EL FÚTBOL DE 'MENDI'

Inui, un japonés en mi vida: obediente, educado, listo...

José Luis Mendilibar dando instrucciones a Inui en un partido del Eibar./Getty Images
José Luis Mendilibar dando instrucciones a Inui en un partido del Eibar. Getty Images
José Luis Mendilibar

José Luis Mendilibar

Ahora que la Selección se enfrenta a Japón, y a pesar de que a última hora Taka Inui no fue convocado para el Mundial, me gustaría compartir con los lectores de Relevo mi experiencia con él en las dos etapas que le tuve como jugador. Se trató de una convivencia única porque como futbolista y persona era diferente a todos los demás profesionales que he tenido como entrenador. Entró en nuestra órbita en el verano de 2015. Le conocía Iñaki Bea, mi segundo entonces en el Eibar, que había jugado en Alemania y le tenía controlado.

Nos costó 300.000 euros y entonces fue el mayor traspaso pagado por el club en su historia. No miramos su nacionalidad, miramos si era un buen jugador y si se podía adaptar a nuestra forma de jugar. Defensivamente parecía una estaca. No defendía nada. No sabía. Le dije inmediatamente que en ese equipo había que currar con balón y sin balón. Me miraba raro. Aprendió pronto. Era listo. Hacíamos un ejercicio y a las dos semanas lo repetíamos y se acordaba. No había que explicarle dos veces las cosas. Si acaso le faltaba un poco de rebeldía. Jugaba mejor por la izquierda que por la derecha. Por sus condiciones innatas era un jugador para hacer entre seis y diez goles por temporada, pero le costaba rematar a puerta. Posiblemente fue el futbolista más obediente que nunca me encontré. Le gustaba entrenarse. Lo hacía, incluso, a escondidas los días de descanso. Me llamó la atención que nunca se subía a la camilla de masajes. Tenía su propia rutina de ejercicios que ya hacía en Alemania.

Los compañeros estaban a gusto con él. Es más, querían que jugara siempre porque sabían que era capaz de hacer algo distinto. No perdía el balón fácilmente. Tácticamente era muy inteligente. El primer año, cuando no jugaba, me llamaba, pero no se quejaba por ser suplente. Me preguntaba qué tenía que hacer para poder jugar, para mejorar. Nunca te venía y te decía: 'Tengo que jugar yo'. Otros igual lo hacen. Él sólo quería mejorar y mejorar. Era muy educado.

Con intérprete

Al principio era un poco autómata y le enseñamos a decidir por sí mismo. Tenía un intérprete. Achu, un entrenador que llevaba un tiempo por la zona y nos ayudó mucho. Era uno más en los entrenamientos. Fue la primera vez en mi vida que tenía que explicar a un jugador las cosas por medio de un intérprete. Tampoco me obsesioné, pero al segundo año le dijimos que salvo para situaciones vitales dejara de venir. Si seguía allí, no nos entenderíamos nunca directamente con Taka.

Al tercer año tenía que renovar. Le parecía poco dinero lo que le ofrecía el Eibar y se metió el Betis por medio. Me preguntaba qué iba a hacer yo. Quería saber mi futuro para decidir el suyo. Como yo no lo tenía claro, le dije que hiciera lo que fuera más conveniente para él. Tenía 30 años. Fue honrado. Cuando firmó por el Betis vino y me lo dijo. Una de las razones por las que terminó marchándose fue porque le comieron el coco diciéndole que el estilo de juego del Betis era más apropiado para sus condiciones que el del Eibar.

En los últimos meses con nosotros estaba más descarado en el disparo a gol. Era capaz de controlar un balón que le llegara de 70 metros y todo Ipurua se quedaba boquiabierto. Pero le seguía costando rematar. Era un poco como Laudrup. Te hacía un sombrero, tres caños, te hacía de todo, pero cuando se enfrentaba al portero se le bajaba la persiana, se le nublaba la vista. Hubo otra época en la que hacía como Messi, que quería rematar entre las piernas de los rivales.

"Cuando se fue le echamos de menos. Era un tío entrañable"

Cuando se fue le echamos de menos. Era un tío entrañable. Los compañeros le querían, pero le gastaban muchas bromas. Taka sabía aguantar. La peor de todas fue 'la de la caja de la puerta'. Teníamos que estar siempre en el campo a las 10:30. Taka llegaba a las 10:28, se estaba un minuto en el coche y a las 10:29 se iba para el vestuario. Todos los días igual. Los compañeros, que le tenían controlados los movimientos, sabían que siempre entraba en el vestuario en el mismo minuto, le pusieron una caja llena de cajas en la puerta y cuando Taka abrió se le cayeron todas encima. Se puso incluso a recogerlas. Está colgado en Youtube. Otro día, él intentó devolver la broma a Xabi, el portero, y puso una bota arriba de la puerta para que al abrirla se le cayera a algún compañero encima, con la mala suerte que fui yo quien pasó y me cayó encima. No llevaba bien que le tiraran de las orejas. Los compañeros le llamaban chino para mosquearle, pero él, educadamente, decía que era japonés.

Hacía vida muy hogareña. Tenía un amigo japonés que le hacía la comida. No siempre iba con la plantilla a las cenas. Depende de cómo le diera. Tenía la familia en Japón y vivía solo. Era metódico. Le gustaba descansar bien después de los entrenamientos. Me acuerdo de una anécdota muy buena. Teníamos dos días de fiesta y al volver fuimos al bar donde solíamos desayunar. El señor que trabajaba allí nos dijo que el día anterior había estado alguien en el campo de entrenamiento con un balón, bajo una tormenta impresionante y que le parecía que podía haber sido Inui, aunque llevaba capucha. Le preguntamos si había sido él. Como no sabía mentir, se metió la cabeza entre los hombros, dijo "síííí" y empezó a reírse. Saltó la tapia porque no tenía llave. No paraba ningún día. Los de descanso, iba al gimnasio y se ponía a correr en la cinta.

Volvió cambiado de Sevilla

Fuera del campo, tenía sus amistades japonesas. Se movía con su coche. Tenía el problema del idioma. No podía tener una conversación fluida en español. Decía palabras sueltas. Entendía mucho. Sobre todo, para las explicaciones tácticas. Comentabas que había que sacar rápido de banda o las faltas y al partido siguiente se iba a por el balón y sacaba rápido. Para eso era vivo. Cuando se fue, en una entrevista dijo que yo había sido como un padre para él. Me alegro de que se llevara un buen recuerdo de todo el cuerpo técnico. Un día nos dijo que tácticamente no había aprendido tanto como con nosotros. Era un chaval muy majo. Como buen japonés era muy obediente, pero se tendría que soltar un poco más. 

Un día le llamé a solas y le dije que con el balón fuera más atrevido, que intentara cosas por su cuenta. Le pregunté si lo había entendido y me dijo que sí. Se lo pregunté una segunda vez y me dijo que le había dicho que jugara por la derecha… Le quería matar. Y ya era en el tercer año. A veces te entendía y otras no. Ya no sabías qué pensar. Un día le prometí que daría una voltereta en el suelo si marcaba un gol. Lo marcó en Villarreal y di la voltereta allí mismo, en el banquillo… Hay imágenes.

"Le prometí que daría una voltereta en el suelo si marcaba un gol... y lo hice"

Volvió al Eibar después de medio año en el Betis y otro medio en el Alavés. Era otro, distinto. Parecía más europeizado. Protestaba más, contestaba más. Ya era uno más de los nuestros. Es como si en Sevilla se espabilara, ya no era tan japonés. Se marchó a jugar a Japón, al Cerezo Osaka, y creo que tuvo algún problemilla con su entrenador que le costó dejar de jugar. Después se fue al Shimizu. Comenzó jugando, pero luego también dejó de hacerlo y posiblemente esta irregularidad le ha costado no disputar el Mundial.

He visto los dos partidos de Japón y creo que Taka, por calidad y experiencia en el fútbol europeo, nada menos que ante Alemania y España, podría jugar. Cuando estaba bien, competía. Y precisamente es algo de lo que adolece la selección en momentos determinados de los partidos. Tiene buenos jugadores, como el mediocentro, Endo, que lo ficharía para mi equipo. O el extremo, J. Ito, pero le falta competir en algunas fases. Son muy 'currelas', da gusto ver cómo se entregan, pero les falta comprender que un empate, en un momento de determinado, tampoco es malo.

Les pasó contra Costa Rica. Dominaron todo el partido, llevaron la iniciativa, pero al final se dejaron sorprender por su afán de buscar la victoria. Desde la distancia creo que les cuesta tener la obligación de ganar, se sienten más cómodos si el rival lleva el peso del juego y ellos van a lo suyo, a su ritmo.