Sietes relata el estrés que le ha causado el fútbol tras un ictus, una angina de pecho y la morriña de su aldea de 16 habitantes: "¿JJ.OO? Me quedé sin ir al pueblo"
El exjugador de Oviedo, Valencia y Racing, entre otros, y actual director deportivo de la Ponferradina cuenta una vida marcada por su apego a sus raíces.
Charlar con José Manuel Suárez Rivas 'Sietes' (Sietes, 1974) es adentrarse en la cara menos visible del fútbol: la de la persona que vive por y para su pasión, que la disfruta "muchísimo", pero también la sufre. Y hasta qué punto. "Llevo un ictus hace dos años y una angina de pecho hace cinco meses, pero es que yo si no vivo el fútbol y no tengo esto, ¿para qué voy a estar aquí? Yo necesito vivirlo, necesito transmitir, me gusta", cuenta el exjugador de Oviedo, Valencia y Racing de Santander, entre otros, y actual director técnico de la Ponferradina, que se siente hasta "rejuvenecido" con las cuatro pastillas diarias que toma para prevenir más sustos. La tensión, la presión, le contrae las arterias. Pero el padecimiento ha acompañado al asturiano durante toda su carrera como futbolista, en la que Radomir Antic le reconvirtió de extremo a lateral izquierdo y en la que los Juegos Olímpicos de Atlanta fueron "como un torneo más" que encima le privó de pasar el verano en su tierra. "Un año estuve sin ir".
"He estado con psicólogo, hemos trabajado visualizaciones, incluso, terapia de esta que te hipnotizaba un poco…, y no soy capaz de controlarlo. Tengo ahora 50 años y sigo con el mismo problema de echar mucho de menos mi casa. Fui al Racing de Santander para estar cerca de casa", reconoce. Una aldea de 16 habitantes, Rales, a escasos 2 kilómetros del municipio homónimo en el que creció, Sietes. "Llegar a Valencia me pudo. Yo me sentía como Paco Martínez Soria cuando llegó a Madrid con la cesta y los pollos", cuenta simpático y sincero quien llegó a ser alcalde de su pedanía (2007-2011) para ayudar a los vecinos. Atrás quedó el sueño cumplido de ser futbolista, que vivió, como detalla con numerosas situaciones, condicionado por su arraigo y entre grandes nombres propios: Luis Aragonés, Romario o Manolo Preciado. También Piterman, pero esto también en la otra cara del fútbol. "Con Piterman aquello era un circo. No era fútbol, no era nada. Era un yo, mi, me, conmigo, un ególatra. No tenía ni idea de lo que era el fútbol, había sido atleta".
¿Cómo estás? ¿Qué tal tu vida como director deportivo en la Ponfe, en un mes siempre clave para vosotros, de mucho trabajo?
Muy feliz. Muy agradecido, muy contento de poder estar en un club como éste, rodeado de gente estupenda. Es un club muy familiar, que nos ayudamos todos y todo eso hace que el día a día y el trabajo sea mucho más sencillo. Ahora de cara al mercado este invernal en principio no vamos a hacer ninguna incorporación, salvo que algún jugador que no esté a gusto o que quiera disputar más minutos quiera buscarse a lo mejor otro sitio y disfrutar de esos minutos, pero salvo sorpresas de última hora vamos a quedarnos más o menos como estamos. Si aparece algo arriba, algún delantero que podamos llegar económicamente, que pueda ser un poco diferencial, sí, pero firmar por firmar, no, no vamos a mover el equipo. Hay buen grupo, hay buen vestuario, hay muy buen ambiente y no queremos tampoco trastocar mucho esas sensaciones, esa línea que llevamos ahora un poco ascendente.
Preparando la entrevista he visto que casualmente debutas con el filial del Oviedo, en cuya cantera te formaste, contra la Ponferradina. ¿Cómo era aquel Sietes que empezaba?
(Sonríe y afirma con la cabeza repetidamente). Correcto, correcto, jolín, ya veo que sí que has trabajado, madre mía. Pues mira, tengo dos anécdotas respecto a la Ponferradina. Debuto siendo juvenil con el Oviedo "B" contra la Ponferradina, dos goles de Oli, y luego, que yo no lo sabía, yo jugué aquí contra la Ponferradina ese mismo año o al año siguiente en el campo antiguo, y lo descubrí con el jefe de prensa, con Javi, que escribe los libros de la historia de la Ponferradina y desempolvando ahí actas arbitrales y demás me dice: 'Jugaste aquí tal día, con el número 10', y yo no me acordaba, Era duro, era un campo difícil y, sin embargo, no me acordaba. Y habíamos ganado 0-1.
Lo que seguro recuerdas fue tu debut en Primera, en un 0-0 contra el Valladolid, de la mano de Radomir Antic. ¿Qué destacas del técnico serbio?
Lamenté mucho su pérdida, lo primero. Era un entrenador un poco avanzado en aquella época. Era muy buen estratega pero, sobre todo, psicológicamente te preparaba muy bien para los partidos. Yo jugaba de extremo y a mí fue el que me reconvirtió a lateral izquierdo, y me dice: 'Te pongo el 11 a la espalda para que pienses en atacar. No quiero que pienses solamente, al ser lateral, en defender. Tienes a Berto, tienes a Rivas, que te ayudan mucho, y yo necesito (hace el gesto con la mano de enfilar la banda) que te proyectes mucho ofensivamente'. Y de aquella los laterales no eran como ahora, que llegan mucho. Eran cosas que él tenía y que manejaba muy bien, a la hora de preparar los partidos, de meter a la gente mucho anímicamente.
Estuviste una campaña más en el Oviedo y en el 95 llega la llamada del Valencia con el que, con Luis Aragonés al frente, fuisteis subcampeones, le peleasteis la Liga al Atlético de Madrid…
Precisamente de Radomir Antic (interpela rápidamente). Fue un año que nos fuimos varios jugadores. Yo me fui al Valencia, luego se fue Cristóbal creo que al Espanyol; Armando se fue al Dépor, Jokanovic al Tenerife, Prosinecki al Barcelona… Tuve la suerte y la oportunidad de caer en un club grande como el Valencia, creo que muy joven, para mí, muy inexperto todavía. Hasta que no entras dentro y ves la dimensión que tiene y te ves a lado de jugadores que eran tus ídolos, que los veías en la tele hace dos años… Que madre mía, mirabas al lado, veías a Fernando, fue cuando llegó Romario también, veías a Camarasa, a Zubizarreta, Mazinho… Y, luego, chavales jóvenes que venían despuntando mucho. Es que era un equipazo. A mí me firma Parreira, el brasileño, que justamente ese verano deja el club y creo que se va a entrenar a la selección brasileña y es cuando llega Luis Aragonés. Luis Aragonés, ¿qué te voy a decir yo? Ya lo dice la gente lo que era y cómo era, yo no voy a decir nada más…
Sí, sí, dime algo, cómo fue tu experiencia con él. No serías el primero que cuenta cómo Aragonés hablaba con él y le decía algo como «a usted no le he traído yo», aunque ahí el que llegó con el equipo hecho fue él.
Sí, sí, eso sí. (Sonríe). Él a mí me entendió mucho y hablaba mucho conmigo. Él tenía familia en Asturias y decía (imita su voz y su tono): 'Asturiano, venga usted acá, que tenemos que hablar', porque a mí me veía un poco perdido. Me decía (sigue imitándole): '¿Cómo es que usted está aquí en este club tan grande, en una ciudad que tiene de todo para crecer y está usted pensando en volverse a su casa, y sólo piensa en volverse a su casa?' Y yo: 'No sé…' Yo siempre tuve ese problema. Tengo ahora 50 años y sigo con el mismo problema de echar mucho de menos mi casa. Yo soy mucho de mi casa, de mi pueblo, de mis raíces y yo no lo llevé nada bien. De hecho, yo luego fui al Racing de Santander para estar cerca de casa. Tenía la oportunidad de haberme ido a aquel Mallorca, cuando se fueron ocho jugadores, tenía el Betis, el Espanyol y me fui a Santander para estar en casa, porque yo todos de los lunes que descansábamos, que tenía libre, me iba a casa, estaba con mis padres, volvía y eso a mí me llenaba, me hacía estar bien, tener una paz interior muy grande.
"Tengo ahora 50 años y sigo con el mismo problema de echar mucho de menos mi casa. Fui al Racing de Santander para estar cerca de casa"
En Valencia el primer año pude ir en Navidad y ese verano fue cuando coincide la Olimpiada. Fue la Eurocopa Sub-21 en Barcelona, acabamos la Eurocopa y según acaba la Liga nos vamos concentrados con la selección para irnos a Atlanta, o sea que me quedo sin verano, y según acabamos en Atlanta la Olimpiada cogemos al día siguiente un vuelo Mendieta, José Ignacio, Javi Navarro y yo para irnos a Vladikavkaz, a Rusia, a jugar un torneo con el Valencia, que había empezado la pretemporada, y volví a casa a las Navidades siguientes. Estuve un año sin ir casa y aquello a mí… (Cruza los brazos sobre el pecho y resopla). Yo lo llevaba fatal. Y no es como ahora, que tienes muchos avances, una videollamada. De aquellas no había nada, era muy difícil todo, las conexiones, y eso lo llevé fatal, mal: en rendimiento deportivo, en rendimiento personal, estar siempre mal, sin actitud, sin ganas, mi rendimiento era malo.
Se juntaron muchas cosas: llegar a un sitio como Valencia, periodistas, mucha gente, entrenamientos… A mí me pudo, a mí me pudo. Yo me sentía como Paco Martínez Soria cuando llegó a Madrid con la cesta y los pollos (se acerca a la cámara y sonríe). Yo vengo de una aldea, de un pueblo, muy humilde, donde lo único que hacíamos era trabajar ahí en la granja y poco más. Nadie me podía enseñar o predecir un poco lo que me iba a encontrar, y era muy joven.
"Llegar a Valencia me pudo. Yo me sentía como Paco Martínez Soria cuando llegó a Madrid con la cesta y los pollos"
Yo me noté ahí que me faltaba cultura en todos los aspectos: para saber estar, para pausarme un poco, valorar, disfrutar lo que tenía, el camino. Tengo un buen amigo en Gijón que siempre me decía: 'Pero, Jose, hombre, tú tenías el as, el 3 y el rey de la partida y perdiste, y perdiste. Tenías que haber…' Y yo digo sí, sí, yo lo entiendo, desde fuera se puede ver de una manera, pero no pude, no pude. Y me ha pasado más veces, ¿eh? Me fui a jugar a Murcia con 29-30 años y (resopla y acompaña el gesto con el brazo, taxativo) fue fatal. Fui a Inglaterra al Watford y cada vez que podía coger un vuelo y volverme a Asturias, me pasaba igual.
Es algo que he intentado trabajar con psicólogos y demás (aprieta la boca y levanta los hombros), y nada, nada. Incluso en el 2020 con Javi Recio, que es director deportivo, estaba trabajando en el Mallorca y se va a trabajar al Bolívar, a Bolivia, con un proyecto muy bueno, con el Grupo City, y yo me iba a ir con él y en diciembre me cagué. Me cagué. Dije que no. Y sí, era muchísimo dinero, era muy tal, pero también acababa de ser padre por primera vez, a mis años (sonríe).
Y aquí estoy en Ponferrada, feliz, porque estoy cerca de casa, tengo dos horas y media a casa, voy menos quizás que si estuviese lejos, pero sé que tengo la oportunidad de cuando tengo un día malo y tengo necesidad de estar, coger el coche, ir a comer y volver. Es todo psicológico, intento trabajarlo pero me cuesta.
Entiendes, perfectamente, lo que han vivido jugadores como por ejemplo Aspas, que han preferido volver de Inglaterra y estar en casa, o los problemas que tuvo Navas en su día incluso para estar con la selección…
Yo admiro y envidio a los jugadores que cogen la maleta y pum, se van y están en otro sitio. 'Ojalá yo hubiese tenido…' De hecho, te digo, acabé en el Numancia en el 2008 y tenía una oferta para irme a Grecia, ya lo tenía todo hecho, había hecho hasta la maleta (baja la voz y sonríe), y bufff. Estaba en el pueblo y subí a la ladera, arriba, a sentarme, que se ve todo el pueblo, se ve al fondo el mar, que tiene una vista muy bonita, y al día siguiente tenía que coger el vuelo para pasar el reconocimiento y firmar, bufff, y me empezó a entrar una angustia, una angustia (se lleva la mano al pecho), y empezó a caerme una lágrima y dije: 'Qué va, qué va, y que no puedo y no puedo'. Llamé al representante, dije: 'Lo siento, y no voy'. Se armó un cristo que no veas, pero no fui, no fui, me quedé en casa. No fui, dejé el fútbol.
Bueno, seguí jugando en el Lealtad por hacer deporte, por estar en el vestuario, que es lo que me gustaba, pero renuncié a un año más de contrato bueno, pero no podía ir. No, no, no, porque sabía que no iba a rendir, porque cuando me he visto en estos casos no rindo. El rendimiento es nulo, es bajo bajo. De hecho, Santander recuerdo que estuve seis temporadas, en la tercera tengo una oferta del Espanyol de Barcelona muy, muy buena, casi triplicaba lo que ganaba, y fui incapaz de aceptarla. No pude, no puede, porque sé que voy a Barcelona y me iba a pasar lo mismo que en Valencia. Me decían: 'No, que tiene más vuelos, más conexión, más tal'. Que da igual, que al final es el día a día, el estar, y Barcelona es una ciudad espectacular y hay gente espectacular, pero es una cuestión de que no, porque sabía que mi rendimiento no iba a ser bueno, entonces prefiero quedarme en un sitio cerca, que yo me sienta bien, porque al final el dinero no lo es todo. Eso te lo digo ya con experiencia, que tengo 50 años, y no lo es todo.
Dices que has intentado trabajarlo con psicólogos. ¿Cómo has tratado de ponerle remedio? Porque, al fin y al cabo, ha condicionado tu carrera y te ha hecho pasarlo mal.
Sí, he estado con psicólogo, hemos trabajado visualizaciones, incluso, terapia de esta que te hipnotizaba un poco… No sé, es algo que sale de aquí dentro (se lleva la mano a la boca del estómago), no es de aquí, es de aquí (se toca la cabeza y el estómago alternativamente), y no soy capaz de controlarlo. Ahora que me hago mayor digo: 'Jolín, venga, ahora ya tienes una edad, ya no eres un chaval, ya tienes que dar un paso adelante, eres padre de familia, es que tienes que no sólo mirar por ti, tienes que mirar por tu hija, tienes que llevarle el pan a casa, tienes que hacer…' Pero aun así… A ver, que si me sale algo y me tengo que ir, pues tendré que irme, porque al final tienes que vivir y llevar el pan a casa, pero no sé. No nos llevamos bien esa situación y yo. Tampoco sabría ponerle una palabra. El psicólogo me dijo una cosa, luego me dijo...
¿Qué te dijo? ¿Lo puedo saber? Por intentar ponerle nombre.
Que era todo producto de mi mente, de mi infancia, de mi pasado, de lo arraigado que estaba a aquello. Mi infancia no fue fácil, en el sentido de que antes la vida en una aldea, en un pueblo, era difícil. Yo no he pasado hambre pero sí hemos pasado necesidades, como todos en la aldea, de muchas cosas, eso te hace más fuerte, pero también en mi caso yo extraño mucho aquello, aquella vivencia. Me dicen: '¿Volverías a la infancia?' Yo volvería a la misma infancia, volvería a pasar por lo mismo. Tuve la suerte de haber jugado al fútbol, pero si no, me dicen: 'Vuelves a la infancia, pero no vas a ser futbolista, vas a ser otra cosa, lo que sea, mecánico'. Volvería, volvería.
"De niño trabajaba todo el verano. En casa había una granja y había que trabajar, pero esa vivencia no la cambiaría ni por el mejor partido del mundo ni por nada"
Yo recuerdo de mis años de niño el verano, en casa había ganado, había vacas, había una granja. Yo los veranos no los disfrutaba, no te ibas a ningún lado, te ibas al pueblo cuando acababas el colegio y trabajabas todo el verano. Eran otros tiempos, era todo diferente, pero buah, esa vivencia la tengo tan dentro que no la cambiaría por nada, ni por el mejor ambiente futbolístico ni el mejor partido del mundo ni por nada, por nada (entorna los ojos y niega con la cabeza y el brazo). Son cosas que a mí me marcaron y quizás sea demasiado, en ese aspecto, sentimental, lo llevo muy dentro, muy arraigado y quizás a veces la imagen que das o la fachada puede decir una cosa, pero luego realmente por dentro es lo que es, los que se me conocen y son de casa y los vecinos saben cómo pienso.
¿Qué pasa? Que ahora con el paso de los años, evidentemente, el pueblo se está quedando vacío, porque ya hay gente mayor, ya soy yo casi bastante mayor. Por ejemplo, vas en Navidad y ya ves muchas casas vacías, cerradas, y eso también te entristece bastante y recuerdas.
Porque, Jose, ¿cuántos habitantes hay en el pueblo? No ahora en fiestas, en el día a día.
Yo te digo que ahora mismo (levanta la vista y recuenta) está mi madre, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 11 más 2… Sobre 15 personas, 16, y gente mayor, gente toda jubilada, menos Roberto que sigue trabajando, los demás todos jubilados. Eh, pero es maravilloso, es maravilloso (sonríe ampliamente), es un remanso de paz y tranquilidad. Pero a mí me gusta que haya gente en el pueblo, que venga gente, que se llene, cruzarte, hablar un poco. Eso sí, también que la gente que viene se adapte un poco a lo que es el pueblo, porque ahora ya no hay vacas, ya no tenemos ganado, pero antes le molestaba hasta una boñiga de una vaca. La vaca tiene que cagar, el gallo tiene que cantar, la vida rural es así. Pero no tenemos quejas, en mi pueblo somos pocos pero es un pueblo muy unido, que nos ayudamos mucho. Dos veces al año se junta la gente y hace una sexta feria, que limpian el pueblo. Luego tenemos una fiesta muy bonita en septiembre. El pueblín se lo trabaja, no lo dejamos morir.
Entonces, eres más feliz con los 16 habitantes que en alguno de aquellos partidos de Atlanta, por ejemplo, de los Juegos Olímpicos. O ¿cuál es el partido más importante que has jugado?
De Atlanta no me hables (sonríe), yo de Atlanta no tengo muy buen recuerdo. Fuimos a la Olimpiada y no nos dejaron ir a la inauguración porque había que coger un vuelo. A nosotros nos tocó abajo, en Orlando, y teníamos casi dos horas de vuelo, teníamos un partido a los dos días o al siguiente y Javi Clemente dijo: 'No, que es mucho lío ir y tal', pero claro, a nosotros lo que nos gustaba, ya que vamos, era salir. Para mí fue como un torneo más: ir allí, jugamos un torneo y nos volvimos, porque el espíritu olímpico realmente lo veías en la publicidad, no sentimos esa llamada olímpica. ¿Fui olímpico? Sí, vale, pero nada más. Y me quedé sin vacaciones, sin ir al pueblo… (Se ríe).
Y aparte de la tranquilidad de estar cerca de casa, ¿qué te dio Santander, tu etapa en el Racing? Porque viviste de todo, un descenso, un ascenso, Munitis, Salva Ballesta Pichichi…
Lo que me encontré en Santander fue un grupo humano, un vestuario, espectacular. El primer año con Marcos Alonso, que en paz descanse, éramos un equipo que no había grandes jugadores, llegaban jugadores nuevos, argentinos, Schürrer, llegó Abeijón, llegó Tais, luego estaba Petete Correa arriba en punta. Éramos un grupo que estaba muy unido y sacábamos los partidos por eso, por grupo, por ayudarnos, por intensidad, por no dejarnos nada. Ese primer año, muy bueno. El segundo fue cuando ya se va Marcos Alonso, ponen a Nando Yosu, que era un grande, de Santander. Siempre cuando el equipo iba mal lo ponían a él de entrenador y nos salvaba, era increíble. Y lo ponen a él de entrenador, no va bien, ponen a Benítez, un entrenador paraguayo con una idea totalmente diferente a lo que nosotros éramos e intenta cambiar un poco la manera de jugar, ser más ofensivo, jugar con tres centrales y carrileros más avanzados, más en campo rival, pero ufff, nos costó mucho y era una sangría de goles brutal.
Entonces, cambió un poco y al final se adaptó, tuvimos un año muy bueno, con Salva Ballesta, con Amavisca, con Manjarín, con Munitis… Era un equipo ya con más calidad, con más llegada, recuerdo que marcó Salva veintipico goles y Munitis creo que 14 también, una burrada. Y luego tenemos el descenso, fue un año muy malo, pasamos por varios entrenados: empezó Goikoetxea, luego vino Manzano y acabó Benítez, que volvió. Empezamos mal, estábamos abajo, perdimos en casa con el Burgos y fue el detonante para cesar al entrenador, y llega Quique Setién. Quique Setién es como un aire fresco. Nos cambió mentalmente, nos cambió a todos en todo: la manera de jugar, de entrenar, la perspectiva de afrontar los partidos, la idea de juego, todo. Fue llegar él y empezamos a ganar, a ganar, a ganar, hasta que ascendimos el último partido contra el Atlético de Madrid.
1-0.
Gol de Moratón. Y nosotros pensando que íbamos a tener esa continuidad con él, pero él decide pasar a ser director deportivo y darle la oportunidad a Manolo Preciado, que Manolo era un 10 como todo: como persona era un 11 y… qué te voy a decir. Nada. Buah. Otra persona que se lleva la vida y nah (cierra los ojos y niega con la cabeza), cosas desagradables, pero me siento afortunado porque tuve la suerte de tenerle, muchos años. Estuve con él allí, luego estuve con él en el Murcia, estuvo en mi casa también cuando estaba en Gijón. De hecho, firma por el Sporting estando en mi casa, en el pueblo. Ya éramos 18 habitantes, ya había uno más porque estaba Manolo conmigo aquel día (sonríe).
Cuéntame esta historia, por favor, ¿cómo se dio esa llamada, ese contrato? Con Manolo contigo en el pueblo.
Vino a pasar unos días conmigo al pueblo. Había estado con él en Murcia… A ver, voy a empezar desde el principio: Manolo está con Nando Yosu de segundo y los cesan, se quedan en el club y cuando coge el equipo Quique lo pone de entrenador y es cuando luego llega el tema del mítico este, que ya me he olvidado hasta el nombre…
Piterman.
Correcto, Piterman. Llevábamos un año muy bueno, estábamos muy bien, ya consolidados, y entra Piterman y deciden marcharse Quique, Lucio, que era el preparador físico, Manolo y Raúl, su segundo. Al verano siguiente Manolo se va al Levante, que yo me voy al Alavés, y es cuando tiene el accidente su hijo. Y yo con Manolo tenía muy buena relación desde cuando él entraba en el juvenil y en el filial, en Santander, seguíamos hablando y me decía: 'Buah, te vienes al Levante conmigo'. Él siempre me quería llevar con él. Digo: 'Jo, estoy en Santander, estoy bien. Manolo, no me saques de aquí, si voy ahí abajo…' Dice: 'Bueno, nada'. El caso es que tiene la fatalidad: se le muere su mujer primero y luego se le muere el hijo; un pequeño accidente de moto y se muere. Y me acuerdo que estando en el tanatorio me dice; había firmado él en el Murcia: 'Ahora sí te vienes conmigo. Y te vienes conmigo no como jugador, porque te quiero conmigo'. Y yo, ¿qué voy a decir?
Yo estaba negociando con el Alavés para renovar tres años más con Gonzalo Antón, pero me dice: 'Te digo una cosa, viene Piterman'. Y yo: ¿Cómo que viene Piterman? (Echa el cuerpo hacia atrás y levanta los brazos). 'Sí, sí, viene Piterman. Creo que lo voy a cerrar, pero yo te mantengo el contrato'. Digo: 'Mira, si viene Piterman, no, me voy. Ya lo tuve en Santander, ya fue bastante, me voy, lo siento mucho'. Entonces es cuando me voy a Murcia con Manolo. Y ahí es curioso: ganamos el primer partido en la jornada 9 o 10, con Manolo. Teníamos muy buen equipo, en teoría para subir, porque acababa de bajar ese año, y es increíble; con todo lo que había pasado Manolo, entraba al vestuario y era él el que nos animaba a nosotros. A mí se me caían, con perdón, los… (mira hacia abajo) al suelo. Yo: 'Madre mía, que este hombre con todo lo que ha pasado, con lo que está y tiene que animarnos a nosotros en vez de nosotros animarle a él…' Fue un año difícil.
¿Y cómo llegamos a que esté en tu casa y lo fiche el Sporting?
Sí. Al final lo cesa el Murcia, entonces se va a Santander y acaba entrenando al Racing aquel mismo año, en Primera, los últimos partidos. El caso es que ese verano 'me voy contigo al pueblo, quiero desconectar, quiero estar tranquilo y tal'. Estuvimos en mi casa tres días y estando allí él se iba a Madrid porque tenía una reunión con Independiente de Medellín y yo: 'Macho, te vas a ir a Colombia', y estando allí dice: '¡Me ha llamado el Sporting!', y yo: '¡Jolín, el Sporting!', que estaba en Segunda, y dice: 'Ya sabes que a mí me gusta mucho entrenar y trabajar con los jóvenes, me ilusiona', y digo: 'Jolín, ya lo que faltaba, tenerte aquí al lado de casa'. Y dice: 'Pues voy a reunirme con ellos'. Y sí, sí, se reunió, se quedó y subió al equipo y lo mantuvo en Primera dos temporadas o así. La verdad es que lo hizo muy bien. Y ya después fue cuando salió, iba a firmar por el Villarreal, fue cuando tuvo el fatídico problema… y ahí está. Manolo, el gran Manolo. Fua. No quiero, no quiero… (Empieza a emocionarse). Vamos a hablar de otra cosa, mejor.
Venga. Sólo déjame que te cuente que el abrazo más bonito que me han dado nunca en un campo de fútbol fue suyo, cuando el Levante subió a Primera en Jerez (2004). Era de mis primeros desplazamientos en la radio y lo guardo como oro en paño.
(Sonríe y levanta los hombros). Es que era Manolo, lo quería todo el mundo porque era así y no escondía nada, era lo que veías, y si te podía ayudar te ayudaba siempre, y fue muy honesto, muy bueno, gente que no queda muchas así, la verdad.
Te pregunto por la otra cara de la moneda. ¿Cómo viviste la llegada de Piterman a Santander, a ejercer de propietario y de técnico, con Chuchi Cos? ¿Cómo fue aquella época? Ya has dicho que por él no quisiste marcharte al Alavés.
(Cierra los ojos y niega con la cabeza mientras le pregunto). Un circo, aquello era un circo. No era fútbol, no era nada. Era un yo, mi, me, conmigo, un ególatra. Bufff, no tenía ni idea de lo que era el fútbol, había sido atleta. Puso a Chuchi allí, el pobre hombre, que luego pagó también los platos rotos. Fue una época mala. Recuerdo que los días de recuperación nos llevaba a la playa. A correr en la playa, ¡el día de recuperación! Pero vamos a ver, si tengo las piernas muertas, me pones en la playa a correr. A hacer abdominales. 'Y yo salto más que tú y yo hago más que tú y yo…' Y estabas entrenando y con el móvil por medio del campo. Fue muy desagradable todo, era poco profesional, es un tipo que, como decía el otro, que me lo despresenten. (Se ríe). De hecho, ya te digo, que yo estaba muy bien en el Alavés, estuve muy bien ese año, me marcó mucho personalmente y yo hubiese querido seguir allí por lo menos un par de años más, ya había llegado a un acuerdo y todo, pero al ir él ya me quise ir. Ahí están sus números o su historial. Mejor hablemos de cosas positivas.
"Con Piterman aquello era un circo. No era fútbol, no era nada. Era un yo, mi, me, conmigo, un ególatra. No tenía ni idea de lo que era el fútbol, había sido atleta"
¿La más positiva que has vivido en el fútbol? ¿Tu mejor recuerdo, tu mejor momento, lo más bonito?
Yo creo que con la gente con la que compartí, con la que estuve. Me siento un afortunado de haber estado con jugadores espectaculares como personas, de haber estado en clubes que me han tratado y que he estado muy bien siempre, no puedo decir de un sitio 'ahí he estado mal o me han tratado mal'.
¿Y qué supuso para ese chico que salió de Sietes, que salió de su aldea, estar al lado de Romario?
Yo no me atrevía a mirarle a los ojos (dice muy cerca de la cámara y se ríe). Yo no le miraba, yo no le miraba. Yo me quedaba ahí como diciendo 'madre mía éste'. Fue una época difícil entre comillas porque fue cuando le exigían que corriese más. Yo le entendía un poco, ¿pero qué vamos a cambiar nosotros ahora a este hombre con todo lo que ha hecho ya, con todo lo que es y, encima, que hace goles? Porque cuando se fue creo que llevaba 5 o 6 goles ya.
La verdad que era peculiar, iba un poco a su aire, yo me acuerdo que se sentaba en la misma mesa a comer conmigo y con Goran, con Vlaovic, y bien, bien, 'tenéis que ir a Brasil'. Nos invitaba a ir a Brasil, con nosotros, muy bien.
¿Saliste con él de fiesta?
No, no, no me llevaba (se ríe), quería ver si me juntaba y me llevaba un día, pero no, no, no me llevaba. Sí me invitaba a casa a jugar al futvoley, eso sí. Pero éramos diferentes, yo estaba más con los de mi edad, con 20 años o así. Pero con Romario muy bien. Recuerdo, además, cuando yo me voy al Racing de Santander hacemos un partido amistoso -como no pagaban por irme yo allí, concertaron un partido amistoso-, y fuimos a jugar a Alzira o por ahí y antes del partido entró a buscarme a nuestro vestuario y se quedaron todos como diciendo: '¡Ostras! ¿Y éste? ¿Qué viene a buscar a éste?' Fue un detalle bonito. 'Tú, niño, ¿qué hace?' (Imita al astro brasileño).
Pensaba en tu arraigo y en tu carrera y es que, claro, es intrínseco a ti completamente, es tu nombre «artístico», Sietes.
Sí, sí, pero eso no lo decidí yo. Tú ahora dices José Manuel Suárez Rivas… (Levanta los hombros). Es más, vas a mi pueblo y dices José Manuel Suárez Rivas… Allí me conocen más por Jose, sí, pero no sabrían. Esto empieza cuando iba al colegio, que éramos en clase 3-4 Joses, y 'Jose, ¿qué Jose?' 'El de Sietes'. Y Jose el de Sietes, Jose Sietes y al final, Sietes. Para mí ha sido un orgullo llevar el nombre de mi pueblo, no sé si para ellos (se ríe). Nunca voy a ocultar ni a renegar de mis raíces. Es de lo que más orgulloso me siento y donde más feliz soy, sin duda.
Me pregunto cómo empezaste tú a jugar al fútbol...
En el colegio, porque en mi familia nadie jugó al fútbol, ni mi vecino ni nadie, fútbol allí nada. Empecé a jugar y se me daba bien, me cogieron para el equipo del colegio, quedamos campeones de Asturias, quedé máximo goleador, me acuerdo de ganar 13-1, metías 10-11 goles, algo innato. Era delantero y metía goles, luego me convertí en todo lo contrario, en un defensa malo, y luego, en el Lealtad. ¿Qué pasa? Que yo no podía ir a entrenar, no tenía ni autobús, tenía que depender de gente que trabajase y bajase a esos horarios para yo poder después de entrenar subir al pueblo. Muchas veces caminando, en autostop, pasaba un coche y me subía, pero luego tuve a Roberto y a Javier, del pueblo, que trabajaban de mecánicos, entonces ahí tenía que esperar una hora, pero da igual, esperaba una hora después de entrenar y ya subía con ellos. Y luego me voy interno. Es cuando me firma el Sporting de Gijón para infantiles y me voy interno a la Universidad Laboral de Gijón. Un año que marca mi vida, que fue de lo peor de mi vida, de lo peor. Interno a un colegio, ahí en la Universidad Laboral, y lo pasé fatal… Eso sería otra hora de charla.
¿Me lo resumes?
Interno, te vas de casa, sales del pueblo, un sitio ahí solo. Al entrenar en Mareo, en Gijón, estudiaba allí e iba a entrenar. Mi madre estaba más tranquila, 'mira, qué bien, ya está allí, estudiando, ya no está aquí con nosotros'. Pero yo lo pasé muy mal, muy mal, muy mal,(cierra los ojos y niega con la cabeza mientras lo dice). Era muy cerrado en mí, no me abría, sólo pensando en que llegase el viernes para ir a casa, luego tenía que jugar los sábados con el equipo, ya sólo pensando en los domingos tener que volver… Un desastre, un desastre. De hecho, me quedan Dibujo, Taller y Matemáticas y con pasar una ya pasaba de curso. No me presenté a ninguna de las tres para no volver. Mi madre casi me mata, ya no teníamos beca, había que pedir dinero prestado porque era un dineral lo que costaba allí el año, y a mí me entró un sentimiento de culpa muy grande. De hecho, me puse a trabajar en una carpintería de PVC de aluminio y cristalería, ganaba 30.000 pesetas al mes (180 euros), eso lo llevaba para casa. Entonces alternaba: jugaba en el Lealtad en juveniles, porque era inviable estar en Gijón, por la distancia, y trabajaba. Y es cuando me viene el Oviedo a buscar, en juveniles, porque yo debuté en Tercera con el Lealtad con 15 años, y les dije que no. Vinieron a casa dos veces a verme, el gran Pichito. 'Hombre, Jose, tienes que aprovechar, tienes que ir'. Y al final me convencieron, fue llegar allí, ver aquello y el Oviedo ya lo vi como una oportunidad. Me cogí a ello, tuve suerte y hasta hoy. Tuve suerte, tuve suerte.
Pero te ha hecho sufrir muchísimo el fútbol, Jose…
Bueno, y ahora, que llevo un ictus hace dos años y una angina de pecho hace cinco meses, pero es que yo si no vivo el fútbol y no tengo esto, ¿para qué voy a estar aquí? Yo necesito vivirlo, necesito transmitir, me gusta. Para estar aquí así viendo partidos (se reclina en la silla, se cruza de brazos y se calla), no, no valgo. Lo siento. Sé que hay que comportarse en los palcos, que hay que estar más tranquilo, pero yo soy muy pasional para lo mío, para mi equipo, para mi gente, para todo. Entonces, sí, el fútbol me ha hecho sufrir, pero también me ha hecho disfrutar mucho (dice acercándose a la cámara y sonriendo), muchísimo.
No lo dudo. ¿Me cuentas esto del ictus y de la angina de pecho, por favor? ¿Cómo fue?
El ictus es un poco por estrés. Hace dos años y medio, en pretemporada, haciendo el equipo, en Segunda, fue el año que bajamos y lo típico, el estrés, no dormir, el romperte la cabeza, esta carga que llevas de tener la responsabilidad de hacer un buen equipo, de que vaya todo bien, de agradar… Pues me dio. Tuve suerte de cogerlo muy a tiempo, estuve cinco o seis días ingresado y ya, otra vez, pastillitas y a seguir. Y este verano sí que me volvió a repetir, pero fue un poco diferente: yo estoy muy bien de colesterol y todas estas cosas, pero lo que pasa es que con el estrés, con la tensión, se me contraen un poco las arterias y deja pasar poco oxígeno hacia el ventrículo izquierdo, y ahí es cuando me hicieron un cateterismo. Ahora con cuatro pastillas al día funcionó que no veas, he rejuvenecido. (Sonríe). Intento llevar las cosas más tranquilo, no ser tan pasional, ver y entender que no depende todo de mí y yo llego hasta donde llego y lo demás ya queda en manos de entrenador, jugadores y demás.
"Me hicieron un cateterismo. Ahora con cuatro pastillas al día funciono que no veas, he rejuvenecido"
Sobre todo, porque has tenido suerte, porque un ictus y una angina de pecho…
(Se adelanta y sigue explicando). El ictus tuve suerte porque me cogieron muy rápido. Tenemos al doctor aquí, que es un fenómeno.
¿Te pasó allí en el club?
Aquí, aquí en Ponfe, sí. Habíamos jugado un partido amistoso en Lugo contra el Racing de Ferrol y yo vine en coche con Tomás Nistal, el delegado, y me dijeron: 'Jose, qué rápido has venido hoy', porque yo voy muy tranquilo en el coche, no corro, y decía: 'Tomás, tengo unas ganas de llegar a casa, estoy muerto, estoy muy cansado' y me daba vergüenza decirlo, porque no hice nada, estuve sentado todo el día, pero fue llegar y entro a casa, estaba mi hija y su madre aquel día en casa, y me dice ella: 'Vaya borrachera que traes, vaya borrachera', y yo: 'Estoy yo encima como para que me vaciles, qué borrachera ni qué nada'. Dice: 'No se te entiende nada. Uy, para'. Y parece que ser que tenía… (Se levanta todo el lado izquierdo de la cara).
Hice rápido una videollamada al doctor, y como el doctor también es aquí el jefe de Urgencias del hospital de aquí del Bierzo, directamente me vinieron a buscar rápidamente, y ya tenía el lado izquierdo, que normalmente suele ser el derecho, el brazo no tenía mucha fuerza y me ingresaron. Pero fue todo muy rápido, unos grandes profesionales y muy bien, muy bien. Pero, ¿sabes qué pasa? Que somos cabezones, yo soy cabezón. En vez de decir: 'Ostras, te ha pasado algo muy, muy serio, no es una broma'… Si es que es igual, vuelves otra vez a la rutina, vuelves a caer en lo mismo, a estar aquí horas y horas y mirando y pensando '¿y éste me dará el nivel? ¿No lo dará?' Y preguntando, y para aquí, para allá. Vuelves a entrar en el bucle.
Y este verano igual. Y me dicen: 'Jose, quédate dos meses en casa, lo que necesites', porque el club en ese aspecto, tanto el presidente como Eduardo, el director general, que son de 10, más suerte no puedo tener, 'Jose, por favor…' Pero nada, al mes ya estaba aquí otra vez. Y me gusta estar aquí, sí que ahora tengo a Yuri y a Jesús conmigo trabajando en la secretaría técnica, que me ayudan mucho y me quitan mucho trabajo y voy un poco más por encima de las cosas. Ya soy más flexible en todo. Todo eso me hace estar mejor. Salvo la gripe (tose), que llegamos a una edad que tengo siete días de vacaciones y me paso cinco en la cama. (Sonríe).
Bueno, entonces te estás cuidando un poquito más para que no haya un tercer susto, ¿no? No sé si uno llega a tener un especial miedo, a decir: 'El fútbol me va a costar la vida'.
Es que ahora con lo que estoy tomando, con las pastillas, ya no me va a dar de eso. Como decía el cardiólogo: 'Te puedes morir de otra cosa, pero de esto ya no te vas a morir. (Se ríe). Pero aun así es verdad que ya estoy más tranquilo, ahora nuestros partidos los veo en el palco con Eduardo, porque en el palco tienes que mantener más las formas. Veo el partido y ya digamos que no doy tantas patadas, estoy mejor. Buscando cosas herramientas para estar más tranquilo y llevarlo todo mejor sí, sí, muy contento, muy contento y con el objetivo de intentar pelear por el ascenso y devolver a este club a la Segunda división.
Ha hecho un esfuerzo el presidente enorme y el club, por instalaciones, en todo lo que nos rodea, se ha invertido aquí mucho dinero. La ciudad tiene 65.000 habitantes y este año hemos batido el récord de socios, 7.500 y pico, 7.600, y el campo tiene capacidad para 8.000 y pico. Los partidos aquí son muy bonitos, es un escenario bonito porque sales a un campo que está lleno siempre. Hay mucho ambiente de fútbol, hay una buena afición. Estamos en 1ªRFEF pero es un club para estar en Segunda tranquilamente. Nos gustaría pelear por volver, sabemos que hay muy buenos equipos, hay por ahí trasatlánticos con mucho más poder económico que nosotros, pero nosotros tenemos lo que tengo aquí detrás (señala un escudo), tenemos mucha fortaleza, templanza, tenemos ilusión, tenemos ganas, tenemos fuerza y vamos a pelear por volver a Segunda división, desde luego.
Más que lleno se encontrará entonces el campo la Real Sociedad. La Copa siempre genera una ilusión especial.
Sí. Es para que disfrute la afición, lo primero, por ver un equipo de Primera División aquí, un equipo que está en Europa, con grandes jugadores. Que disfrute la afición, los jugadores, de enfrentarse a unos jugadores de muy alto nivel. Nosotros no queremos que esto nos desvíe en la Liga, que es lo más importante, que a veces nos solemos perder un poco en ese aspecto, pero nosotros ya pasamos la eliminatoria del Castellón, que tampoco confiábamos mucho, para ser sinceros, porque Castellón es un buen equipo, un Segunda división, y tuvimos la suerte y ahora tenemos el premio. Pensar en pasar ya serían palabras mayores contra ese gran club, así que a disfrutarlo.