Solo los gigantes disfrutan de la Supercopa: la hostilidad de la grada y el injusto reparto económico enfadan a los demás
Desde que se celebra en Arabia Saudí, los equipos que no son el Madrid o el Barcelona ven como lo que debería ser una celebración se convierte casi en un incordio.
"Y antes de jugar en Arabia... que si está amenazada, que si van a caer bombas, dije, 'vamos a perder y vámonos para casa, que aquí hay poco que hacer ya". Dani Parejo se reía en La Resistencia del paso de su Valencia por la Supercopa. Era un comentario jocoso, pero que como buena broma apela a una verdad comprobable: los equipos que no son el Real Madrid o el Barcelona no le terminan de ver la gracia al asunto.
Hay dos problemas centrales en el viaje a Arabia, que no están del todo conectados entre sí, pero que terminan haciendo que la experiencia, que debería ser un premio y una alegría, termine resultando un lastre para aquellos que se ganaron su posición en la competición y tienen que coger un avión en enero para jugar en Yeda o Riad. Por un lado, la propia competición y su reparto económico les ningunea, por otro el ambiente que se encuentran resulta poco agradable, cuando no directamente hostil. Tanto en el campo, como fuera de él.
El último caso es el del Mallorca. Después de un agitado partido, con las gradas abiertamente en contra de su club, algunos familiares de los jugadores que habían acudido al estadio se vieron en una situación de peligro e indefensión.
Cristina, la novia de Dani Rodríguez, lo expresó en los micrófonos de IB3. "La salida ha sido un poco complicada, hemos ido con los niños, sin seguridad. La verdad que los chicos de aquí, de este país se han puesto a hacernos fotos de cerca, a acosarnos, a Natalie, la mujer de Dominic [Greif], también, yo con la niña, que está dormida... La verdad es que nos hemos visto un poco desubicados, porque no teníamos a nadie protegiéndonos, la salida. Ha estado muy mal. Muy mal", comentaba poco después, aún con cierto susto.
Esa hostilidad, que se han encontrado en la calle, también se ve en las gradas. El estadio suele aliñar el partido con pitos cuando la toca uno del equipo. En el encuentro del Athletic se encontraron como la afición silbaba a los rojiblancos, especialmente a Unai Simón, sin motivo aparente. Los presentes quieren que haya un clásico en la final y todo lo que no sea eso sería una decepción, por eso no hay diversidad, son el Madrid-Barcelona en su máxima expresión. Como mucho hacen alguna excepción, por ejemplo Nico Williams, campeón de Europa y la estrella del club, tuvo un trato mejor que el de sus compañeros.
Los pocos aficionados del Mallorca lo tuvieron todavía peor, porque estaban menos protegidos dentro de la grada del estadio. Además de la derrota de su equipo, en un partido excesivamente tenso, tuvieron que ver como los locales se burlaban de ellos y les zarandeaban. Situaciones tensas y de crispación en las que el público local tiene claro que el enemigo es el del equipo pequeño.
Los años previos otros equipos han sufrido el mismo trato. Simeone, por ejemplo, tiró de ironía para explicar lo bien que se habían sentido: "Estoy muy contento por toda la gente de Arabia que nos vino a alentar, muchísima gente dentro del estadio alentando al Atlético, es un crecimiento importantísimo del club, los sentimos muy cerca durante todo el partido en las tribunas, es muy importante para el crecimiento del club". Para cualquiera era evidente la abrumadora mayoría de rivales que se había
Porque es el país que es, y eso tiene una serie de consecuencias en la experiencia de acudir. Cuando se firmaron los contratos, y a pesar de las frases de Rubiales que aseguraban un súbito progreso en las condiciones de vida del país, y una reducción del machismo imperante. La intención podía ser buena, pero el salto sigue siendo muy abrupto.
Fuentes consultadas de otros equipos en temporadas anteriores recuerdan panoramas similares, aunque algunos de ellos no quieren darle más vueltas a la cuestión. Todos los años hay comentarios y mensajes remarcando la necesidad de igualdad o de buen trato a los aficionados, una frustración que va intrínseca al lugar en el que se realiza el evento.
Todo por la pasta
Luego está el tema económico, en el que los árabes tienen poco que ver —ellos ponen 40 millones y sus condiciones, pero no deciden que se hace con el dinero— y sí mucho la Federación y los dos clubes más grandes. La propia naturaleza del fútbol español, y el evidente tirón del Madrid y el Barcelona, hacen que su factura esté hinchada y a los otros participantes les quede un dinero bastante inferior.
El pecado original está en la misma concepción de la competición. Luis Rubiales, al llegar a la RFEF, tuvo cierta obsesión por maximizar los ingresos de la entidad. En el caso de la Supercopa, y con la inestimable ayuda de Gerard Piqué como intermediario, la manera de hacer de ese torneo un negocio fue convencer a Arabia Saudí de poner 40 millones de euros al año. Para llegar a esa cantidad eran imprescindibles, eso sí, dos variables: que se jugase en su territorio y que la disputasen Real Madrid y Barcelona.
En lo primero no había más que tragar y para el segundo punto la RFEF ingenió un sistema de clasificación que complica muchísimo que los dos gigantes no aparezcan en estas fechas en la Supercopa. Para convencer a ambos, que son clubes con un calendario a rebosar, hubo que poner muchísimo dinero encima de la mesa. Ellos aceptaron, claro, como seguros ganadores.
De hecho, la RFEF se queda 20 de los 40 millones que pone Arabia en cada edición. El restante va a los clubes, pero en ningún caso de manera equitativa. El Real Madrid y el Barcelona perciben cerca de seis millones en esta edición, el Athletic alrededor de dos y el Mallorca se queda en 850.000. Las informaciones aseguran que los dos grandes aportarán 200.000 euros más al equipo bermellón para reducir un poco las diferencias y que el enfado que existe en los otros clubes se aminore. No es la primera vez que toman esta determinación.
Esta misma temporada, el Athletic, que es un clásico de la competición y el formato, también ha vuelto de Yeda de morros. Además de lo contado en las gradas, en lo económico es un poco lo de siempre. Jon Uriarte tuvo una reunión con Louzán en Arabia para reiterar que hay muy poca equidad en el reparto, que parece que el resto van de comparsas.
"Pensamos que el modelo de reparto puede ser mejorable. Existen ya otros modelos en el mundo del fútbol, como los que se han implantado recientemente en las competiciones europeas o sin ir más lejos también el reparto de los derechos de televisión en la liga. Son modelos que tienen en cuenta factores como el desempeño deportivo y la implantación social de los clubes en cuanto al seguimiento que tenemos los clubes", explicaba el presidente de la entidad bilbaína.
Los jugadores volvieron cansados y un poco hartos del viaje. A todo esto se añade que es un club en el que su afición es realmente importante, siempre han defendido los derechos de sus socios y la realidad actual les obliga a jugar a miles de kilómetros, aislándolos de sus aficionados.
También Uriarte abordaba en la conferencia de prensa previa a la final esta cuestión, aunque en su idea hay un asterisco evidente: "En un mundo ideal en el que mantenemos estos niveles de ingresos a nosotros nos encantaría que la competición se celebrara en nuestro entorno para que nuestros aficionados y aficionadas puedan disfrutar de estos partidos. Es algo por lo que el Athletic luchará y colaborará con la Federación para que se pueda dar en futuras ediciones". El problema ahí es que, muy probablemente, ese mundo ideal no existe y las posibilidades de mantener los ingresos si no pone el dinero el reino de Arabia Saudí —o algún país similar— son ciertamente remotas.
El caso del Athletic no es el más extremo. En su momento el Valencia llegó a judicializar los contratos al considerarlos injustos. El club ché denunció a la Federación por un reparto "desigual y arbitrario" que le llevó a estar año sin cobrar siquiera lo que la RFEF había previsto. Tenían razón, y la prueba más clara de ello es que el organismo en aquel momento dirigido por Luis Rubiales terminó claudicando y aumentando el dinero que le correspondía al Valencia en un acuerdo extrajudicial.
Son los únicos que han terminado en ese proceso, pero hay otros que también han amenazado con acudir a la Justicia ante un reparto que consideran muy poco adecuado e injusto. Es el caso de Osasuna, que la temporada pasada estuvo cerca de hacer saltar por los aires la competición con una nueva reclamación en los tribunales.
"Vale ya de si alguien cedió. Se percibe un dinero conjunto, no entendemos que equipos tengan más derechos. Hay que respetar a Osasuna. Vale ya que digan que nos regalan. Estamos cansados. Mantuvimos un silencio, pero tuvimos que decir basta, parece que pedimos limosna, nosotros no utilizamos palancas. Es una competición grande y nosotros somos pequeños, pero grandes en ilusión. Merecemos un respeto", señaló de manera enfática Fran Canal, director general del club, en una rueda de prensa celebrada en Arabia durante el torneo.
Ángel Haro, presidente del Betis, también tuvo que abordar este problema. Lo hizo con buenas palabras, pero señalando sin dudar cuál es la clave del asunto: "Por parte de la RFEF no había ningún problema, pero Madrid y Barcelona lógicamente no querrían perder. Espero que hablemos todos los clubes y a ver si podemos tener un entendimiento. Tengo relación con otros presidentes y hay cierto malestar, es algo que pretendemos hablar a corto plazo".
Es ya casi una tradición, al llegar enero se juega la Supercopa, un formato que es más divertido y atrayente que el pasado, pero que naufraga siempre con las mismas vías de agua, la injusticia del reparto y la experiencia de los que acuden a Arabia Saudí a ver los partidos.