pagando los daños de la operación. "De hecho a mí el Cádiz ni siquiera me hizo reconocimiento médico", recuerda. "Me pusieron una cláusula por la que mi fichaje quedaba a expensas de pasarlo en verano, pero lo superé sin problema. La rodilla estaba bien".

Aquel año el Cádiz, de forma inesperada, consiguió el ascenso a Primera. Eso le cerró las puertas del Nuevo Mirandilla. "En teoría fiché para jugar en Segunda. Después de estar un mes y medio entrenándome con Cervera, me comunicaron que querían que saliese cedido. Me dijeron que me veían con proyección, pero que al ser un chaval joven no contaban conmigo. Se me cayeron un par de opciones en Segunda y apareció otra que me convencía: Rumanía". El entrenador Rubén Albés, su "padre futbolístico", le convenció para fichar por el Hermannstadt… y le brindó, sin pretenderlo, un año brillante en lo deportivo y asfixiante en lo personal.

"Me fui yo solo en pleno COVID, en 2020. No podías venir a casa, que te fuesen a ver era muy difícil, hasta diciembre no cobramos ni un euro y echaron a Rubén en enero. Se juntó todo". Ahí empezaron los problemas con el Cádiz y con su agente. "En Navidad, cuando se abrió el mercado, hablé con el Cádiz y con mi representante. No cobraba y no quería estar en un país en el que no me pagaban. Al día siguiente me dijeron que era imposible. No sé si lo intentaron mucho o poco, o si a ellos les interesaba que terminase el año allí para traspasarme en el futuro a un club extranjero, pero me dejaron claro que no podía salir".

"Me sentí un poco solo", añade. "Puede ir a verte alguien del Cádiz o tu representante, pero no fue así. Era el año del COVID y ellos sabían que en enero me quería marchar, que estaba sufriendo impagos y que lo estaba pasando mal. Nadie me ayudó. Tu agente te llama y te dice que qué tal, que cómo vas, pero no va allí y está contigo aunque sean tres días. Lo eché de menos". Consultado por este medio, su exrepresentante asevera que hizo todo lo posible por buscarle una salida, que la relación entre ambos continuó siendo muy positiva tras volver de Rumanía y que no comprende las palabras de Mayoral.

La 'turné' de médicos y el fin en Lugo

Al año siguiente, todavía con dos temporadas de contrato en el Cádiz, los amarillos se mantuvieron en Primera y decidieron buscar otra cesión para Mayoral. El destino es Lugo, a donde llega de nuevo como petición expresa de Rubén Albés. Fue el principio del fin.

Mayoral, en un partido con el Lugo.  CEDIDA
Mayoral, en un partido con el Lugo. CEDIDA

"En un entrenamiento, en un giro, noté algo. Empezamos con las pruebas y me dicen que puedo tener un poco tocado el menisco, quizá una rerrotura. Empecé un tratamiento conservador, pero todos me avisan de que puede ser un problema importante. En caso de operar, serían dos intervenciones de menisco y prácticamente me quedaría sin cartílago. Intenté evitar el quirófano, me infiltré ácido hialurónico y me pincharon de todo, pero intentaba entrenarme y al día siguiente ya tenía la rodilla muy inflamada. Finalmente, decidí operarme". La intervención tampoco era sencilla. "Consistía en hacerme unas microperforaciones en el cartílago para producirme un sangrado, que eso hiciese una especie de costra y que me aguantase más el cartílago, porque no iba a tener menisco, que es la almohadilla de la rodilla. En ese momento me dicen que la recuperación será de entre dos y tres meses. Me operé en octubre. Aunque es un chasco, tenía toda la ilusión de tener todavía media temporada por delante para jugar".

Aquellos supuestos dos meses se transformaron en toda una vida. "No sé qué pudo pasar: si en la recuperación se hizo algo mal, si la operación salió mal… Pero la realidad es que, tres meses después, cuando volví de Navidad y me intentaron meter en el campo, la rodilla no funcionó". No había solución. "En vez de notarla mejor, la notaba peor que antes de operarme. Intentamos dar un paso atrás y tampoco sirvió. Fui con los fisios Richy y Pablo a ver al doctor Maestro (jefe de los servicios médicos del Sporting) a Gijón. Me dijo que me infiltrase y que me bajasen la carga durante dos o tres semanas. Cuando volví a intentarlo, estuve un par de días bien… y después la rodilla volvió a no funcionar: se me inflamaba, me fallaba…".

Su cabeza se llenó de dudas, de preguntas sin respuesta y de una frustración que pagó "con quien no debía". Jamás se rindió, pero todas sus consultas con los doctores de mayor prestigio fueron en vano. "Siempre se repetía el mismo patrón: estaba tres o cuatro días con el equipo y después tenía que salirme. Hice una ruta para ver a los mejores médicos de España. Después de visitar a Maestro, fui a ver al doctor Leyes a Madrid (el doctor que acaba de operar a Courtois y Militao). Me dijo que me infiltrase ácido hialurónico cada dos semanas y que probase a fabricarme unas plantillas, para hacer más fuerza con la parte interna de la rodilla en vez de con la externa. Bajé a Murcia a tratarme con Chema, un fisio de confianza, y a producir las plantillas con un especialista de allí. Me descargó toda la zona bien, me dejó la rodilla lo mejor que pudo y empecé con ese tratamiento durante un mes. Cuando volví con el equipo, la rodilla seguía sin funcionar. Fue él quien me dijo que a lo mejor tenía que ir pensando en dejar el fútbol".

En ese momento tenía 25 años y no se lo creyó. El doctor Ramón Cugat, otro consumado experto, fue el siguiente en dibujarle su cruda realidad y en ofrecerle un último tratamiento. "Fui a verle a Barcelona. Me dijo que la rodilla estaba muy mal y que la única posibilidad era hacerme una operación pionera, que consistía en implantarme el menisco de un cadáver. Me dijo que eso ya lo tenía que decidir yo, pero no me daba ninguna garantía de que pudiese quedar bien. Conllevaba el riesgo de que mi cuerpo lo aceptase, y además tenían que regenerarme el cartílago y repararme una fisura en el hueso que se había producido por el rozamiento".

Sonaba a "locura", pero de primeras no dudó en hacerlo. Todavía le restaba un año de vinculación con el Cádiz. "Mi familia ya me dice que me lo piense bien, que después del fútbol queda mucha vida por delante, pero no les hice caso. Mi intención era operarme. Hablé con mi representante y con el Cádiz… y me dicen que haga lo que yo quiera, que yo asuma los gastos. Ellos me dicen que, si me quiero operar, lo haga con un doctor de Cádiz. Pero piensa que la operación que me quiero hacer yo es una locura, y lo lógico es que te la haga el mejor, que en este caso era Cugat".

"El Cádiz me traslada que ellos me van a poner servicio médico, pero que voy a tener que ir a otras horas de cuando esté la plantilla allí, que no quieren que esté con el resto. Ahí es cuando mi cabeza cambia el chip. Llamé a jugadores que han tenido la misma lesión y muy pocos han quedado bien. Se juntaron las dos cosas: que ves que no tienes apoyo y que a tu club y a tu representante les das igual. Después de pensarlo mucho, hablarlo con mi entorno e intentarlo todo, decido que es mejor tener una vida sana que arriesgarme a quedar peor todavía". Ahí, "olvidado" por el equipo que apostó por él, la decisión del retiro se convirtió en la única vía de escape. Contactado por Relevo, su agente afirma que se peleó con la entidad para que se hiciese cargo de la operación, pero que el Cádiz nunca costea operaciones externas al doctor del club. El club, por su parte, puntualiza que costeó su primera operación, y que se cumplió con el pago de su contrato íntegro, con la implicación directa del presidente, Manuel Vizcaíno.

El dolor del olvido

En el rostro y las palabras de David, sin embargo, se percibe el abatimiento de alguien que ya comprende como rutinaria la decepción. El proceder del Cádiz, con el que ni siquiera llegó a debutar en partido oficial, centra gran parte de sus lamentos. "A día de hoy, después de anunciar mi retirada, nadie se ha puesto en contacto conmigo. Ni el presidente, ni el director deportivo ni nadie. Nadie me ha dicho un 'lo siento', un 'que te vaya bien'. El único que me llamó fue el abogado para resolver el contrato, y parece que tampoco están por la labor de hacerlo fácil".

"Esto confirma que los jugadores somos mercancía. Cuando estás bien, te llaman y casi no te hacen ni el reconocimiento médico para que no te vayas a otro club; dos años después, como estás lesionado de la rodilla, se olvidan de ti", reflexiona.

Con su representante, "más que un amigo", tampoco ha habido comunicación. "Estoy con él desde los 18 o 19 años. Es el único agente que he tenido en toda mi carrera. Ni siquiera tenía ningún contrato firmado con él, porque sabía que yo no me iba a ir con otro representante ni quería saber nada de otra agencia. Tuvimos una discusión por lo del Cádiz. Se juntó con lo de Rumanía y la lesión. Le dije: 'Si tú piensas así, lo mejor es que cada uno vaya por su lado'. Hasta el día de hoy, después de anunciar mi retirada, tampoco ha sido capaz de mandarme ni un triste mensaje. Si al final me hubiese recuperado, entiendo que ni me haya hablado; cuando anuncias que tienes que dejar el fútbol con 26 años, después de que haya sido tu representante toda la vida... Me parece feo".

Todo eso le ha llevado a querer olvidarse del fútbol, al menos de momento, y emprender una nueva vida. "Ahora estoy pensando en estudiar algo relacionado con la nutrición, que siempre me ha llamado la atención". La bicicleta y Narco, su perro, son ahora su pasión. El dóberman le exige, pero con límites: la lesión le impide flexionar la rodilla y le obliga a evitar todo tipo de impacto. "Puedo hacer vida normal, pero no jugar al fútbol o al pádel, aunque sea con los amigos. Me dan calambres". Su vida seguirá adelante, siempre con la misma pregunta retumbando en su cabeza. "Lo que más se me repite es el porqué. '¿Por qué me ha tenido que pasar a mí?'. No hay respuesta". Su túnel infinito le ha servido de aprendizaje y de lección: "Esta es la realidad del mundo del fútbol y lo malo de este bonito deporte: desapareces. David Mayoral ya no está en la rueda del fútbol. Cuando nadie va a ganar contigo ni va a resolver una temporada porque estés tú, te quedas solo. Tu familia y tus amigos son los únicos que estuvieron, están y estarán. Para todos".